First Dates cuenta con un elemento esencial para enganchar a la audiencia temporada tras temporada y ser una fuente inagotable de contenido: el amor. Si bien no siempre surge la llama entre los que se presentan en las citas a ciegas, a menudo salta la sorpresa y resulta que, de repente, dos personas que estaban hechas la una para la otra acaban encontrándose en el restaurante del amor.

Carlos Sobera, presentador del programa desde sus inicios, ha sido testigo de incontables encuentros que no siempre han salido bien. Por su restaurante del amor han pasado auténticos personajes con aficiones, gustos y preferencias de lo más variadas, que han causado una verdadera sorpresa en sus acompañantes durante la cita. A riesgo de que no siempre salga bien, muchos prefieren mostrarse tal y como son a vender una imagen de ellos mismos que no corresponde a la realidad.

Lorenzo llegó a plató presentándose como un “viejoven”, “un alma vieja con un cuerpo de joven”, tal y como él mismo ha relatado. “Antes que estaba un poco descuidado me calculaban hasta treinta años”, contaba fuera de cámaras Lorenzo, que actualmente tiene 22. El karate le enseñó llevar una mentalidad mucho más espiritual y considera que ahora tiene un don. “En sueños se me aparecen muchos mensajes”, confesaba. El comensal llegó al bar con un péndulo que solo él podía tocar por un tema de “vibras”. Sobera le pidió entonces a Lorenzo que preguntara a su péndulo si su cita de esa noche iba a ir bien. “Sí, va a ir muy bien, si va lineal…”, afirmó. “Creo que hasta me voy a casar seguramente porque mira”, continuó diciendo Lorenzo al son del movimiento de su aparato.

En ese momento entró en el bar Marcos, un dramático, según él mismo. “Soy un llorón, lloro por cualquier cosa”. Aunque Lorenzo no sería el tipo de chico en el que se fijaría, sí que le gustó. Durante la cena, el comensal sacó una bola de cristal que sorprendió a Marcos. Después de una conversación cargada de espiritualidad, llegó la decisión final. A pesar de que Lorenzo diera el sí porque sintió que había algo más allá, Marcos dijo que no. “No sentí esa chispa que tenía que sentir, pero siempre que quieras tomar algo yo te invito”.