“Todo el mundo sabía que Isaac estaba a favor de la eutanasia, pero yo era la que estaba 24 horas con él y me dijo una y otra vez: Me quiero morir ya”. Esta es la versión que ha dado la acusada de asesinar a su marido, con una enfermedad degenerativa, ante las preguntas de su defensa. Beatriu F., que ha eludido responder a las acusaciones, ha confesado que lo estranguló con el cordón de las zapatillas pero ha matizado que lo hizo porque su marido le había expresado su deseo a morir el día anterior.

“Hice algo que no tenía haber hecho, cogí un cordón y lo ahogué”, ha reconocido la presunta viuda negra de Godelleta, con una declaración en la que sabía en cada momento dónde poner énfasis a las emociones. “No tenía que haber muerto así, pero le prometí que lo ayudaría”, alega.

La acusada ha manifestado que previamente fue el propio Isaac quien se tomó "una a una" las pastillas de dos botes de un medicamento, que ni siquiera recordaba el nombre, solo que era para el paludismo y que lo compró en la farmacia sin receta.

“Él quería que fuera lo más rápido posible, primero lo dejé a ver si se moría con la medicación, estuvimos horas pero veía que no se moría”, relata con frialdad la mujer, que lo había trasladado a la parcela de Godelleta que había alquilado meses antes. Según esgrime, se hizo de noche y como “tampoco hizo efecto la bombona de butano”, decidió estrangularlo. “Tuve que hacerlo para terminar pronto, era su deseo”, alega.

Para tratar de justificar las contusiones que presentaba el cadáver, la acusada ha alegado que al sacar a Isaac, de 45 años, del coche, se le cayó al suelo. La acusada ha confesado que roció el cadáver con sosa cáustica pero no con la intención de descomponerlo, sino porque la tenía a mano, según alega, porque la compró en un supermercado “para hacer desaparecer las malas hierbas”.

Sobre todos los movimientos que realizó antes y después del crimen para dificultar la labor de los investigadores, la presunta asesina ha explicado que fue su propia víctima, que había sido Policía Local, quien le advirtió de que “tuviera mucho cuidado, que iban a ir a por mí”. Así alega que cuando lo planearon juntos le aconsejó que mandara algún mensaje con su teléfono móvil desde fuera de València para hacer creer que seguía vivo. “Me fui a Barcelona como me podía haber ido a Sevilla”, ha indicado acerca de estos desplazamientos, en los que tomó todo tipo de precauciones, para despistar al grupo de Homicidios de la Policía Nacional.

Antes de escuchar el testimonio de la acusada, ha comparecido el forense que estuvo en el levantamiento del cadáver, quien ha confirmado que en el lugar fueron hallados botes de sosa cáustica. Además los miembros del tribunal popular han podido oír en sala los audios en los que Beatriu F. C. recrimina la conducta de su marido, al que trata de forma despectiva como si fuera un niño: “sé un hombre y no lloriquees”. Así como la conversación que mantuvo la procesada con un servicio jurídico interesándose por su situación económica en caso de divorcio o de que los familiares de Isaac lo ingresaran en una residencia. “Me tendrá que orientar lo que más me conviene, si él se va yo me quedo sin nada”, les confiesa preocupada.

De igual modo, se han reproducido en sala dos grabaciones en las que el hijo de la procesada, condenado en su día por un juzgado de Menores como cómplice de un delito de auxilio al suicidio, se hace pasar por su padrastro poniendo una voz entrecortada, como si estuviera enfermo, para pedir las claves de acceso bancario vía telefónica.

El Ministerio Fiscal y la acusación particular mantienen la petición de prisión permanente revisable para la acusada por un delito de asesinato de víctima especialmente vulnerable por su discapacidad. Mientras que la defensa ha modificado sus conclusiones y solicita una pena de dos años de cárcel por un delito de auxilio al suicidio.