­Matthias Kühn, y sus intentos de convertir el islote de Tagomago en poco menos que «un beach club» a pesar de tratarse de un paraje protegido por normativas nacionales y europeas, ha merecido este año el premio Formigó, que otorga el Grup d´Estudis de la Natura (GEN).

El grupo ecologista celebró anoche en un local de ses Figueretes la cena anual en la que entregan los premios Savina y Formigó, con los que distinguen la mayor contribución a la preservación de la naturaleza de las Pitiusas y la peor acción de destrucción de su medio natural, respectivamente.

Al «conocido especulador» alemán el GEN le atribuye «numerosas acciones de alteración y destrucción» del islote, a pesar de estar protegido por normativas ambientales europeas, estatales y autonómica. «Nada de eso» le ha impedido actuar a su antojo a Kühn, afirman: «No le ha pasado nada, claro», recalcan los ecologistas, porque el poder político en la isla, «lejos de defender la tierra, actúa como sicario de cualquier mafia, local o foránea» en estos casos.

Y por ello Kühn ha podido ampliar la única mansión de la isla sin permiso, «ha instalado un helipuerto, ha modificado la cubierta vegetal, ha hecho obras en el muelle y organiza todo tipo de fiestas y saraos, como si fuera un beach club más», como si fuera una finca particular «donde nadie más puede ir». Ha pedido permiso para estas obras, «con el argumento que son para observar el corb marí o el virot. Y aún harán [los políticos] como si le creyeran».

Porque a pesar de «que se han acreditado las ilegalidades» que el GEN imputa a Kühn, este cuenta «con el incomprensible apoyo de las administraciones implicadas». En el discurso para justificar sus méritos al Formigó, que no recogió, recalcan que ninguna institución le ha precintado las obras, o ha impedido desembarcar en el muelle ni ha detenido «los fondeos ilegales» de la «nube de embarcaciones» que sueltan sus anclas sobre la pradera de posidonia, en la que también se han instalado muertos de hormigón sin «ningún control». En lugar de eso, «ahora promueven la legalización de lo hecho y lo que se quiera hacer en el futuro», afirman los ecologistas en un alegato que atribuye tantos deméritos al premiado como a quienes le han permitido «alterar y destruir» en un entorno tan delicado como Tagomago, «vulnerando las leyes que lo protegen».

El Savina más dulce

El premio positivo del GEN este año recayó en la labor de la Associació d´Apicultors d´Eivissa, que obtiene el Savina porque su labor «no solo no altera negativamente el entorno, sino que es simbiótica con la naturaleza» y supone un beneficio para el medio.

Los ecologistas destacan para este premio que en la isla «hay un buen grupo» de personas empeñadas en mantener la apicultura. «Generan una miel de gran calidad, preciada y sabrosa», como prueba que una miel ibicenca ganara el último campeonato balear. Pero a esta miel le dan una salida comercial «con mucho esfuerzo y escasa compensación económica». Por ello el GEN afirma que lo que mueve a este colectivo es «una verdadera vocación, una pasión por una manera natural y auténtica de entender el mundo».

Son ejemplo, continuó la presentación del Savina, «de una forma de explotar la naturaleza de manera sostenible y respetuosa, complementaria del medio, es decir, ecológica».

Recuerdan los ecologistas que la miel es un termómetro de la salud del ecosistema y las abejas, «aliadas de la naturaleza y nuestra salud». También que sin estos pequeños insectos, «la vida como la conocemos, tanto vegetal como animal, no existiría».

Con este premio, los ecologistas quisieron reivindicar también a todos aquellos que viven «en armonía» con el medio natural y potencian la producción local.