Las 12 hectáreas que la bodega Terramoll, la más importante de Formentera, tiene en la Mola han sido muy fructíferas este año pese a la persistente sequía que se prolonga desde 2014. La vendimia, que comenzó el 3 de agosto y finalizará a principios de septiembre, está dando una mayor cosecha de uva que el año pasado, por lo que se espera un incremento en la producción de vino que apunta a unas 1.500 botellas más.

De momento ya se han vendimiado cinco de las ocho variedades que cultiva la bodega y queda pendiente la uva negra, que servirá para hacer el vino tinto más selecto que ofrece la bodega: Es Monestir, que se elabora a partir de una cepa autóctona y longeva, es monastrell, que ya explotaban los payeses hace más de medio siglo. Más allá de la extrema sequía y la amenaza incesante de la paloma torcaz, las cepas que cultiva Terramoll se encuentran en «el momento de máxima producción», explicó José Abalde, el enólogo de la bodega. «Este año se recogerán 3.000 o 4.000 kilos más de uva», añadió.

La fertilidad de la Mola

La Mola tiene fama de ser el lugar donde se producen los mejores vinos de la isla. «Aquí las cepas están muy vigorosas y fuertes porque se trabaja la tierra desde hace tiempo», señaló Abalde. La altitud del lugar, a 190 metros sobre el nivel mar, produce un descenso de la temperatura en dos grados, que, sumado a los vientos constantes que se registran en la zona, favorece la maduración de la uva, que es más tardía que en el resto de la isla.

Los estragos de la sequía aún no se han hecho evidentes por el modo en que se han cultivado las cepas, perforando el subsuelo para introducir las raíces. «La poca agua que cae en invierno se filtra a través del marès y es aprovechada por la planta», indicó Abalde, que espera que pronto finalice la sequía «o habrá que plantear un sistema de riego, porque la cepa se va muriendo poco a poco».