«La bofetada nunca es una opción. ¿Por qué te estás planteando dar una bofetada, qué planteamiento vital tienes detrás para pensar siquiera en poder pegar a otra persona?». Esta es una de las reflexiones que lanzó ayer la psicóloga Pepa Horno, consultora independiente en temas de infancia y protección, durante su intervención en la Escola de Mares i Pares que se celebra en el Palacio de Congresos de Santa Eulària.

En su charla, la experta desgranó algunas de las claves para lograr el difícil equilibrio entre autoridad y amor en la educación de los hijos. «A los padres y madres lo primero que les digo es que aprendan a perdonarse a sí mismos porque sí o sí se van a equivocar en algún momento, es imposible no meter la pata», explicó la psicóloga, que trabajó varios años con Save the Children.

«Hay que reflexionar sobre la relación entre el amor que sentimos por nuestros hijos y la disciplina que tenemos que darles», propuso. «Es difícil decir que no o imponer un límite o disciplina a alguien que amas, ya que es algo que no es necesario hacer en otras relaciones afectivas», añadió la experta, que considera que cada padre ha de reflexionar para encontrar «la manera de querer a sus hijos y, además, educarlos, manteniendo una autoridad sobre ellos sin necesidad de recurrir a la violencia».

El profesor «ejerce una autoridad sobre el alumno pero no tiene necesidad de que los alumnos le quieran y, en el amor de pareja, no es necesario tener autoridad sobre esa persona. Para educar a los hijos hace falte amor, autoridad y coherencia». Horno insistió mucho en este último punto «porque no sirve de nada llevar un discurso ante los hijos si no se corresponde con nuestros actos». Así, para la experta, está claro que lo primero «es no gritar, ni insultar, ni pegar». «Si lo haces porque pierdes el control, hay que reconocerlo y pedir perdón, pero no con argumentos como ´porque soy tu padre o porque es lo mejor para ti´ sino porque ´me he equivocado y porque soy humano´», aconseja Horno. En este sentido, la psicóloga advierte a las madres que se ven presionadas por su vida profesional y personal que no se sientan culpables si pierden el control en un momento concreto. También rechaza la idea de que un niño maltratado física o verbalmente vaya a ser un padre maltratador. «Si habla de ese problema abiertamente y lo afronta el resultado es completamente el contrario, rechazará toda violencia», subraya.