Hace unos días fui testigo del efecto en la costa de un ´party boat´ con la música a todo trapo. Les cuento. Hallábame tostándome en es Pas, entre Formentera y s´Espalmador, cuando un barcucho reconvertido en discoteca pasó a tres o cuatro millas en dirección a es Caló. El suelo retumbó y tuvimos una sesión de dj en directo, por la cara, sin comerlo ni beberlo. Durante diez minutos, que es lo que tardó la golondrina con altavoces en pasar (hay que ver, qué lento discurre aquello que molesta) me invadió una profunda tristeza; ya no estamos tranquilos ni en uno de los lugares más recónditos y relajantes. Unos días más tarde, la Guardia Civil abrió expediente a un velero por ofrecer fiestas a bordo y visitas al Parque Natural, protegido, por cierto, por cien euros. Sin autorización, faltaría más, qué ordinariez eso de cumplir la normativa y de respetar el entorno... Poco después un conductor al parecer drogado y bebido provocó un accidente mortal. Es el inicio de una nueva temporada, de cuatro meses de locura y desenfreno. Se puede entender que la gente se busque la vida, pero dentro de la ley, con respeto. Pueden hacer lo que les venga en gana pero no jugar con el futuro de estas islas. Valoro el turismo de ocio y el musical y sé que es un lujo que la isla no puede despreciar. Pero hay cosas que se salen de madre y que se deben reconducir. #eivissadiuno