El exconseller de Salut Vicenç Thomàs, portavoz del PSIB-PSOE, es consciente del temor general a que la política manosee (también) la muerte: «Esta ley (la que él presenta) no regula la eutanasia ni el suicidio asistido ni pretende hacerlo». Avisados estamos. Empieza Thomàs con esa excusa no pedida que es acusación manifiesta. Porque, como asegura Diario de Ibiza, el derecho a morir ya es efectivo en la actualidad, y la norma de Thomàs solo quiere «facilitarlo». Si Thomàs sabe de médicos no dispuestos a aliviar el dolor o a los que no preocupa la voluntad de un moribundo, debe denunciarlo. Si los hay, que lo dudo. Pero que se dedique a ordenar a los profesionales lo que deben hacer es una intromisión en la praxis médica. Hipócrates tronaría; si los colegios médicos sirvieran de algo, lo probarían en ocasiones así diciendo a los políticos que se metan en sus asuntos y respeten la autonomía y la buena práctica del médico en lo suyo; para eso está, y puede errar, desde luego, pero siempre lo hará mejor sin interferencias de ideólogos de cualquier partido. O de todos juntos, no se sabe qué es peor: todo son bondades cuando desde el legislativo tratan sobre la muerte hasta que se conoce la dura realidad.

Mientras nuestro Parlament votaba unánime la bondadosa propuesta de Més y socialistas, y el PP el primero, ¡cómo no!, Theo Boers, antes decidido partidario de la eutanasia sin los tapujos de Thomàs, echaba cuentas en el Daily Mail de las consecuencias de la ley en su país, Holanda, pionera en leyes bondadosas sobre la muerte: «Estábamos equivocados, de hecho, terriblemente equivocados». Lo que pensaron para esos pocos casos dramáticos que invocan los defensores de la eutanasia, «abre la puerta a miles de casos al año» (aumentan el 15% anual); «está en vías de hacerse el modo exclusivo de muerte de los pacientes de cáncer»; hay una «desviación» en el tipo de paciente al que se eutanasia: la gráfica de enfermos mentales y de demencia sube en vertical. La red de médicos itinerantes End of Life Clinic eutanasia a «cientos de casos que ve tres veces de media antes de administrarles el producto que acaba con su vida». Se mata a gente cuyo problema es «ser viejo, la soledad o la tristeza, que aún podrían vivir años o décadas». Uno de cada siete holandeses muere ya por mano de los médicos. En Bélgica, cinco diarios (el 27% más en un año). Inesperado disidente, The Guardian editorializa que «por muchas campañas que los minusvaloren, mejores cuidados al final de la vida pueden ayudar. Remodelar el panorama moral no es alternativa a la estima de la vida y de los vivos». Personalmente, puesto que solo voy a morir una vez, ruego a Thomàs y los suyos que, si no es pedirles demasiado, me dejen morir en paz, aparten de mi muerte sus manoseos, que no los necesito, me sobran. Con un poco de cariño, si cabe la suerte, y los cuidados de la medicina, me basta.