´El Niño Nada´, de Víctor Escandell, no se lee. En ´El Niño Nada´, del ilustrador ibicenco, se entra. Y se intenta salir. Para ello hay que conseguir llegar a Ítaca, el final del libro, cuyo camino no discurre página a página. Es un poco más complicado. Hay 21 posibles recorridos, pero sólo uno es el bueno, mejor dicho, el que conduce al final. El resto llegan a un punto muerto -«game over, c´est fini»- en el que al lector no le quedará más remedio que desandar lo andado (desleer lo leído) para recuperar el camino bueno y tomar las decisiones correctas. Porque eso es lo que tiene que hacer el lector: escoger.

Los que fueran niños en los años 80 reconocerán en seguida la estructura de los libros ´Elige tu propia aventura´, de Timun Mas. En ellos se ha inspirado Escandell, que pasó horas de su infancia y adolescencia con «aquellos libros azules y rojos». Eso sí, hay algunos cambios. El ibicenco, que trabaja en Barcelona, ha dedicado mucho tiempo a buscar la fórmula para que el lector que escoja uno de los caminos erróneos pueda volver atrás.

El ibicenco ha invertido los viernes -«y algunos sábados y las vacaciones»- de los últimos cinco años en dar forma a ´El Niño Nada. Aventuras sin límite de un tipo limitado´. De lunes a jueves se dedica a los encargos, pero los viernes «desde siempre» se los ha dedicado a él. A desarrollar sus propios proyectos. A esbozar lo que le gusta. A imaginar sus propias historias. A escribir y dibujar sin más censura que la autocensura. Y sin saber siquiera si, una vez acabados, se publicarán.

De la ternura a la oscuridad

La estructura de este último libro responde a la necesidad de Escandell de no aburrirse: «Seguir durante tanto tiempo con un mismo estilo me mataba y esta historia me permitía que cada ilustración fuera diferente». Sólo hay que echar un vistazo a las 150 páginas del libro para comprobar que en ellas conviven ilustraciones dulces, oscuras, realistas, tiernas, crudas, dantescas, naif, coloridas, en blanco y negro... Uno de los aspectos que más preocupaba al autor es que el protagonista, el Niño Nada, se mantuviera reconocible en esos saltos de estilo en los que, a pesar de las diferencias siempre se mantiene ese aire sombrío que tanto gusta al ilustrador: «Tiendo a eso, por eso planteé una historia sencilla y cómica que supusiera un contrapunto». Uno de los principales retos de Escandell fue que a pesar de esos cambios en la ilustración el protagonista fuera totalmente reconocible.

La aventura comienza con el Niño Nada sentado en la litera de una celda que huele a orín y en la que pasa los días «mirando embobado alguna grieta de la pared (...) o una mosca vacilona y descreída; o un lívido calendario caducado de una joven actriz porno que no es actriz porque es actor (...) o el vacío de su alma transparente que envejece». Lleva así cuatro de sus seis años de condena por beber en la calle un producto envasado en polietileno no degradable en el que no constaba la normativa sanitaria cuando le revocan la pena y le conceden la libertad anticipada. Indignado porque lo dejen libre a pesar de que es «mucho más cabronazo» que cuando lo encarcelaron, decide fugarse antes de que lo liberen. Y ahí el lector tiene que tomar la primera decisión: que el Niño Nada espere una señal divina o que soborne al doctor Murray.

Un puzle con ocho pecados

«Es un puzle», define el autor, que explica que, tras hacer un guión, primero diseñó la historia principal, el camino único a Ítaca, y luego se dedicó al resto de relatos que enredan la aventura, en la que el lector puede acabar guiando al protagonista a sucumbir a ocho pecados capitales. Sí, ocho, «los siete de toda la vida más uno de regalo».

Escandell confiesa que ni siquiera en esta alocada historia ha podido sacudirse de encima la inspiración de la mitología clásica. Si bien en esta ocasión aparece de forma más disimulada que en su anterior libro, ´Sinsonte´. Asegura que su protagonista, «que está vacío, no tiene nada dentro», es un antihéroe, un perdedor, un personaje completamente enfrentado al gran héroe de ´La Odisea´, historia que, sin embargo, sigue punto por punto ´El Niño Nada´. «No aparece, pero ´La Odisea´ está ahí en todo momento», indica el ilustrador, que asegura que su debilidad por los clásicos se debe a que aún hoy «explican muy bien» lo que pasa en la sociedad, definen lo que «está bien y está mal», cómo es el ser humano y, sobre todo, cómo se comporta.

El libro está cargado de crítica social y de ironía. En ella aparecen la política, las redes sociales, el sexo... «Tiene los pies en el suelo, en la vida real», considera su autor, que confiesa que en algunos momentos tuvo miedo de que la historia resultara «demasiado onírica».

Ése fue uno de los motivos por los que, una vez acabado el libro, le pidió a dos de sus mejores amigos que lo leyeran y le hicieran una crítica sincera. Temía, entre otras cosas, que no se pudiera seguir bien la historia, que no se reconociera al protagonista con los saltos de estilo en la ilustración o que la trama no estuviera bien cerrada: «Eran cosas que yo no podía ver porque estaba dentro de la historia». Uno de esos dos lectores, Dani Valenciano (autor del prólogo), le recomendó que cambiara el final. «Era muy chorra», reconoce con naturalidad y riéndose Escandell, que cambió por completo el final: «Es mucho más espectacular, mucho más bestia».

Pero este segundo final tampoco es definitivo. Quizás, dentro de seis meses, sea completamente diferente. Y es que los lectores no encontrarán el desenlace en ninguna de las 150 páginas del libro, sino en su ordenador, su móvil o su tablet. De hecho, las instrucciones previas a la lectura del libro ya advierten: «Como ejercicio de desintoxicación, en el libro no aparece ningún teléfono móvil, pero sin él te será imposible llegar a Ítaca». «Si sigues el camino central y llegas al final de la historia, encontrarás un código qr [esos cuadrados similares a un código de barras] que te llevará a un final on-line», detalla Escandell, que confiesa que, tras cinco años de trabajo no sabía si encontraría editor. Tampoco es algo que le preocupe especialmente cuando se pone a trabajar en sus propios proyectos: «No quiero pensar en ello. Si lo encuentro, bien, si no, cuando ahorre un poco lo autoedito». En esta ocasión no hizo falta. Ediciones Bang no sólo se hizo cargo de la publicación, sino que incluso decidió que el libro fuera más grande de lo previsto: «Tuve que modificar el formato de todas las páginas. Fue mortal, pero valió la pena».

Escandell tiene ya en marcha otro de sus proyectos personales. De esos que le ocupan los viernes, algún sábado y parte de las vacaciones. Tiene claro que no tendrá la dimensión ni la complicación de ´El Niño Nada´. No quiere pasarse otros cinco años centrado en una obra. Será más corto. Más sencillo. Pero más potente.