La característica de que los huevos pueden permanecer inactivos durante años, sin agua, sin oxígeno y a temperaturas por debajo del punto de congelación (criptobiosis), convierten a las artemias en organismos muy adecuados tanto para la acuicultura como para investigaciones biológicas. Las pequeñas larvas de crustáceo (nauplios) son un excelente alimento para las larvas de peces. También se usan como mascotas o juguetes, al igual que peces en una pecera, con el nombre comercial de monos de mar o aquadragons.

Aunque hoy aún pueden encontrarse, hace unas décadas fueron muy populares sus anuncios en tebeos y cómics, en los que los monos de mar eran representados como dibujos de duendes marinos antropomorfos viviendo en una especie de Atlántida. Lo que se vendía en esos kits de monos de mar era una pecera junto a una bolsa de huevos de artemia que, convenientemente hidratados, cobraban vida. Y aunque a veces los quistes vendidos se identifican como Artemia salina, los expertos coinciden en señalar que, en realidad, son huevos de la especie A. franciscana, la más comercializada.

Artemia en el instituto

El biólogo Xavier Más ha utilizado el desarrollo de la artemia en el Taller de Ciències Experimentals de tercero de la ESO y en el de Tècniques Experimentals de primero de Bachillerato, dos asignaturas desaparecidas con la Lomce. «Los alumnos debían observar las condiciones en las que viven estos crustáceos para desarrollarse. Cuando el acuario estaba lleno, los alumnos miraban una gota de agua con la lupa», explica, Mas, que añade que al finalizar este experimento los crustáceos se los llevaban los alumnos que tuvieran peces para alimentarlos. Consciente de que, probablemente, los quistes que compraba eran de Artemia franciscana, al igual que los monos de mar, jamás los echaba a los estanques de ses Salines, para evitar la introducción de una especie invasora.