Ibiza ha perdido el norte definitivamente. Una fiesta de la espuma para niños en una macrodiscoteca, a beneficio de una ONG de críos con discapacidad, con Paris Hilton ejerciendo de madrina y con un popular payaso infantil como animador. Y, por si no fuera suficiente disparate, incluyen un desfile de niños y niñas pequeños con ropa diseñada por esta mujer que encarna como nadie la «niña de papá» y el «éxito» basado en la banalidad y en el poder del dinero. En esta isla donde se han traspasado todos los límites hay niñas de 14 años desfilando como si fueran modelos profesionales, con taconazos de un palmo y escotes hasta el ombligo, en un establecimiento de lujo reservado solo a los que tienen los bolsillos bien repletos. Hay beach clubs donde se venden botellas de champán a 80.000 euros, lo que se tiene como un signo de exclusividad y distinción. Hay furgonetas que llevan mujeres a domicilio como si fueran porciones de pizza, y están pintadas por fuera para que nadie tenga ninguna duda sobre qué reparten. En las playas las hamacas se han convertido en camas balinesas que se alquilan por un dineral, con mesas tamaño comedor, y los empresarios se quejan de las molestias que causan los bañistas que osan tumbarse en la arena (la poca que queda libre) con su toalla. Las carreteras están tomadas por borrachos, estúpidos y chulos de la peor ralea. A ver si llega el invierno de una vez y asesamos un poco.