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Infanticidio

La "intelectual" que acabó en infanticida

"Se pasaba el día en la biblioteca e iba a decenas de exposiciones", asegura el editor de los libros de Noemí Martínez

Agentes de la Policía Nacional custodian a la parricida a su salida del Hospital de Jove, el lunes. M. C.

"¡Qué hija de puta, qué hija de puta!". Un policía nacional abatido por la rabia y la impotencia escupía estos insultos la madrugada del domingo al lunes en el descansillo del 4A del número 71 de la avenida Gaspar García Laviana. Las sirenas azules de los coches patrulla perturbaban el descanso de los vecinos de ese portal mientras este agente se reponía de la macabra escena, desvelada por LA NUEVA ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, y que quebraría en cuestión de horas el ánimo del país. El policía vio un piso en penumbra lleno de blísters de medicamentos vacíos y, en una de las habitaciones, a una mujer aturdida en su cama, junto al cuerpo sin vida de una niña de seis años a la que dio de desayuno un cóctel letal de fármacos. Eran Noemí Martínez Largo y Olivia García, una madre pegada al cadáver de su hija. Una presunta asesina junto a su víctima.

Pocos en ese portal de El Llano se imaginaban entonces que la infanticida era, según la describen sus allegados, "una intelectual". Apenas llevaba unos pocos meses viviendo en Gijón, de donde llegó junto a su hija procedente de Segovia. No tenían amigos en Asturias, ni familia. El arraigo de la madre estaba en El Espinar, la localidad en la que nació hace 49 años. Vivía en Gaspar García Laviana de alquiler. Sus vecinos apenas se la habían cruzado un par de veces en el portal y conversaciones fugaces de ascensor fueron lo más que intimaron con una mujer que juzgaron "distante y poco agradable".

No siempre debió de ser así. Los que la conocieron hace años recuerdan a "una chica atractiva y educada". Tiene dos carreras, un doctorado y cinco másters en su currículum. Pedro Gómez fue el editor de varios de los libro que publicó. Escribió a primeros de siglo sobre catedrales, monasterios, parques y reservas naturales; y hasta de pueblos mexicanos (tiene una obra con pseudónimo sobre santuarios marianos del país azteca). "Se pasaba el día en la biblioteca, iba a exposiciones y sabía de todo. Era educada, muy mona y muy alemana, muy cuadriculada. Si le pedías un texto para el lunes, para el lunes que lo tenía. La conocí con 26 años y hace 12 que no sé de ella. Me pareció íntegra. O estaba enferma o la pusieron contra la espada y la pared", dice.

Noemí Martínez se casó con Eugenio García y dio a luz a Olivia en 2016. Vivían en Palazuelos del Eresma (Segovia). Ella trabajaba de teleoperadora en casa. El matrimonio se fue a pique. Él le pidió el divorcio, pero ella se negó y convirtió el proceso en una guerra sin cuartel con acusaciones de violencia de género de por medio. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León desveló hace días una sentencia que condenó a 9 meses de cárcel al hombre por una agresión. Pero el juez le absolvió de ser un maltratador habitual y de tener mal comportamiento con la niña. Mantuvo y mantiene que nunca pegó a su mujer. No hubo más condenas, explican desde su entorno.

Los servicios funerarios trasladan el cuerpo sin vida de la niña, a última hora de la noche del pasado domingo. I. P.

La última vez que Eugenio García vio con vida a su hija fue el sábado 29 de octubre. Un día antes, había ido a recogerla a la puerta del Corazón de María. Iba a primero de Primaria. El régimen de visitas de la separación, firmada en 2019, daba la custodia a la madre y fines de semana alternos y puentes al padre. García no podía imaginarse que precisamente sería el puente de Todos los Santos, el martes pasado, cuando enterraría en un nicho el ataúd blanco a su hija en el cementerio de Torrecaballeros, su pueblo, que lloró desconsolado a "La Pirata", el mote de una niña "alegre e inteligente".

El hecho que lo cambió todo ocurrió, sin embargo, el 27 de octubre. Un juzgado dio la custodia al padre al entender que era en Segovia y no en Gijón donde estaba toda la vida de la cría. Su madre se la había llevado a Asturias en varias ocasiones. Una, presuntamente sin permiso. El padre la llegó a denunciar por sustracción de menores en enero. Como Eugenio García había ido el viernes a por ella y, al ser fin de semana, con ese cambio en el régimen la niña le tocaba a su madre. Eugenio García se la dio en brazos a Noemí Martínez el citado sábado. Se la llevó a Gijón, la subió al piso y le dio las pastillas.

La voz de alarma saltó el propio domingo cuando la parricida ni contestaba a las llamadas al padre, ni tampoco a las de su hermano. Fue precisamente este hombre, que acudió al funeral del martes, el que avisó a la Policía Nacional. Los agentes llamaron al 4A del 71 de Gaspar García Laviana. Nadie respondió. Llamaron a los vecinos para ver si habían visto a la madre o a la niña y nadie supo qué decir. Llegaron a preguntar en un local de copas que hay junto al portal, sin éxito.

