El Santo Oficio en tiempos del inquisidor general Diego de Arce y Reinoso, el periplo del archiduque Luis Salvador por las Pitiüses, el papa Pío IX y el archivero Joan Marí Cardona serán protagonistas del juicio que en febrero deberá dirimir si el obispado se apropió por las buenas del terreno colindante con la iglesia de Sant Mateu -donde se construyó un centro cívico que forma parte del Consorcio Sociosanitario y Asistencial, otro de los demandados- o si realmente fue legado a la Iglesia con todas las bendiciones legales. La vista tenía que celebrarse ayer en uno de los juzgados de primera instancia ubicados en el Cetis, pero fue finalmente aplazada dos meses porque una de las partes demandadas, el Consorcio, no había recibido toda la documentación, amén de porque parte de esta llegó escrita desde el Consell de Ibiza en catalán, lo que al parecer suponía una dificultad para la jueza.

Traducción mediante, la magistrada podrá leer en breve un exhaustivo informe de ocho páginas redactado el pasado 18 de febrero de 2008 por una técnica de Patrimonio Histórico del Consell Insular que, con su manera de ahondar en la historia pitiusa, convierte este caso en un remedo de las novelas de Umberto Eco. La conclusión que se saca tras leer ese documento, que repasa el pasado de Can Tonió -origen del pleito- desde hace 364 años, es que, tal como defiende el obispado, se produjo una donación. Y es ahí donde entra en escena la institución que tan célebre hizo Torquemada.

Miembro del Santo Oficio

Apoyada en los estudios del historiador y archivero Joan Marí Cardona, la autora del informe señala que los terrenos afectados por el litigio eran propiedad, allá a comienzos del siglo XVII, de la familia de la Alqueria Mitjana, los Tonió. Entre estos se hallaba Toni Riera, «persona muy bien relacionada con los estamentos eclesiásticos, cosa que le mereció ser nombrado familiar del Santo Oficio por el Quartó de Balansat», indica Marí Cardona en el cuarto volumen de su obra ´Illes Pitiüses´, en la que habla de toda esa zona de es Amunts, desde Sant Miquel a Santa Agnès.

Un siglo más tarde, su familia «se vio obligada a ofrecer el solar para edificar la nueva iglesia de Sant Mateu». ¿Por qué? Parece que Toni Riera «no era un hombre estimado en los alrededores» debido tanto a su cargo como a que, al parecer, sacó frutos indebidos de él: «Hacía denuncias levantando falso testimonio, para vengarse de un vecino, en un caso, en el año 1652, y de su yerno en otro, en el año 1647», indica el informe de la institución insular.

Lo pillaron con las manos en la masa y fue recluido: «Tal vez creía que la condición de familiar del Santo Oficio era una patente para cometer cualquier acción en bien propio y mal de otros», señala Marí Cardona en su libro.

En el informe del C0nsell, presentado a instancias del Consorcio de Recursos Sociosanitarios y Asistenciales de Ibiza, se indica que «no sería extraño que la familia Tonió, al verse necesitada de ayuda por todos estos pleitos, hubiera recurrido a la Iglesia», de manera que, muchos años más tarde, «estando en deuda, se vieran en la obligación de ofrecer el solar para edificar la nueva iglesia». Por pasar por esos pleitos y, quizás, para eludir muchos tormentos.

Para Mallorca, no

Eso en cuanto al terreno en el que se halla el templo. ¿Pero y el resto, toda la parcela que ahora enfrenta a Antonio Riera Riera, de Can Tonió, con el obispado? La zona en litigio no fue supuestamente donada por José Antonio Llaneras hasta dos siglos más tarde, momento en que entra en juego el papa Pío IX. Con él como obispo de Roma se firma un concordato entre la Santa Sede y España que suprime el obispado pitiuso, de manera que «las parroquias de las dos islas debían incorporarse a la diócesis mallorquina», señala el estudio. Y ya se sabe de la desconfianza de los ibicencos hacia quienes bautizan esta isla como ´Ervisa´: «Es de suponer que esa determinación no fue del agrado ni de los capellanes pitiusos ni, mucho menos, de la población isleña, al pensar que las donaciones que se efectuaran a la Iglesia como tal fuesen en parte reconducidas», es decir, se desviaran a Mallorca.

«De esta manera -añade la técnica de Patrimonio- se puede entender que la donación hecha en 1851 por José Antonio Llaneras de un jardín de esparcimiento, ubicado detrás de la iglesia y entre una propiedad del párroco, se realizara a la persona que tuviese la circunstancia de ejercer como capellán o regente de la parroquia de Sant Mateu». Era la solución para que todo quedara en casa, atado y bien atado, y ningún mallorquín se beneficiara.

El obispo que se las veía venir

Es más, el informe detalla que el donante, José Antonio Llaneras, fue rector de la parroquia entre 1800 y 1828, momento en que pasa a ser beneficiado de la catedral. «Es evidente que, como beneficiado de la catedral, debía conocer de los cambios que se operaban en el obispado pitiuso», indica el informe. Y más aún cuando aquellos años Basilio Antonio Carrasco Hernando, a la sazón obispo de la isla desde 1832, se las veía venir: «Ya conocía la próxima aparición del concordato por el que la diócesis debía desaparecer, motivo por el cual presentó su renuncia en 1847», añade la técnica de Patrimonio del Consell.

Aunque sea un ejemplo ocurrido décadas más tarde, en el informe se recuerda que lo de legar un patrimonio a la figura del capellán en vez de hacerlo a la Iglesia como estamento es moneda corriente, tal como ocurrió con la viuda del pintor Laureano Barrau, que dejó al párroco de Santa Eulària sus obras, casa, muebles y enseres: «Lo hizo no como persona [el párroco], sino por su condición de capellán del lugar, con la intención clara de que el legado pudiera mantenerse en Santa Eulària», se explica en el estudio del Consell de Ibiza, una inmersión en la historia de la isla que intenta dar pistas para solucionar en el siglo XXI un conflicto consustancial al hombre: la lucha por la propiedad.

Una prueba histórica. El archiduque Luis Salvador, testigo siglo y medio después de su estancia en la isla

Una frase, apenas veinte palabras, escrita por el archiduque Luis Salvador en ´Las Baleares´ puede ser una de las pruebas esenciales del pleito que debe dirimir de quién es el terreno sobre el que actualmente se levanta el centro cívico de Sant Mateu, allí donde el noble austriaco contabilizó 1.008 almas: «[...] junto a ella [la iglesia] hay la casa parroquial desde donde parte una hilera de postes encalados que indican las estaciones del vía crucis», señala en ese volumen. «Estos pilares blancos son los que secularmente los obreros parroquiales han mantenido como elementos propios del templo, y el solar que enmarcan ha sido popularmente conocido como el del párroco», advierte el informe, por momentos detectivesco, de la técnica de Patrimonio, que añade que ese espacio «coincide con la descripción de la nota registral de la finca 2.900 de un jardín de esparcimiento». Es decir, una década después de que José Llaneras legara supuestamente ese terreno, el archiduque describió inocentemente en su libro cómo ya pertenecía de facto a esa iglesia, enmarcado por la sucesión de pilares indicativos de las diferentes estaciones del calvario.