El glaucoma es una enfermedad ocular que consiste en el daño del nervio óptico. La consecuencia es una pérdida de visión progresiva e irreversible que suele iniciarse en el campo de visión periférico, por lo que no se suele detectar hasta fases avanzadas.

El glaucoma se considera la segunda causa de ceguera en el mundo y la primera causa de ceguera irreversible. En España, afecta a más del 3 % de la población y aproximadamente la mitad de los pacientes desconocen que padecen la enfermedad.

Existen dos tipos principales de glaucoma: el glaucoma de ángulo abierto que sucede cuando el drenaje del líquido intraocular (humor acuoso) no funciona correctamente a pesar de ser permeable y el glaucoma de ángulo cerrado, que se da cuando el citado drenaje está bloqueado. Otro tipo de glaucoma menos frecuente se presenta en formas secundarias a otras enfermedades oculares.

«El principal factor de riesgo para desarrollar glaucoma y el único sobre el que podemos actuar con el tratamiento es el aumento de la presión intraocular» explica el doctor Javier Fernández, oftalmólogo del Instituto Pitiuso de Oftalmología. «Cuando el líquido intraocular (humor acuoso) se acumula en el ojo, aumenta la presión que éste ejerce sobre el nervio óptico y como consecuencia se dañan las fibras del nervio. Se considera una presión elevada cuando la cifra se sitúa por encima de 21 mmHg (milímetros de mercurio)», añade.

El doctor Fernández matiza que «es importante saber que no todas las personas tienen la misma susceptibilidad para desarrollar glaucoma con una presión alta». El especialista añade que «hay pacientes con hipertensión ocular, en los que su nervio óptico es capaz de soportar la compresión de sus fibras sin que éstas se dañen. Otros pacientes tienen una presión intraocular normal experimentan este daño sobre el nervio óptico y, por tanto, padecen glaucoma, en este caso, con una tensión normal. De ahí la dificultad para su diagnóstico y la importancia de la revisión oftalmológica».

La presencia de otros factores de riesgo como tener más de 60 años, una miopía mayor a 5 dioptrías, córnea delgada, antecedente familiar, alteraciones de la circulación sanguínea o ser de origen africano puede aumentar la probabilidad de desarrollar glaucoma.

Es importante destacar que en la mayoría de los casos, el glaucoma no ofrece ningún tipo de síntoma que ayude a su detección precoz. Por ello, la pérdida de visión, en muchas ocasiones, no se manifiesta hasta un estadio avanzado de la enfermedad.

Por lo tanto, los profesionales del Instituto Pitiuso de Oftalmología del Grupo Policlínica insisten en la importancia del cribado oftalmológico de la población de riesgo para establecer un diagnóstico precoz y frenar su progresión a tiempo. El doctor Javier Fernández manifiesta que «en el estudio del paciente es importante la medición de la presión intraocular (tonometría) así como determinar el tipo de ángulo (gonioscopía) que presenta el paciente. También es necesario abordar tanto la estructura como la función visual del nervio óptico. La estructura del nervio óptico se puede analizar mediante la visualización directa del fondo de ojo o retinografía y a través de técnicas de alta resolución como la tomografía de coherencia óptica (OCT), que es capaz de analizar el grosor de la capa de las fibras del nervio óptico y estimar su pérdida. La función del nervio óptico se estudia mediante la campimetría visual que explora los defectos de visión periférica y central del paciente. El análisis combinado de todas las pruebas ayudan a que los especialistas determinen el diagnóstico y el grado de glaucoma. Asimismo, estas pruebas sirven para analizar la progresión de la enfermedad en las visitas sucesivas».

El tratamiento se basa en disminuir lo suficiente la presión intraocular, incluso por debajo de lo que se pueden considerar cifras normales, para evitar la progresión de daño sobre el nervio óptico, ya que éste no se puede regenerar. La decisión de tratar también se puede basar en la presencia de múltiples factores de riesgo, entre ellos una presión intraocular alta, que en suma impliquen una probabilidad elevada de desarrollar glaucoma en un periodo de tiempo relativamente corto. En estos casos, de manera preventiva, aún sin detectar un daño objetivo sobre el nervio óptico, se podría indicar el inicio del tratamiento.

Las líneas de tratamiento se dividen en tratamiento farmacológico, generalmente con gotas, láser y quirúrgico. Las gotas suelen ser el tratamiento más habitual y obliga a los pacientes a un cumplimiento estricto de la dosis diaria, así como de los controles para evaluar la eficacia. Sin embargo, el uso crónico de estos medicamentos puede producir efectos secundarios que lleven a una intolerancia de los colirios, por lo que si se da este caso, hay que buscar terapias alternativas. En esta segunda línea, entran los tratamientos con láser (trabeculoplastia / iridotomía), que se realizan en la consulta y que consiguen mejorar el flujo de salida del humor acuoso. Cuando estos tratamientos no consiguen frenar la progresión, se acometen procedimientos quirúrgicos.

La cirugía de glaucoma ha experimentado un boom en los últimos años debido al desarrollo de técnicas mínimamente invasivas (MIGS), que se realizan de manera ambulatoria, con anestesia local y con una recuperación rápida del paciente. Estas técnicas no tienen la misma potencia, en cuanto a reducción de presión, que la cirugía convencional, por lo que suelen indicarse en casos leves o moderados. Su bajo riesgo en cuanto a posibles complicaciones hace que sean técnicas cada vez más empleadas y en continuo desarrollo.

Por último, la cirugía convencional, como la cirugía filtrante y de sistemas de drenaje, permite reducir de manera importante la presión intraocular creando vías alternativas de drenaje del humor acuoso. Son técnicas que se reservan para glaucoma avanzados, cuando el resto de tratamientos no consiguen frenar la progresión de la enfermedad o cuando son necesarias reducciones de presión intraocular más potentes. Son cirugías que obligan a un seguimiento más exhaustivo, no exentas de complicaciones, pero que realizadas correctamente consiguen estabilizar la enfermedad.

El Instituto Pitiuso de Oftalmología ofrece distintos tipos de tratamientos en función de las necesidades de cada paciente.