Bajo la superficie, en lo que será la futura estación de Madrid Río, en la línea 11 de Metro, unos tablones de madera dispuestos longitudinalmente marcan lo que parece un camino o un cauce. Lo es, de hecho. Sorprende que a pesar del tiempo transcurrido, más de 250 años, y de la humedad a que estuvieron sometidos durante buena parte de ellos, esos maderos y las estacas que los apuntalan estén tan relativamente bien conservados y guarden la estructura original como dos paredes o dos costillares, a nueve metros uno de otro y a lo largo de 50 o 60 metros.
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