Hace pocas semanas se conocieron dos hechos preocupantes que afectan de lleno a las condiciones del sistema educativo de Balears y que vienen a incidir, con alta dosis de alarma, sobre la ya de por sí densa problemática que, a causa de los recortes, caracteriza el inicio del curso académico 2012-2013 en todos sus niveles docentes.

De un lado, un informe de la Comisión Europea otorgaba a nuestro archipiélago los peores datos posibles en cuanto a nivel de estudios y abandono escolar de sus estudiantes. Balears ocupa, dentro de esta valoración, el puesto 271, el último, de todas las regiones europeas. Por otra parte, en el acto solemne de inauguración del curso en la Universitat de les Illes Balears (UIB), precedido de una sonora protesta de miembros de toda la comunidad educativa para recibir al conseller Bosch, la rectora Montserrat Casas advirtió de que la UIB está bordeando el límite de sus recursos y de que su futuro no es viable si siguen los recortes. La institución ha visto reducido su presupuesto un 17% y arrastra una deuda acumulada de 29 millones de euros.

Está claro que resulta imprescindible algún tipo de reacción, contundente, pero serena, eficaz y continuada a la vez. No sólo para dejar de ser la vergüenza de toda Europa, en cuanto a nivel de formación de los estudiantes en Balears, que ya es mucho, sino porque igualmente en ello las islas se juegan la solvencia y las posibilidades de desarrollo efectivo para el futuro.

También se han oído voces autorizadas en el sentido de que se ha vuelto necesario reconducir los recortes y paralizarlos de una vez porque, continuando por el camino emprendido, se acabará obteniendo el resultado inverso del pretendido. Se han recibido advertencias en este sentido del Consell Econòmic i Social, de economistas y sociólogos de prestigio y hasta de la prensa internacional. Precisamente en época de crisis y estrangulamiento económico es cuando más rentable y conveniente resulta invertir en formación y en investigación. El mercado laboral, oscilante y mutante como nunca, mantiene sin embargo el eslabón de un condicionante que cada vez aparece más férreo: el de la exigencia, cada día mayor, de formación y rigor con competitividad profesional. Son dos pilares que sólo pueden aportar el estudio y la investigación. Y estas islas han cometido el error de descuidarlos porque la oferta laboral se ha mostrado hasta ayer demasiado complaciente y tentadora con las aspiraciones de sus habitantes. Los resultados negativos del nivel académico cantan. Nunca las cosas volverán a ser iguales. Por eso resulta imprescindible y urgente reconducir la situación y los comportamientos. De lo contrario, las autopistas de la educación prometidas por el president Bauzá a inicio de legislatura se quedarán en abruptos senderos para llegar a ninguna parte. La Educación necesita estabilidad y consenso. La séptima reforma del sistema educativo español emprendida ahora por el Gobierno Rajoy plantea nuevas incertidumbres cuya deriva sólo el tiempo permitirá valorar con criterios contrastados, aunque buena parte de los profesionales han expresado ya un claro rechazo.

La Universidad y la sociedad que le da razón de ser necesitan proximidad y colaboración recíproca. Las tasas no pueden convertirse en un filtro para dejar los estudios superiores en privilegio de las clases más pudientes, como ocurría lustros atrás. Por eso también se necesita estabilidad en el sistema de concesión de becas. Investigar y estudiar es la única forma segura de crecer. En todos los sentidos.