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La eclosión de la inteligencia artificial revoluciona nuestra vida

La popularización entre el gran público de generadores de textos e imágenes, como ChatGPT o DALL-E, abren la puerta a un nuevo mercado pero también a importantes riesgos, una dicotomía que la IA también extiende a múltiples sectores económicos

Imagen generada con el modelo de difusión creado por Stable Diffusion para la generación de imágenes a partir de texto vía Inteligencia artifical. Jordi V. Pou

La Inteligencia Artificial (IA) lleva décadas entre nosotros, pero nunca había estado tan presente en nuestras vidas. Primero fueron los superordenadores capaces de jugar al ajedrez, después los asistentes virtuales y este 2022 ha sido el año en que los sistemas generativos, capaces de crear en cuestión de segundos textos o imágenes que no han existido nunca en base a la petición de los usuarios. Estas novedades, las más potentes hasta la fecha, han popularizado los productos de IA entre el gran público, pero también han despertado temores entre quienes los ven como una amenaza.

Más allá de las fantasías distópicas, la IA es la disciplina que dota a las máquinas de la capacidad para responder a problemas complejos. Los ordenadores no tienen autoconsciencia, pero sí pueden calcular, memorizar y aprender en base a los datos con los que los humanos los entrenan, siendo capaces de darse órdenes a sí mismos para mejorar. En la práctica, la IA permite que Siri (Apple) o Alexa (Amazon) entiendan y procesen tus peticiones, pero también ha logrado automatizar procesos industriales con la robótica, organizar operaciones financieras complejas o diagnosticar enfermedades antes que los ojos de los médicos.

En los últimos meses, sistemas cada vez más avanzados han empezado a revolucionar el arte. La aparición de programas como DALL-E (que debe su nombre al pintor catalán Dalí), Stable Diffusion o Midjourney han fascinado a millones de usuarios de todo el mundo con su capacidad de dibujar en tiempo real (e incluso en 3D) cualquier imagen que les describimos, imitando estilos pictóricos y abriendo la puerta a un nuevo tipo de arte digital. El generador de texto Chat-GPT, por su parte, puede charlar con el usuario, escribir novelas, componer poemas o programar código informático. "Cada vez simula mejor el razonamiento humano, es increíble", explicaba a El Periódico, del grupo Prensa Ibérica, David Casacuberta, profesor de lógica y filosofía de la ciencia en la UAB.

Mientras el mercado tecnológico se ve arrastrado por las turbulencias macroeconómicas, las IA generativas están haciendo emerger un mercado cada vez más atractivo. Las inversiones de capital riesgo en este tipo de tecnologías creativas se han disparado un 425% desde 2020 y ya alcanza los 2.100 millones de dólares, según datos de PitchBook. OpenAI, la organización cofundada por Elon Musk, financiada por Microsoft y que está detrás de algunos de los programas más exitosos, está valorada en 20.000 millones y prevé multiplicar su negocio en los próximos meses.

Riesgos de las IA creativas

Estas IA son un fenómeno con el que todo el mundo quiere ‘jugar’. Pero, aún así, no están exentas de riesgos. Chat-GPT puede difundir falsedades con un tono real y convincente, llevando a engañar a los usuarios sin que estos se den cuenta. "Sigue tu conversación muy bien y parece que razona, pero cuando se inventa algo y tú no lo sabes puedes creer que es cierto", apunta Helena Matute, catedrática en psicología experimental especializada en IA, quien alerta sobre el peligro de que cada vez "sea más difícil contrastar la realidad". Ese mismo problema forzó a Meta –propietaria de Facebook e Instagram—a retirar su modelo de lenguaje Galactica tres días después de abrirlo al público. “Si no eres riguroso siempre, no eres confiable nunca”, ha advertido el analista tecnológico Antonio Ortiz. Google aún no ha lanzado el suyo por temor a que afecte su reputación.

Por otro lado, la popularización de los generadores de imágenes ha puesto a los artistas gráficos en pie de guerra, pues denuncian que esas IA se entrenan basándose en sus obras sin su consentimiento para crear resultados nuevos sin derechos de propiedad. Dicho de otra forma, que les roban el negocio. Además, estos modelos aprenden con datos que extraen de internet, lo que les hace amplificar sesgos de raza, sexo, edad o clase presentes en la red. Así, usuarios de la popular app Lensa que usa la IA para transformar nuestras ‘selfies’ en pinturas más atractivas de nosotros han denunciado que mientras a los hombres se los estiliza como astronautas, exploradores o inventores, el programa tiende a desnudar e hipersexualizar a las mujeres.

Oportunidades e impacto social

La eclosión de las IA creativas es la última consecuencia de un fenómeno que lleva años normalizándose en múltiples sectores económicos. Y es que un 50% de las empresas de todo el mundo ya están intentando aplicar estos sistemas inteligentes, un 30% más que en 2017, según la consultora McKinsey.

De los servicios financieros a las telecomunicaciones, la salud, la logística o el turismo, la mayoría de industrias están apostando por la IA para procesar las peticiones de los clientes, automatizar tareas repetitivas, analizar millones de datos para extraer patrones y, en definitiva, para hacer que sus negocios crezcan siendo más productivos y eficientes. McKinsey estima que la IA tendrá un impacto de 13 billones de dólares en la actividad económica mundial de cara al 2030, siendo, en su opinión, el mayor avance desde la invención de la máquina de vapor en el siglo XVIII.

Imagen generada con el modelo de difusión creado por Stable Diffusion para la generación de imágenes a partir de texto vía Inteligencia artifical. Jordi V. Pou

Como sucedió con la locomotora, la aparición de tecnologías revolucionarias entraña oportunidades, pero también riesgos. Se calcula que el uso de la IA afectará a entre un 12% y un 47% de los puestos de trabajo. Los más mecánicos serán sustituidos por la robótica, pero a su vez aparecerán nuevos perfiles laborales más técnicos para programar y supervisar las máquinas. Aún así, la digitalización ya está causando externalidades sociales, como el proletariado digital que ha alumbrado el llamado capitalismo de plataformas con compañías como Uber o Glovo. "Hay muchos derechos que tenemos garantizados en el mundo analógico pero que en el mundo online se diluyen y hay que defender", apuntó a este diario la economía Lucía Velasco.

Combo de imágenes creadas con inteligencia artificial AI con la aplicación 'photoleap' inspiradas en Autorretratos de Van Gogh.

Esa dicotomía se hace extensible a todos los ámbitos en los que desembarca la IA. Cada vez son más las administraciones públicas que recurren a esos sistemas para tratar de predecir desde los flujos migratorios hacia Europa hasta el riesgo de reincidencia de los presos, como sucede en las cárceles de Cataluña. Esos métodos buscan hacer que la gestión de todo tipo de asuntos sea más eficiente, pero también despiertan recelos. Es por eso que, tanto grupos de ciudadanos como el propio Gobierno, se están organizando para vigilar que el despliegue de la IA desbloquee todas sus oportunidades minimizando su impacto social.

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