Entre los trastornos psiquiátricos contemporáneos «más graves pero aún desatendidos», la revisión del DSM 2013 (la clasificación internacional de enfermedades psiquiátricas) cita el trastorno de hipersexualidad. Por vez primera prevé el manual la referencia específica a la pornografía como factor de esa enfermedad. Se considera probado que sus consecuencias adversas afectan a la relación de pareja y matrimonial hasta el divorcio, que llevan a conductas de riesgo de adquirir y propagar enfermedades de transmisión sexual, incluido el sida, y al aumento de embarazos no deseados. El agresor sexual adicto a la pornografía en Internet reincide con mayor frecuencia y su uso en el trabajo crea problemas que exigen respuestas a nivel industrial.

Se acaba la época en que el ámbito de la pornografía pareció inocuo y divertido, cuando el Centre d´Estudi i Prevenció de Conductas Addictivas (Cepca) divulga su investigación sobre el uso de pornografía en internet entre los menores ibicencos en el curso 2010/2011. El 83% de los chicos y el 40% de las chicas acceden mucho o alguna vez a páginas para mayores de 18 años, y las de pornografía son las más consultadas. Así, el 27,7% de ellos ve pornografía, frente al 2,7% de ellas. Así que los adolescentes ibicencos pasan mucho de la teoría en boga de la igualdad de género, esa construcción teórica que atropella el sexo real de las personas y queda en evidencia ante la desigualdad real, no solo física sino de intereses y comportamientos, de ellos y ellas en su adolescencia. Esto no dice nada nuevo a quien ve cuando abre los ojos sin necesidad de encuestas y, a quien no quiere ver, no habrá quien le demuestre que una mujer y un hombre no son iguales.

La encuesta delata la patente ignorancia (¿negligencia, deserción?) que aflige a los padres sobre lo que hacen sus hijos, por descuido de la relación y comunicación con ellos. Van a lo suyo y pasa lo que pasa: el descontrol de lo que asimilan nuestros menores en internet es mayúsculo. Tanto como el excesivo tiempo que muchos de ellos le dedican. Aunque la ubicuidad de la pornografía en la era internet se acompaña de evidencias crecientes de que ningún grupo de edad elude sus efectos. La neurociencia describe cómo la pornografía desarrolla nuevos mapas en el cerebro basados en las fotos y vídeos, un cerebro que cuando desarrolla un área nueva también desea mantenerla activa con el estímulo de los sentidos. Así la pornografía prevalece en las vidas de muchos niños y adolescentes de modo mucho más significativo que la mayoría de adultos cree y deforma su sano desarrollo sexual. Según el profesor de Psiquiatría de la John Hopkins University Paul McHugh, la pornografía es hoy el medio de hacer Calígulas de todos nosotros, con todo lo que ello implica en términos de violencia, misoginia y dolor en las relaciones interpersonales.