Me pongo a temblar cuando un político se pronuncia ampulosamente en el nombre de «nuestros hijos». Por lo general, o no tiene hijos, o ya están creciditos y colocados en lugares estratégicos de la sociedad o escolarizados en un colegio postinero. De manera que cuando dice «nuestros hijos» se refiere mayormente a los nuestros, no a los suyos. Dios me libre de opinar que a esos próceres paternalistas no les preocupan nuestros hijos, los nuestros, los escolarizados en centros públicos o concertados. No soy tan malpensada como ellos, que acusan a cientos de padres y madres de Balears de comportarse como progenitores degenerados por apoyar una huelga contra un proyecto educativo que genera más dudas que el último romance de Paquirrín.

Creo que los fans del TIL obran de buena fe cuando hacen la pregunta del millón: «¿O tú no quieres que tus hijos sepan hablar inglés?». Pero no doy un chavo por una respuesta que llega en forma de decretazo, ni me creo que ellos, que han ido de colonias veraniegas a Irlanda para una inmersión en condiciones, defiendan de verdad que un docente con un título B2 puede enseñar matemáticas a nuestros niños. A los nuestros.

Antes de que a José Ramón Bauzá se le ocurra decretar el estado de excepción para que nos metamos en casa a las 18 horas a ver IB3 en lugar de ir a la manifestación contra el TIL, conviene recordarle que es de derechas. Porque a veces se le olvida. Presidente: usted vibra con el liberalismo, el conservadurismo y el libre mercado, no se deje seducir por el intervencionismo comunistoide. O sea, déjenos en paz si queremos alquilar nuestra propiedad privada a unos turistas, y no se meta en lo que hacemos con los niños en nuestro tiempo libre, o con el ejemplo que decidimos darles en la vida, yendo a una manifestación para reclamar lo que consideramos justo en democracia, o paseando por un centro comercial. La educación de los menores corresponde a los progenitores, según afirma usted para justificar que le atiza una suculenta subvención a un colegio segregado por sexos: los padres tienen derecho a elegir si desean llevar a sus hijos a un centro con aulas para niños y para niñas.

Con idéntico criterio, pueden expresar su descontento con un sistema de enseñanza que prima la ideología, y que encima se quiere implantar por la fuerza, con la comunidad docente mayoritariamente en contra y de manera apresurada. Los padres que apoyan la marea verde son tan buenos padres como los que no lo hacen.

El ministro del ramo, José Ignacio Wert, tildó a los escolares de Balears de rehenes de sus padres y profesores. Qué bueno. Rehenes, una semana después de la enésima reculada del Govern ante los hoteleros, eliminando unos impuestos, verdes cual camisetas, que nunca llegaron a nacer. También la Defensora del Menor se sumó al puñado de voces apocalípticas que tratan de poner dique a un rechazo al TIL que es transversal, masivo y que sigue creciendo en las islas. Dijo que los padres que no llevan a sus hijos a clase infringen la ley. Esta señora no se pronunció sobre las escuelas que empezaron el curso con carencias materiales, sobre el mordisco a las becas de comedor o sobre el incremento del IVA al 21 por ciento en los pañales aprobado por el PP, que les otorga la consideración de artículo de lujo.

Tampoco se queja por la presencia de menores en las manifestaciones profamilia tradicional. Deben ser asuntos que interesan menos a nuestros hijos. O a su jefe.