Concha Buika llega a Ibiza «muy ilusionada». Será la primera vez que se plante frente al público de la isla después de una pequeña incursión en los escenarios pitiusos hace años, cuando vino «como soldado» de Tomeu Penya, explica la cantante y compositora, que hila una conversación como la mayoría de sus temas: comienza suave y pausada y acaba cual huracán.

- ¿Canta desde la cabeza, la garganta, el corazón, el estómago...?

- No lo pienso. Canto desde la sensación primitiva de no tener que pensar en nada. Ni desde dónde, ni en cuándo, por qué... Nada. Desde ahí. Desde el instinto.

- ¿Compone desde el mismo sitio?

- Depende.

- ¿De qué?

- ¡Uy! De muchas cosas. Del quién, del por qué, del cuándo, del cómo...

- No hay una sola manera.

- La música sigue siendo un milagro y un misterio, si no ya la habríamos destruido.

- ¿Somos muy de destruir?

- Somos humanos y eso comprende muchísimos términos, todos los que existen, de hecho, porque los hemos inventado nosotros.

- ¿Se puede crear sin vivir?

- Es otro tipo de experiencia que se puede describir en una canción, en un poema, en una fotografía... Crear es la necesidad de seguir. Desde el presidio y desde la incomunicación se crean piezas increíbles por el deseo de la libertad.

- Entonces, para crear lo importante es el deseo de algo.

- Sí. Crear no es ni más ni menos que desear. Ahí es donde metemos nuestros anhelos y deseos. Estoy convencida de que la única biblia que tiene el ser humano es su historia artística, y hablo desde mi naturaleza primitiva, desde aquella que ni piensa ni siente ni desea ni sueña ni pretende. La historia la escriben los que ganan, pero una canción, una obra, un poema, un artículo, eso lo escribe quien anhela, quien desea, quien quiere que la verdad se quede ahí con todas la consecuencias, a sabiendas de que eso le va a conducir a la muerte, como en muchos países. Ésa es nuestra biblia, la que cuenta quiénes somos, y está escondida en canciones, novelas, poesías, coreografías, obras de teatro, pinturas... Todas las demás, pertenecen a la historia de nuestros miedos y anhelos, de lo que queremos, pretendemos o nos gustaría ser.

- Habla de miedos y su último disco es ‘Vivir sin miedo’. ¿Es posible?

- Sería estúpido. Jamás estaría con alguien o tendría un mánager que viviera sin miedo. El miedo nos une. No se trata de no tener miedo, sino de que el miedo no nos dirija. No hay que maximizar las herramientas que la naturaleza nos ha dado, hay que dejarlas hacer su función, y no creo que la función del miedo sea la de imposibilitarnos la vida o que no seamos quienes queremos ser. Los usaron en épocas antiguas para eso, ahora podemos pensar por nosotros mismos, aunque nos han metido muchos miedos en la cabeza.

- ¿Hay que perderle el miedo al miedo?

- Creo que no le tenemos miedo, sino que es secreto por miedo a no ser comprendidos. El miedo es más una sensación de soledad no real. No es miedo al miedo, es miedo a la falta de comprensión, pero siempre hay alguien que puede entender tu mensaje o lo que te pasa.

- ¿Un artista lo que busca es que le entiendan un poco más?

- Creo que lo que busca es comprenderse un poco más.

- ¿Y funciona?

- Sí, mucho. Muchísimo.

- ¿A usted le ha servido?

- Nunca he tenido necesidad de comprenderme porque nunca hago nada que sienta que es dañino. Siempre he sido muy fiel a mi instinto. Me han llamado de todo, pero estoy acostumbrada. ¿Sabes qué pasa? Que partí con un as en la manga.

- ¿Cuál?

- Pues que nadie a mi alrededor creía que yo tuviera la capacidad de hacer nada en esta vida. Era un auténtico paquete.

- ...

- ¡Es verdad! ¡Para qué voy a mentirte! Era un trasto. Pensaban que terminaría limpiando escaleras. Vengo de una persona que ha criado a sus seis hijos limpiando escaleras y yo no sentía que hubiera nada de malo en ello. Todos sus hijos hemos podido estudiar y ser lo que quisimos ser. ¡Mira lo que dan de sí las escaleras! No animo a nadie a que limpie escaleras, sino a que en cada escalón que frieguen piensen en lo lejos que están llevando a sus hijos. No lo saben. No imaginan hasta dónde puede llegar cada escalón que están limpiando, lo lejos que pueden llevar a esos hijos que les esperan en casa. Que con la energía con la que hacen eso se preparen ellas para llegar más lejos. Mi mamá terminó graduándose en la universidad con lo que consiguió en cada pasito de fregar, tenía 70 años.

