No hace falta ser un experto en números para detectar a la primera que las cuentas de Jaume Matas no cuadran ni a la de tres. Lo que ingresa de la política luego no sale del banco, pero en cambio, gasta sorprendentemente diez veces más, y logra hacerse con un ingente patrimonio; de algún sitio tendrá que salir tanto dinero. En octubre de 2006, el ex presidente del Govern hizo públicas sus últimas declaraciones de la renta. Matas cerró 2005 con unos ingresos brutos de 100.535 euros, procedentes exclusivamente de las retribuciones por sus cargos públicos. En 2003 y 2004 percibió 125.334 y 138.044 euros anuales, respectivamente.

Con la divulgación de estos datos, según el entonces secretario general del PP balear, José María Rodríguez –hoy todavía diputado y barón del partido–, quedaba demostrado que Matas no tenía «nada que ocultar». Unos meses más tarde la Fiscalía Anticorrupción empezó a investigarle, a instancias de una denuncia anónima, y tras un minucioso rastreo de sus cuentas bancarias conocidas, se concluye que Matas sólo sacó del banco –o pagó con tarjeta– unos 450 euros en tres años, de 2006 a 2008.

Una simple ojeada a su patrimonio y compras durante ese mismo periodo levantan serias sospechas. Desde 2002, los investigadores calculan que Matas ha desembolsado más de cuatro millones de euros. Esta semana se sabrá si es capaz de convencer al juez sobre el origen de tal cantidad. A grandes rasgos, el desglose es el que sigue: el 18 de octubre de ese mismo año, la madre de Matas escritura una vivienda en la Colònia de Sant Jordi, comprada sobre planos y elegida por su esposa, Maite Areal, por unos 200.000 euros. La Fiscalía cree que el verdadero propietario del inmueble es el propio Matas, entre otras cosas porque la hipoteca concedida a su progenitora es cuanto menos insólita, al tratarse de una octogenaria, amén de que la cuota mensual duplica la pensión de la anciana, y por el hecho de ser su hijo quien la sufraga mediante puntual transferencia bancaria.

A Rafael Perera, abogado del ex presidente, no le gustaría vivir en el palacete, «con esos techos a seis metros de altura y esos artesonados». La vivienda más polémica de Mallorca le resulta «desangelada». Sin embargo, por lo que ha trascendido de su interior, muy pocos harían ascos de la lujosa casa que Matas mantiene cerrada la mayor parte del año.

Ocho televisores de gama alta –valorados en unos 40.000 euros–, cortinajes y telas exquisitas, una bodega a envidiar, menaje y vajillas por valor de 100.000 euros, unos 30 cuadros más otros desalojados a tiempo antes de los registros judiciales, vistoso mármol en los baños y madera de roble en los suelos... Ni siquiera el váter deja margen a la vulgaridad: a su lado le aguarda el famoso escobillero marca Lulú, 375 euros a tocateja.

Por delante del juez José Castro y los fiscales que hoy interrogarán a Matas y familia, ya han desfilado los proveedores del palacete. Carpinteros, electricistas, decoradores, albañiles, joyeros y demás han declarado que cobraron en negro, bien de la esposa de Matas, o de su cuñado. Por otro lado, Maite Areal era una habitual de los billetes de 500 euros, en las mejores tiendas de Mallorca.

Matas tendrá que asumir esta semana el pago de elevadas fianzas para evitar su ingreso en prisión y garantizar el pago de las posibles condenas económicas, según han pronosticado algunas de las partes personadas en éste y otros casos de presunta corrupción.

Tras los 450.000 euros pedidos para Maria Antònia Munar y los 350.000 euros que el juez del caso Maquillaje finalmente señaló para la ex presidenta de UM, las cifras respecto a las fianzas de Matas se han disparado entre los expertos judiciales consultados.