«Me sentí liberada tras denunciar a mi agresor. No hay que temer dar el paso porque tenemos protección y apoyo para salir adelante. Lo más importante es querer hacerlo», insiste una víctima de violencia de género que ya no vive en la isla.

Su vida no ha sido fácil, ni antes ni después de pasar por la comisaría. «Es difícil ser consciente del maltrato porque es difícil asimilar que la persona a quien amas te está haciendo daño», sostiene. Sin embargo, cuenta que cuando se dio cuenta de que era víctima de violencia de género comenzó su lucha, para la que reclama más medios y recursos para las mujeres maltratadas.

En la actualidad, no se separa de su dispositivo móvil conectado a Atenpro y está en contacto permanente con su policía referente. «Es mi ángel de la guarda. Nunca le podré agradecer todo lo que hace por mí y por el resto de maltratadas», manifiesta esta mujer, que destaca el «apoyo físico y moral» que prestan tanto los miembros del Área de Protección de la UFAM como del personal de la Oficina de la Dona.

Como aspectos negativos, critica que cuando los agresores salen de la cárcel pueden cobrar prestaciones por desempleo, mientras que las víctimas de violencia de género pierden su trabajo y, en los casos más extremos, tienen que cambiar incluso de ciudad para «seguir vivas».

«Tras una agresión, la mujer lo pierde todo, pero cuando una decide comenzar una nueva vida es que tiene ganas de vivir», considera. El coordinador del Área de Protección de la UFAM, Carlos Muñoz, insiste en que acompañarán «las veces que haga falta» a las mujeres que deciden separarse de su agresor.