Fue una vecina la que facilitó el teléfono del dueño del piso. El propietario vino desde Oviedo con las llaves. Los agentes abrieron las puertas, entraron los sanitarios y todos se llevaron las manos a la cabeza. Cuando el hermano había llamado ya no había nada que hacer. La niña podía llevar muerta cerca de doce horas. Durante ese tiempo, su madre estuvo con el cadáver.

El cortejo fúnebre en Torrecaballeros que acompañó los restos de la niña hasta el cementerio del pueblo, el martes. P. P.

Los vecinos escucharon al agente proferir los insultos hacia la madre casi en la medianoche. Ella sí estaba viva. En ese momento, la llevaban al Hospital de Jove con una leve intoxicación medicamentosa. Había tomado pastillas, pero muchas menos que la pequeña. Nunca se temió por su vida. Le dieron el alta al poco, a las once de la mañana del lunes. Salió esposada en silla de ruedas, despeinada, con una mascarilla quirúrgica tapando su boca por donde apenas salieron unas pocas palabras: "Mejor muerta que con un maltratador".

Para esa hora, el número 71 de Gaspar García Laviana ya era un hervidero de curiosos. Pasadas las doce y media aparcó un todoterreno en unas plazas para la recarga de vehículos eléctricos que hay delante del portal. Salieron una pareja, un hombre y una mujer, que se apoyaron sobre la verja color caqui de la entrada. El hombre se santiguó y se echó a llorar. Eran Eugenio García y su actual pareja, Mari Cruz Martín. "Vengo a darle un último abrazo a mi hija. Esto es un dolor inmenso. Esto no va ni de hombres ni de mujeres. No pueden hacer esto a un niña. Es una niña", lloró, desconsolado.

Eugenio García, junto a su hija Olivia.

García entregó varias imágenes impresas en folios de él y de Olivia a los periodistas. Se ve a los dos sonrientes, felices, unidos. Marchó a la Comisaría de El Natahoyo donde su exmujer estaba ya en los calabozos acompañado de uno de sus abogados, Daniel Labrador, que el martes ayudó a llevar el ataúd de la cría. La muerte de Olivia devastó el pueblo de Torrecaballeros, donde se le tributó un sobrecogedor funeral. Hubo cinco minutos de silencio, decenas de coronas de flores y un cortejo fúnebre de dos kilómetros hasta el cementerio. "Chiquitina, te vamos a hacer justicia", fueron las últimas palabras del padre antes de la colocación del último ladrillo en el nicho.

Martínez Largo pasó a disposición judicial el miércoles. No quiso declarar. La jueza la mandó a prisión provisional comunicada y sin fianza, como pedía la Fiscalía, por el riesgo de fuga y la gravedad de lo sucedido. García estuvo representado en el Palacio de Justicia por Ignacio Blanco, líder de Vox en Asturias. Blanco leyó este viernes en la calle del Agua (donde tiene su céntrico despacho), junto a Labrador, un duro comunicado anunciando que barajan acciones legales sobre el TSJ de Castilla y León por difundir la condena a Eugenio García. Clamó también contra las leyes de violencia de género. Martínez Largo tiene abogada de oficio y se ha descartado en ella un trastorno grave. Se enfrentará, casi seguro, a la prisión permanente revisable. La condena de Silvia Acebal, la madre que mató de 53 puñaladas a su hijo recién nacido en el barrio de Nuevo Roces. La penúltima infanticida de la historia negra de la ciudad.

Cronología del crimen

  • 27 de octubre. Un jurado de Segovia concede la custodia de Olivia a su padre, Eugenio García, porque el arraigo de la niña estaba en Segovia y no en Gijón. 
  • 28 de octubre. El régimen de visitas anterior al cambio de custodia estipula que los fines de semana corresponden a Eugenio García, que viene desde Segovia a Gijón a recoger a su hija y se la lleva a su casa. 
  • 29 de octubre. Noemí Martínez recoge en Segovia a la niña y se la lleva a Gijón, al piso en el que vive de alquiler en Gaspar García Laviana. 
  • 30 de octubre. La madre de la niña da un cóctel letal de fármacos a la pequeña y no responde llamadas. Su hermano alerta a la Policía, que llega al piso a las 21.30 horas. La niña ya está muerta. 
  • 31 de octubre. Noemí Martínez sale detenida del Hospital de Jove. Eugenio García desvela que había logrado la custodia de la niña. 
  • 1 noviembre. Se celebra el funeral y el homenaje por la pequeña en Torrecaballeros.
  • 2 de noviembre. La parricida no declara ante la jueza, que la manda a la cárcel. 
  • 3 de noviembre. El Tribunal de Justicia de Castilla y León desvela una sentencia en la que se condenó por malos tratos a García, absuelto de ser un maltratador habitual. 
  • 4 noviembre. Ignacio Blanco, abogado del padre, amenaza con acciones legales por la difusión de la sentencia y clama contra las leyes de violencia de género. 

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