Los brotes verdes que se vislumbran en la UD Ibiza
El equipo de Miguel Álvarez, que empató a cero en el campo del Tarazona, comenzó a mostrar las señas de identidad de lo que quiere el nuevo técnico: estructura defensiva, un equipo compacto y que todo el mundo corra

Imagen de Monju en el partido ante el Tarazona. | UD IBIZA

Encontrar brotes verdes en una temporada como la actual de la UD Ibiza es complicado, muy complicado. Tanto que hasta hace apenas una semana, parecía algo imposible, pero aunque parezca una quimera, este fin de semana puede ser el preludio de un futuro mejor o de ver la luz al final del túnel. Parece un insulto a la inteligencia de la parroquia celeste que el técnico hable de «brotes verdes» cuando su equipo ocupa la decimotercera posición del Grupo 2 de Primera RFEF con 12 puntos, uno por encima del descenso, y a ocho del líder, el Atlético de Madrid B. O incluso delirante cuando se ven las cifras goleadoras de los pitiusos, que solo han conseguido perforar la portería rival en uno de sus seis últimos encuentros ligueros.
Casi nada. Porque no es baladí que la UD Ibiza solo haya sumado seis puntos de los últimos 24 posibles, ni que la pasada semana fuese eliminada en la primera ronda de la Copa del Rey por el colista del Grupo 4 de Segunda RFEF, que curiosamente (o no), solo ha ganado un partido en toda la temporada, dos si contamos la eliminatoria ante los pupilos de Miguel Álvarez, que cumplirá este martes dos semanas como entrenador del banquillo celeste.
El nuevo entrenador de la UD Ibiza parece que poco a poco va dejando su impronta como entrenador. Ante el Tarazona se pudieron ver las que serán las señas de identidad del jienense, que terminó el partido frente al conjunto aragonés «contento por cómo compitió el equipo».
La UD Ibiza empató en el Municipal de Tarazona ante un equipo que no ha recibido ningún gol en su feudo, donde había sumado tres victorias y un empate antes de la llegada del plantel insular. Pero la afición celeste tuvo varios motivos para sonreír y esperanzarse: Ramón Juan volvió a ser ese portero decisivo que vale puntos y que decide partidos, el equipo vuelve a presionar y tener una estructura defensiva reconocible, y se palpa que los jugadores son los primeros interesados y con ganas de revertir esta pésima dinámica.
Hay noches en las que el fútbol parece reencontrarse con su esencia. En las que el ruido, la frustración y la inercia dan paso, por fin, a un murmullo distinto: el de un equipo que empieza a creer. En Tarazona, la UD Ibiza dejó entrever ese latido perdido. No fue una obra maestra, ni un despliegue técnico de otro mundo, pero sí un punto de inflexión. Por primera vez en mucho tiempo, el equipo compitió.
Los cuatro del centro apretaron cuando tocaba, ordenados en un 4-4-2 que al fin tuvo sentido. Bastó con que Davo y Castillo en punta, junto a Del Pozo y David García por dentro, se coordinaran con un mínimo de criterio. Un poco de orden, unas distancias coherentes, y de pronto el rival no encontraba salida. Durante un buen tramo, el conjunto de Álvarez asfixió al Tarazona, le robó el aire y la iniciativa. Y en ese instante, algo cambió.
Ernesto, con ritmo y determinación, puso la chispa que hacía falta. En ese contexto más físico y continuo, Vico sufrió más, le costó entrar en la dinámica sin balón. Pero el problema de fondo no está en los nombres, sino en los perfiles: para competir, hacen falta piernas. Y la UD Ibiza lleva tiempo poblada de jugadores de toque, veteranos, talentosos, pero sin la energía ni la atención táctica necesaria para partidos en los que toca bajar al barro. Se necesita gente que vuele por las bandas y que compita en el centro del campo. No se trata de inventar nada, sino de hacer las cosas con sentido. De meter a quienes corren con y sin balón, de construir patrones tácticos visibles, reconocibles, porque no se puede jugar al trote.
David García puede ser el socio que Del Pozo necesita. Castillo y Davo, una pareja de trabajo y entendimiento. A veces el esfuerzo no se ve en directo, con la tensión y la desilusión de los resultados, pero ahí está: en las distancias, en la conexión, en el compromiso.
La entidad presidida por Amadeo Salvo ha vivido mucho tiempo desconectada. Pero este domingo se volvió a ver, por fin, un equipo real. Persisten los errores, claro (faltas innecesarias al borde del área, despistes, malos hábitos heredados de meses sin confianza...), pero la actitud fue otra. Vico se sacrificó, Ernesto aportó movilidad, y hasta se intuye una flexibilidad que antes no existía: Davo puede bailar junto a otro ‘killer’, Castillo puede caer a la izquierda, y a los veteranos toca hacerles correr. Pero esa competencia, si se mantiene la conexión, puede ser el motor de algo grande.
Porque lo que se vio en Tarazona fue otra cosa: un equipo que va al duelo, que disputa, que muerde. Y eso, en la UD Ibiza, es el punto de partida. Desde ese partido en Tarazona, se vislumbró lo esencial: la intención. Ese espíritu que hace tiempo parecía apagado y que, quizá, está empezando a renacer. No fue sólo un partido. Fue un punto de partida para construir.
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