Los portavoces del PSIB y PSM-IV-Entesa, Cosme Bonet y Biel Barceló, dicen que «el Govern del PP ha roto todos los consensos sin ninguna razón científica». Se refieren a consensos sobre la lengua y siguen la costumbre de la izquierda de negar la realidad. Llaman implícitamente tontos a los del PP, por montar un cirio donde había consenso, sin el acuerdo de nadie. Si así fuera, Bonet y Barceló, políticos profesionales, dejarían al PP estrellarse solo para cosechar luego los efectos de aplicar políticas opuestas al interés de los votantes. Pero ganó el PP unas elecciones por mayoría absoluta con el programa de política lingüística que ahora cumplimenta, aunque eso para Bonet-Barceló sea no consultar con nadie: «El Govern ha provocado un conflicto sin consultar con nadie, ni siquiera con la UIB». Deben los portavoces aclarar qué valor dan a una consulta electoral democrática si para ellos la mayoría absoluta votada por los consultados tras una campaña electoral libre es, sorprendentemente, «nadie». Así se entiende que ellos mismos no cuenten con ese «nadie» para sus consensos.

Mabel Cabrer, la portavoz del PP, dice que Bonet «es coherente con la línea política que sigue la rectora Monserrat Casas y el equipo de gobierno» de la UIB. La «línea política» de la señora Casas y la UIB en la cuestión de la lengua es bien conocida. Coincide, dicho sea de paso, que los que más politizan la lengua acusan de politizarla a quienes no se les suman. Pretenden con ello prohibirles cuestionar lo que consideran dogma. Definido por ellos, claro.

Llaman ciencia estos partidos de la izquierda a su visión política de la lengua, con el objeto de descalificar otras opiniones por indoctas, lo que queda más lejos de la ciencia de lo que se piensan. Dejan en evidencia, de entrada, haberse chupado la clase de epistemología. El teórico marxista Nikolai Bukharin arguyó que la ciencia de cada época tiene raíces sociales y económicas y, aunque a Bukharin lo fusiló Stalin, Thomas Kuhn reabrió luego esa línea de análisis en Occidente. Según ello, lo primero que debe atender la ciencia es a la realidad social y económica de Baleares: programa votado en elecciones abiertas, peticiones reiteradas de estudios en castellano, problema lingüístico para atraer médicos, padres cabreados en los medios, botiguers obligados a aceptar imposiciones de letreros en su negocio, compañías de aviación que se niegan a usar el catalán por decreto, etc... Pero esta izquierda no ve la realidad que no se somete a sus deseos: la considera «nadie». Adolecen estos políticos de la introspección necesaria para examinar los senderos mentales que les llevan al dogmatismo y a condenar al que no opine como ellos, aunque hoy representen la mayoría absoluta. No hay consenso sobre la lengua entre los partidos ni hay consenso en la calle; va siendo hora de reconocerlo e invitar al consenso a «nadie».