Fernando Ferré Garnacho, hijo del empresario que más hoteles tiene en la isla y que lleva tres días detenido por la presunta comisión de un largo listado de delitos económicos y contra los derechos de los trabajadores, llegó ayer a la sede desde la que se administra el conglomerado de su padre, Grupo Playa Sol. Confiaba en que se levantara el precinto de las oficinas: «Los hoteles están funcionando con normalidad, pero es en la sede donde se gestionan los suministros», dijo. No tenía ganas de hablar de su paso por los calabozos ni de responder a las preguntas que se le formulaban.

Ferré Garnacho pudo informarse del estado de salud de su padre, a quien ayer dieron el alta médica con tratamiento, después de su repentino ingreso del pasado sábado por una presunta afección cardíaca: «Tiene que dormir conectado a una botella de oxígeno». Al cabo de un rato, Ferré Garnacho se volvió a marchar, a lomos de una KTM Superduke 990, una montura de 11.000 euros.

Estuvo un rato departiendo con los jefes de las distintas áreas que se gestionaban desde el feo edificio rosa salmón del polígono des Gorg. Ellos montaban guardia a la entrada, según explicaba uno de los reunidos, a instancias del fiscal. Confiaban en poder entrar. Se rió mucho, igual que otro compañero, cuando le preguntaron si esperaban que acudiera la gente que trabaja sin contrato en GPS y que, según parece, cobraba sus cheques en la sede del grupo, precintada en el marco de la operación: «Si no sabemos si vamos a cobrar ni nosotros», comentó con sorna.

Garnacho había recuperado la libertad el día anterior tras haber sido detenido el viernes por aparecer como administrador de algunas de las sociedades del grupo, aunque fuentes próximas a la investigación consideran que no estaba enterado de lo que sucedía en las empresas. De hecho, GPS es un conglomerado de centenares de sociedades facturándose entre sí y de hoteles férreamente controlados por Ferré Cardó, cuya firma era necesaria para cualquier trámite.