- ¿No hay paso de fregona pequeño?

- ¡Qué va! Cada paso del camino, así sea por el desierto, nos hará más fuertes. Eso te lo puedo asegurar.

- ¿Hay muchos pasos en el desierto en una carrera como la suya?

- Espero que sí. Espero que ese desierto sea muy y muy largo.

- ¿Sigue manteniendo que es una joven promesa?

- Nena, acabo de cumplir 44 años, ¡por supuesto que soy una joven promesa! Pronto empezará el rock and roll, me lo voy mereciendo. Me gusta, pero aún no me ha llegado la edad del rock and roll.

- El rock debe ser de los pocos estilos que no ha tocado.

- Es un estilo que siento que me ganaré con la edad, porque hay que cantarlo desde una sabiduría y una rabia que, ahora, si lo hiciera, sería potencia sin control. Aún tengo la lengua muy rápida y edad de blasfemar. Los rockeros cantan la verdad desde un lugar que no duele en el orgullo, sino en la conciencia, en el pensamiento. Soy muy joven aún. Pero llegaré.

- Cualquiera que la oiga y la haya escuchado no la creerá.

- Sí... Bueno, eso es un debate.

- No soy la primera que se lo dice, ¿no?

- No. Es un debate largo. Lo que pasa es que estoy en la búsqueda. El rock and roll es haber encontrado y yo estoy buscando. Y no me refiero al psicoanálisis, que soy muy africana para esas cosas, me refiero a que vivimos de encontrar y las cosas se encuentran o no, pero no las encuentras nunca donde las buscas. Ahí es donde sitúo el rock. Lo voy a encontrar, pero estoy en la búsqueda, que es ese desierto del que hablábamos antes y que quiero que sea muy largo.

- Eso suena muy duro.

- ¡Ay cariño, es que soy coplera! Soy de decir: Pónmelo más difícil, venga.

- ¿No le gusta lo fácil?

- Es que no creo que exista lo fácil. Si es fácil hay engaño, hay truco, no estaríamos aquí si todo fuera fácil.

- Nunca planea nada, pero ¿ha planeado algo para Ibiza?

- Voy con un repertorio libre. Actúo cada dos o tres días, si tuviera que programar mi vida no podría hacer esto o sería un robot, y ya estamos suficientemente robotizados. Cuando era chica le oí una cosa a un señor en un bar: «Que te pille donde quiera, que te pille como quiera, pero que no te pille trabajando». Y tenía razón. Cada lugar al que vayas, disfrútalo, hermana. Da igual si estás camino del dentista o en un autobús, disfrútalo, que no se te instale en la cabeza el concepto de que estás currando. Siempre estamos donde tenemos que estar.

- ¿Seguro?

- Sí. Creo en la causalidad de las cosas. Si por casualidad perdí el autobús, igual tenía que perderlo. Como cuando le cuentas algo a alguien y ese alguien lo cuenta aunque le has dicho que no lo haga. Igual no querías que saliera, pero la parte más profunda de ti, sí. Estamos condenados al habla, es una condena, desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir. Y no vas a estar acertada siempre. Seamos más benevolentes con nosotros mismos.

- ¿Y con los demás?

- También, seamos más benevolentes. Si algo se suelta, pues se soltó: «Lo siento, te quiero, la he liado parda, no te vayas de mí».

- Eso le ha quedado muy de copla.

- ¡Exacto! No te vayas de mí, cuenta lo que quieras, llámame lo que quieras, pero sigamos. Hay una anécdota que es una gran lección de la vida. Éramos todos niños, estábamos con mi tía, llegó otra tía y se tiraron de los pelos, se dieron bofetones y había trenzas por todos lados. Pero acabaron, se cogieron del brazo y se fueron al mercado. Pues eso.

- O sea, que todo mejor pa’ fuera.

- Todo mejor pa’l’aire, que al aire nada le pesa, cariño. Se lo lleva todo, hasta las canciones, y no tiene consecuencias.