Rebeka Brown vivió ayer un día intenso preparando la actuación que ofrecerá esta noche en la discoteca Privilege, como aperitivo al espectáculo del rapero Taio Cruz. La catalana estará acompañada en el escenario por los bailarines Gala y Virginia, que interpretarán una coreografía de Rafa Méndez (presentador del programa ´Mójate´ de Cuatro), y por Sabrina y Naiara, dos coristas venidas especialmente de Londres para apoyar la voz de Rebeka. «Es un concierto comprimido, no un set de discoteca, que durará 40 minutos. Es un señor concierto», garantiza.

—Rebeca Jiménez Moreno, Rebeka Brown de nombre artístico. ¿Hay que usar el inglés para triunfar?

—No me lo puse con esa intención. Me lo puso un compañero que estaba conmigo cuando empecé, hace doce años. Conservé el Rebeca y entre que mi segundo apellido es Moreno y que me encantaban Jocelyn Brown, James Brown y todos los Browns, lo tradujimos. Entonces no pensaba que esto se convertiría en una carrera que duraría hasta ahora, comenzó como un juego, era algo que me divertía. Yo era cantante, actriz de musical, estaba en el teatro y pinchaba los fines de semana como hobby. Un día, en una discoteca del Pueblo Español de Barcelona, cogí el micrófono, me puse a improvisar y hasta hoy.

—¿Es posible lucir la voz con la música electrónica?

—Depende. Todo es más complicado a nivel técnico. Cuando actúas en una sala de conciertos no solo el lugar es adecuado, sino que los técnicos están acostumbradísimos y te sientes cómoda. No todas las discotecas están preparadas, hay muchos problemas técnicos y muchas veces tienes que luchar contra ellos. A veces no se te oye. Tienes que proyectar mucho más la voz que en un concierto convencional. Es jodido. Si tienes una voz muy finita o se dan unas condiciones técnicas muy buenas o lo vas a pasar mal.

—¿En algún momento ha tenido tantos problemas técnicos que ha pensado bajar del escenario?

—No, eso nunca. Show must go on! [El espectáculo debe continuar] Alguna vez, incluso, se ha apagado la música y he acabado la actuación cantando a capela, sin micro.

—¿Qué pasa cuando en una discoteca se hace el silencio y canta a capela?

—Se crea un momento especial. La gente acaba coreando la canción. Es bonito. Hay que aprovechar la experiencia que te han dado los años y tener recursos para salvar esas situaciones. En Toledo, con Juanjo Martín, cantando el hit ´Milenium´, en el punto álgido del tema se cortó el micrófono. El técnico no sabía qué pasaba. La gente seguía cantando. Me pasaron un micro casi de juguete, con un cable que no llegaba hasta el centro del escenario, y acabé con él. Fue genial.

—Después de doce años, ¿le apetece cambiar las discotecas por teatros y salas de conciertos?

—Soy artista desde que nací, lo llevo en la sangre. De pequeña estaba cantando y haciendo el payasito todo el día. Yo me siento cómoda en cualquier sitio y hace poco le comentaba a Rafa [Méndez, coreógrafo] que echo de menos actuar en otros espacios, así que es posible que pronto se me pueda ver en otros sitios. Alguna cosa hay, pero aún no la puedo adelantar. Tengo otro público, gente joven que no puede entrar en las discotecas y personas más mayores que quieren escucharme, pero no quieren ir a locales a las tres de la madrugada. Ahora es el momento. Ya tengo 36 años y me apetecen otras cosas, explorar y explotar todas mis facetas, porque hay algunas que la gente no conoce, como que toco el piano y que me gusta componer otras canciones con ritmos diferente del dance. Creo que pronto voy a preparar algo.

—Dice que de pequeña ya era artista. ¿En qué lo notaba?

—Recuerdo que los veranos siempre liaba a mis primas y amigas, a todas, y montábamos espectáculos. Las hacía ensayar, las vestía a todas igual, nos maquillábamos, mirábamos los vídeos, incluso buscábamos algún sitio en el que montar el show. Luego reunía a todo el vecindario de los apartamentos en los que estábamos en la costa, les ponía sus sillas, lo preparaba todo y hacíamos la actuación. Recuerdo aquella época con mucho cariño. Fue cuando vi que me gustaba un escenario más que cualquier otra cosa en el mundo.

—En casa ya la debían ver venir.

—Sí, y en el coche lo sufrían. Era de las que no paraba de cantar. Además, cuando comencé a pinchar de muy jovencita, tenía unos 16 años, me hacía mis casetes, grababa música de programas de radio, iba haciendo megamixes y los ponía en el coche a ver qué les parecían a mis padres.

—¿Cómo está la voz a las dos o las cuatro de la madrugada, cuando empieza alguna de sus actuaciones?

—Es difícil. Antes, cuando era joven quizás no lo notaba tanto. A esa edad, hablo de cuando tenía 20 años, puedes con todo. Sigo siendo joven, pero, ahora, a veces cuesta. Las dos de la mañana aún es una buena hora, lo que es difícil es cuando tengo un pase a las cinco de la madrugada. No soy de las que trabaja de noche y está todo el día durmiendo, normalmente me levanto a las diez o las once de la mañana porque me gusta aprovechar el día. A esas horas a veces es difícil sacar la voz. Ahora, con la Ley Antitabaco, las cosas han cambiado. Reconozco que, por un lado, es un rollo, pero yo lo agradezco porque antes llegaba al hotel y estaba fatal. Noto mucho que no hay humo. Ahora estoy cantando y no respiro toda esa porquería.

