En el incendio de Morna, en 2011, desaparecieron los dos únicos especímenes identificados en la isla de Ibiza de la orquídea Cephalanthera longifolia, descubierta en fecha relativamente reciente (en el año 2000). Y parece ser que también desapareció una importante población de Ophrys balearica, endémica de las islas. En el año 2008, la construcción de un campo de golf en son Bosc, en la Albufera de Alcúdia, tras anular Jaume Matas la protección de la zona, puso en pie de guerra a los ecologistas y, más concretamente, a los botánicos. Son Bosc es una zona incluida en el área de distribución de la única población europea de una orquídea amenazada, la orquídea de prado (Orchis robusta o Anacamptis palustri subsp robusta) y la presión ecologista consiguió que la valla del campo de golf se moviera cien metros para preservar la población de esta especie. Son dos ejemplos, uno descorazonador y el otro con final esperanzador, de la gran incidencia que circunstancias como un incendio o unas obras pueden tener sobre una población relativamente reducida de una especie en un espacio insular también limitado.

En las Pitiusas puede encontrarse una veintena de especies de orquídeas, aunque establecer un número exacto es arriesgado, a la vista de los diversos criterios de identificación seguidos por los expertos; siendo muy osado se puede concretar que en Ibiza hay 21 especies y en Formentera, 18, al menos identificadas, ya que es muy probable que existan variedades cuya presencia en las islas está aún por descubrir. Jordi Serapio, todo un experto en la materia, que cada año organiza un taller de identificación de orquídeas y que lleva a cabo un intenso y exhaustivo trabajo de búsqueda en las dos pitiusas, se atreve, aunque con reservas, a dar ese número exacto. Son plantas raras y discretas y una de ellas es endémica de Balears, la Ophrys balearica, que no es rara en Ibiza pero que no sabemos con seguridad si podemos hallarla en Formentera; fue citada en los años 70 en es Cap de Barbaria, pero hoy no tenemos datos, aclara.

En la actualidad, en Balears, sólo dos orquídeas se encuentran protegidas y ninguna de ellas se ha hallado en las Pitiüses (una de éstas es la Orchis robusta, lo que explica que la protesta ecologista de son Bosc tuviera éxito). Lo cierto es que todas ellas, la familia al completo de las Orchidaceae, estuvieron protegidas antaño, ya que se incluyeron, por el decreto 24/92, en el Catálogo Balear de Especies Vegetales Amenazadas. Sin embargo, tal protección ya no aparece en la actualización de 2005. A este respecto, Jordi Serapio considera que de las especies que crecen en las Pitiüses, puede que merecieran una atención especial y políticas de conservación las poblaciones de orquídeas que aquí son más raras, como Ophrys scolopax, Orchis italica y Cephalanthera longifolia. Y ello en el caso de que esta última todavía pueda recuperarse, ya que es el propio Serapio el experto que explica que las dos que estaban identificadas desaparecieron en el incendio de Morna, y desconocemos si aún perviven.

Especies amenazadas

En cualquier caso, que ya no se encuentren en el catálogo balear y que no existan planes de conservación concretos no implica que las orquídeas estén desprotegidas, ya que todas ellas están incluidas en la lista del Catálogo Español de Especies Amenazadas y también se hallan en el apéndice 2 de la Cites (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora), lo que significa, entre otras consideraciones, que está prohibido arrancar especímenes.

A pesar de ello, los expertos lamentan el desconocimiento general de esta protección y el escaso interés de las instituciones en proteger la biodiversidad. Al fin y al cabo son hierbas y parece que a las hierbas no se les da toda la importancia que debería, señala Rubén Velázquez Marrero, botánico del Grupo de Estudio y Conservación de Orquídeas (Gecor), una de las más combativas de las muchas asociaciones que, a lo largo y ancho del país rinden pleitesía a unas plantas fascinantes, complejas y sofisticadas. Ya Charles Darwin se fijó en su admirable ingeniería y les dedicó todo un libro, ´La fecundación de las orquídeas´, que, sorprendentemente, no fue traducido al castellano hasta el año 2007.

Velázquez Marrero asegura que la protección de la riqueza botánica con la que España cuenta por lo que a orquídeas se refiere implica batallar mucho. Él, de hecho, archiva una larga lista de obras y proyectos urbanísticos, brutalidades, que han acabado con poblaciones importantes de orquídeas, a pesar de que botánicos como él y asociaciones como Gecor han advertido de ello a las autoridades. Pero también dispone de ejemplos de que la lucha, a veces, obtiene resultados; en el Valle de Tena (Huesca) y en Almaraz (Cáceres), durante la época de floración, hay agentes forestales vigilando que nadie dañe las poblaciones de orquídeas endémicas, del género Ophrys en el caso de Almaraz. El caso de la Albufera de Alcúdia es otro éxito remarcable, en el que el Gecor participó aliado al GOB (Grup d´Ornitologia Balear).

En las Pitiusas puede destacarse la presencia de dos pequeñas y delicadas orquídeas como la Anacamptis pyramidalis, muy vistosa en el mes de mayo y abundante en Tagomago, y la Gennaria diphylla, muy escasa en las islas pero que se considera que ya existía en la era terciaria. Sin embargo, las especies mejor representadas también son Ophrys, con una decena de variedades identificadas y conocidas popularmente como abelleres o herba de les abelles. Resalta la existencia de la especie más pequeña de ellas, la Ophrys bombyflora, cuya flor imita a una hembra de la mosca de la carne. Y son muy comunes la Ophrys fusca, O. apifera (rara en Formentera) y O. speculum. Sus curiosas flores se han adaptado para imitar el aspecto de abejas hembra, convirtiéndose así en un señuelo para los machos, que acuden a la planta y facilitan así la polinización. La estrategia incluso puede ser más sofisticada, ya que hay especies que combinan el engaño de su aspecto con la emisión de sustancias olorosas que se asemejan a las feromonas que usan para sus aproximaciones sexuales las especies de insectos a las que quieren atraer.

Potenciales polinizadores

Ante la relación tan directa que existe entre las abejas y ciertas especies de orquídeas cabe preguntarse si la desaparición de ápidos, un fenómeno que preocupa especialmente a asociaciones de apicultores como la que existe en Ibiza, incidiría en las poblaciones de orquídea. El botánico Rubén Velázquez, sin embargo, señala que la familia de los ápidos es muy extensa y que las orquídeas, a pesar de su especialización y su conexión con determinados grupos entomológicos, tienen un número elevado de potenciales polinizadores, si desaparece uno lo sustituye otro. La amenaza de las orquídeas es básicamente la presión humana, resalta.

Es más, Jordi Serapio añade que hay especies que, si falla la polinización entomófila, son capaces de autopolinizarse; se pierde riqueza genética pero se sobrevive a la espera de momentos mejores. A fin de cuentas, las orquídeas, no tan frágiles como suele pensarse, hacen honor, en una especie de metáfora, al origen de su nombre; orchis significa testículo, un rebuscado y curioso nombre para unas flores tan refinadas y que hace referencia a los dobles tubérculos que tienen las raíces de muchas especies.