Llega el nuevo año y con él nuestros inevitables propósitos, compromisos y deseos.

Cuando llega el comienzo de año me gusta hacer un pequeño ritual que consiste en dedicar un tiempo a pensar que fue aquello tan bueno que me trajo el año que dejo, qué es esa cosa, esa actitud, ese cambio que hubo en mí o en mi entorno que ha sido lo mejor que me podía pasar.

Y por otro lado reflexiono acerca de qué otra situación, actitud o sensación dejo atrás agradeciendo lo que me enseñó, soltándola y dejándola pasar. Luego dedico unos instantes a dibujar con mi mente lo que quiero para el año que entra.

Siempre digo en la consulta que tenemos tres cuerpos: el físico, el mental y el emocional y que nosotros somos una cajita de hábitos. Al cerebro le encanta ponerse en automático y no pensar. Es un yonqui de los hábitos.

Si nos paramos a pensar cuántas de las cosas que hemos hecho hoy han sido hábitos automáticos y pudiéramos de verdad darnos cuenta de la barbaridad de automatismos que ponemos en marcha desde que abrimos un ojo, nos quedaríamos pasmados ante el descabellado porcentaje de inconciencia y automatismo en el que vivimos.

Vivimos rápido, sin pensar, automatizando miles de acciones diarias y esto tiene sus desventajas y sus beneficios, ya que si lo utilizamos a nuestro favor y hacemos el esfuerzo de poner conciencia y actuamos creando hábitos positivos, el resultado inevitable es la conquista de uno mismo. Una rutina es algo que repetimos sin darnos cuenta y cuando tenemos un hábito ya tenemos parte de conciencia metida en el juego. Si hacemos de este modo de vivir consciente nuestro estilo de vida, estamos implacablemente llamados al éxito y a la satisfacción personal en aquello en lo que ponemos en foco.

Respecto a este foco u objetivo te propongo una reflexión: ¿Qué es lo que haces con tu vida? ¿Qué te gusta de lo que haces? ¿Qué te gustaría cambiar?

Cuando nos proponemos un objetivo me gusta plantear que una pierna es nuestra vida personal, la otra la profesional y todo nuestro cuerpo es nuestro ser social. Quizá basta con plantearse un único objetivo, pero hay que ser ambiciosos con él y no quedarse a las puertas de nada, en mi opinión hay que ser generoso con uno mismo y con nuestras proyecciones.

Es importante tener un foco y es importante tener en cuenta que no se trabaja igual cuando queremos deshacernos de un mal hábito, que cuando queremos incorporar hábitos beneficiosos.

El cerebro no funciona igual en cada caso además de que pocas veces las personas son conscientes del tipo de personalidad que tienen. Resumiendo mucho diré que existen 27 tipos de mentes, son distintos tipos de cerebros y cada uno percibe el mundo con un filtro y responde a la realidad con un determinado estilo y esto es, por supuesto, automático e inconsciente.

Por eso cambiar no es fácil ni difícil es cuestión de saber cómo hacerlo. Hay que tener en cuenta muchos factores para hacer fácil lo saludable pues cada cuerpo es distinto, cada estilo de vida es único y cada personalidad tiene su propia idiosincrasia personal.

También hay que tener en cuenta si eres de los que les cuesta empezar a cambiar o eres de los que lo hacen genial pero se pierden en el mantenimiento.

Una persona que quiere bajar 15 kg no debe dejar de comer hidratos sin más o saltarse comidas, sustituirlas, hacer la dieta de la vecina o la que sale en la revista de moda. De hecho eso no haría más que complicarle el metabolismo, hay que saber muy bien qué se hace para conseguir un éxito limpio, esto es encontrar el estilo nutricional adecuado y sellar unos hábitos emocionales y mentales en la dirección adecuada para esa personalidad y morfología corporal.

Para conquistar un objetivo lo primero que tenemos que saber es qué queremos, lo segundo para qué lo queremos y lo tercero qué limitaciones nos dificultan el camino.

Soy una apasionada de la "psicología del hábito" porque creo que en nuestra plasticidad personal está la clave, no hay metas imposibles sino mentes perezosas e impacientes. Somos potencialidad pura y somos los encargados de cuidar nuestro templo físico con buenos nutrientes, dándole la ritmo-nutrición adecuada a nuestro cuerpo de acuerdo a su situación hormonal o emocional.

No puede comer igual una persona con hipotiroidismo que una con insomnio o angustia. No puede utilizar las mismas herramientas de gestión emocional una persona sometida a estrés mental que una sometida a un estrés emocional. E incluso puede que estemos teniendo serios problemas emocionales por una deficiencia vitamínica o al revés, que nuestra mala gestión personal esté dañando nuestro cuerpo físico.

Cuando ponemos en orden nuestros hábitos inevitablemente obtenemos un bienestar emocional y todo esto es posible porque nuestro narrador interno, nuestro pensamiento, está en la dirección adecuada.

Somos lo que comemos, pensamos y sentimos. Somos el resultado de nuestro compromiso con nosotros mismos y nuestros hábitos.

La comida es una proyección de nuestra vida. Somos como comemos. Como comes en tu mesa es como te nutres en la vida: tragas lo que te ponen delate, o te enredas en distracciones y placeres para no confrontar una situación, quizás comes y actúas impulsivamente sin disfrutar ni satisfacerte en calma, te dejas a ti mismo poniendo a otros por delante. Cada cual con su historia es su propia aventura.

Nuestros pensamientos crean emociones que desembocan en acciones, estas se cronifican en hábitos y así es que unos tienen sobrepeso, a otros les pesa la vida, unos se comen su baja estima y otros vomitan sus quejas.

Como digo, cada cual es su propia aventura y como ves, detrás de lo que comes hay mucho más de lo que piensas.

Cambiar es posible, sólo tienes que saber cómo.

¿Empezamos?