—Cuando se actúa en una discoteca ¿el look es tan importante como la voz?

—Hay que cuidar el look mucho más que en otros escenarios. A mí me encanta disfrazarme. La noche lo pide porque la gente va a pasárselo bien, a olvidar sus problemas, a bailar y quieren ver un mundo de alegría, de fantasía, de color… En España, y especialmente en Ibiza, siempre se ha cuidado mucho la imagen en la noche. Yo aquí he visto las gogós mejor vestidas del mundo. Me gusta cuidar mi imagen e ir cómoda. No sacrifico la voz con un corsé súper apretado. Siempre escojo muy bien lo que llevo para poder cantar y moverme.

—¿Alguna vez se ha subido a un escenario sin tacones?

—[Ríe] Me he subido con tacones, pero he acabado sin tacones porque se me salía un zapato.

—Sus prendas fetiche en el escenario…

—Mis botas Louboutin, que me encantan y, además, son comodísimas. Y el negro, que es mi color. Me cuesta cambiar, aunque este año llevo mucho más color. Pero mi auténtico fetiche en el escenario son mis Louboutin.

—¿Y los corsés?

—Los llevo casi siempre, algunos son Maya Hansen. Me gusta mucho el corsé, pero no puedo ponérmelo como realmente me gustaría de apretado, como se tiene que llevar en realidad, porque no podría cantar.

—Cada vez el pop, el rock y el rap están entrando más en las discotecas. ¿Qué está pasando?

—La industria musical está bastante tocada, el sistema se ha quedado obsoleto. Tendría que adaptarse a las nuevas tecnologías y a las nuevas maneras de consumo de las nuevas generaciones. Ellos no tienen el concepto de comprar música. No se está vendiendo, en estos momentos muy pocos venden, y el artista tiene que sobrevivir del directo. También ha bajado mucho la asistencia a los conciertos. Tenemos que valorar a artistas como Lady Gaga o David Guetta que han hecho que el dance y el pop se unan. Ese género se ha hecho mucho más fuerte y parece que la gente sale más a pesar de la crisis. Las discotecas cuentan con una afluencia masiva. Los artistas de pop que no tienen trabajo se unen a las discotecas. Es curioso, yo quería irme al pop y resulta que el pop se viene al dance. Está bien poder ver a grandes artistas que parecían inalcanzables en un formato más cercano. Está bien tenerlos a todos concentrados aquí, aunque también me he llevado alguna desilusión.

—¿Por qué?

—De algunos me esperaba más, la verdad. Esperaba un buen show, que me sorprendieran con todo lo que esos artistas son capaces de hacer y he visto una actuación desganada. Me daba la sensación de que piensan que vienen aquí y ya lo tienen todo ganado. Y no es así. Esperaba que cuidaran un poco más el espectáculo y ha sido algo en plan ´estoy de paso, me pego un par de canciones y ya está´.

—¿De dónde sale su nuevo single, ´Big bad bitch´?

—Nació estando en Londres con una amiga, una de las coristas que va a cantar esta noche y que también es letrista y compositora. Estábamos trasteando en el estudio, escuchando música y queríamos escribir una canción. ´Big bad bitch´ habla de esa mujer independiente, fuerte y autosuficiente. Quería, en parte, plasmar mi momento y mi situación, no necesito que me quiera un hombre para estar bien. Soy muy defensora de las mujeres. No soy lesbiana, pero soy una mujer promujeres. Estoy soltera, todo lo que tengo me lo he trabajado a base de sudor, no me ha ayudado casi nadie y hay mucha gente que ha querido y quiere que no me vaya bien. Este mundo de la noche y de los dj está dominado por el hombre. Antes a la cantante se la veía llegar y se pensaba: ´mira qué guapa, pero a ver qué hace y cómo es´. Luego ven que estás en tu sitio, que tienes los pies en la tierra y poco a poco ese estereotipo cae por su popio peso. Quería plasmar este momento en el que me siento plena, realizada y feliz con mi vida y con lo que he conseguido.

—¿Qué música lleva en el coche o el ipod?

—¡Guau! La verdad es que en casa y en el coche suelo escuchar otro tipo de música diferente al que canto. Escucho mucha música en el coche porque es donde oigo bien los sonidos y puedo ver cómo ha quedado, si la voz está más alta o más baja… Pero no suelo escuchar mucha música dance en mi día a día porque estoy un poco saturada y necesito respirar. Escucho mucho jazz y flamenco, que me encanta. Ahora pongo mucho a Erykan Badu, Bruno Mars y Adele, que la pongo constantemente, pero oigo todo tipo de música. Estos días también a Amy Winehouse. Michael Jackson siempre está en mi ipod, igual que Beyoncé y las grandes divas, además de música menos conocida, como Roy Hargrove, que es jazz. En mi ipod hay muy poca música comercial.