Con su medalla de oro al cuello Magawa se despide y deja muy alto el listón. Puede que ni ella misma lo sepa, pero ha salvado miles de vidas en Camboya. A sus espaldas 71 minas antipersona y 38 arfetactos detectados justo a tiempo. Todo gracias a su infalible olfato. Detecta los olores de los químicos, pero es tan pequeña, que su peso no es suficiente para detonar los explosivos. Ha evitado que se repitan tragedias como la de un hombre que a los 7 años pisó una mina que le arrancó la pierna. Una realidad con la que conviven día a día miles de camboyanos, temerosos de labrar su propia tierra por miedo a morir. Gracias a estas ratas antiminas se sienten algo más tranquilos. Magawa ahora dice adiós. Se jubila tras cinco años de brillante carrera, con la misión más que cumplida, se ha ganado su descanso.