Solo hay dos mensajes de campaña evidentes, lo demás son juegos florales y fuegos de artificio. El primer mensaje lo esgrime la derecha diversa y el centro equidistante y viene a definirse más o menos así: votar al PSOE es disgregar España. Este lema, que tiene al PP como principal paladín con la inestimable colaboración dialéctica de Ciudadanos, se basa en la creencia de que Pedro Sánchez se apoyará en los mismos que le auparon a la Presidencia del Gobierno tras la moción de censura contra Rajoy. Y que ese apoyo no será gratuito, sino muy costoso para la integridad territorial del país maltrecho. Por otra parte, el mensaje de la derecha tiene retorno en la respuesta contundente del PSOE: PP, Ciudadanos y Vox son distintas cabezas de la misma hidra, un dragón mitológico que escupe llamaradas contra los derechos adquiridos para convertirlos en pavesa. Votar a esos partidos, reunidos tras las urnas en la misma necesidad de poder, es regresar al Paleolítico, esgrimen desde la izquierda, también diversa. Algunos socialistas preocupados por la deriva secesionista le recuerdan a Sánchez las palabras de Negrín, presidente socialista de la II República, quien antes de consentir campañas nacionalistas «que nos lleven a desmembraciones, cedería el paso a Franco». En la integridad de España, Negrín se consideraba irreductible. También algunos populares preocupados por la extrema derechización del partido para frenar el ascenso de Vox cuestionan algunas medidas más retrógradas defendidas por Casado, que huye de la etapa de Rajoy tanto como se embala en copiar la de Aznar. Y así están las cosas, bipartidismo de bloques y de mensajes electorales.