Los bosques ocultan decenas de 'caseres d'abelles', casi todas abandonadas, muchas cubiertas por maleza. La primera vez que las vio José Manuel Escobar pensó que eran tumbas, pero le extrañó que de ellas salieran abejas. Ni se imaginó que aquellos cajonjes de piedra fueran colmenas ni que dentro hubiera la miel, la más rica y natural.