Absolutamente harto tras un fin de semana de leer y escuchar teorías sobre la boda de Alberto de Mónaco con una exnadadora surafricana, uno levanta sus teclas contra los dardos que lanza Jaime Peñafiel hacia el palacio de la Zarzuela por la ausencia de la Casa Real en el enlace comercial monegasco.

Hay una extraña coincidencia entre los tertulianos rosa según la cual el Monarca debió haber enviado a alguien en representación suya. Parece que son los únicos en España que no recuerdan el momento en el que el soberano Grimaldi realizó aquella pregunta sobre la amenaza del terrorismo en relación con los Juegos Olímpicos de 2016 a los que aspiraba Madrid, cuestión que favorecía directamente los intereses del París de Sarkozy, el que paga las facturas del Principado.

Si la monarquía no sintoniza con lo que quiere el pueblo (devolver el desaire) y hace caso todo el día a los tertulianos tiene un futuro tan incierto como el de la nueva pareja.