Un rastro inequívoco de la dilatada historia que en nuestras islas ha tenido la relación del hombre y las abejas lo encontramos en los topónimos y en el habla diaria. Además de voces como beier, abeller, abellar, abelleroler, abellaire, abellera, abellot, abellescar, abellir, etc-, nos topamos con dichos populares como ´any d´ovelles, any d´abelles´ o ´a fibló d´abella, cera d´orella´. Y nombres de lugar como el Puig de n´Abella, el Pujolet de n´Abegot, ses Abelles d´en Raio, el Pont de n´Abegot, el Canalet de n´Abella o la Capella de n´Abella. O juegos infantiles como s´Abelleta bum-bum: col·locats els jugadors en rotle, el que fa d´abelleta queda enmig i recita: «Abelleta bum-bum, qui primer riurà, una bufetada pel morro tindrà». Llavors, tots els jugadors van rodant el dit, apuntant a l´abelleta i fent brrrrrruuum, imitant la remor d´una abella. L´abelleta ha de fer caruses i contorsions i dir tantes asanades com pugui per fer riure els altres, i cada jugador que riu paga penyora.

Al hablar de las abejas en Ibiza no voy a repetir lo que el lector puede encontrar en cualquier manual. Prefiero recoger aquellos detalles que, en mi conversación con apicultores de largo recorrido, caso de don Antonio Peinado, don Joan Tur Noguera o don Miquel Planells (Miquel de Correus), más me han sorprendido. He sabido, por ejemplo, que en nuestras islas tenemos más de 70 especies de abejas, 6 subespecies y endemismos como la Eucera ebusitana que abunda en las Salinas. Domina, sin embargo, la abella negra, subespecie de la ´ibérica´, pero más laboriosa, fuerte y agresiva, más asilvestrada. También he aprendido que las colmenas suelen ubicarse en zonas alejadas del tránsito humano, cerca de huertos con agua, frutales y plantas aromáticas, orientadas al sur y protegidas del viento y del sol que, cuando aprieta, puede fundir la cera en los panales. Un enjambre puede tener entre 15.000 individuos en invierno y 80.000 cuando llega la bonanza y el tiempo de recolectar el polen. La composición de la colmena es bien conocida: hay siempre una reina que vive hasta 5 años, procrea sin parar y segrega una substancia o feromona que regula la actividad de las abejas y las mantiene unidas; las obreras viven unos 40 días a pleno rendimiento, producen cera, construyen y limpian las celdas de los panales, nutren a la reina y a las larvas, vigilan el entorno, ventilan la colmena y succionan el néctar de las plantas que transforman en miel; y los zánganos, finalmente, viven unos 50 días y su única misión es fecundar a la reina. El caso de ésta es fascinante: la crean las obreras a partir de una larva ordinaria que alimentan exclusivamente con jalea real y, cuando está lista, sale en vuelo nupcial, perseguida por una nube de zánganos que mueren al copular porque su órgano genital queda en el cuerpo de la reina. Una vez que 10 o 12 zánganos han llenado la bolsa espermática de la reina con unos 4.000.000 de espermatozoides, ésta podrá producir hasta 300.000 huevos al año. Los zánganos pagan caro su festivo fornicio, pero no tienen mejor suerte los que no han podido acoplarse porque, como sobran y no trabajan, son expulsados del enjambre y, si se resisten, son eliminados a picotazos.

Y no es menos sorprendente el lenguaje de las abejas, con variantes o ´dialectos´ en cada enjambre y que les permite, con diferentes bailes o coreogramas (circular, semicircular, en zigzag etc), comunicar a sus compañeras, con referencia al sol y a la colmena, la ubicación de la fuente de néctar, si ésta es rica o pobre y la dificultad que tendrán para alcanzarla. Y tienen, incluso, una frenética danza que ejecutan cuando algunas compañeras han recolectado un alimento contaminado, crítica situación que solventan las abejas guerreras dando muerte a las portadoras del polen envenenado. Esta sofisticación en su lenguaje viene exigida por la compleja dinámica del enjambre y por la importancia que tiene el alimento para la colmena que en un año puede consumir hasta 180 kg de miel, 25 kg de polen y 50 litros de agua. El esfuerzo es considerable si tenemos en cuenta que para obtener 1 kg de miel las abejas realizan 40.000 vuelos y visitan más de cinco millones de flores. No podemos decir que les falte trabajo pero tampoco les faltan enemigos, caso de las avispas, abejorros, hormigas, dragones y polillas, además del saqueo de enjambres invasores, enfermedades como la varroa, el riesgo de los pesticidas y pájaros como la golondrina y el abejaruco, que puede engullir hasta 500 abejas en una hora y está absolutamente especializado: las caza al vuelo, las parte en dos, se zampa la cabeza y desprecia el abdomen con el aguijón. Por cierto, cuando he citado la guerra sin cuartel que en alguna ocasión se produce entre enjambres, alguien puede preguntarse cómo se reconocen los insectos de una misma colmena y pueden, a su vez, identificar al enemigo. La respuesta es sencilla: por una sustancia olfativa, específica en cada colonia, que genera una glándula de su abdomen y que permite reconocer a las abejas hermanas.

Digamos, para acabar, que el abdomen de la abeja tiene una enorme importancia porque en él están las glándulas ceríferas, la bolsa melífera para recolectar el polen y las glándulas que generan el activo veneno que inoculan con las cerdas perforantes que constituyen el aguijón. No sé que pensarán ustedes, pero a mí no deja de asombrarme que un insecto tan pequeño encierre un mundo tan misterioso, fascinante y de tan compleja organización comunal.