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Accidente mortal

La familia rota de los ciclistas de Rubí : "Las muertes de Miguel y José María no pueden quedar impunes"

El presidente del Club Ciclista Rubí, y superviviente del mortal atropello de dos hombres en Castellbisbal, relata el suceso: "El conductor aceleró y nos hizo una peineta"

Las banderas del ayuntamiento de Rubí (Vallès Occidental) ondean a media hasta por las muertes de los ciclistas Miguel Moya (izquierda) y Jose María De la Torre (derecha).

Dos vidas construidas en torno a una pasión: el ciclismo. Dos vidas que ya no volverán. El domingo un coche arrolló a Miguel Moya y José María de la Torre en la carretera que conecta Martorell con Castellbisbal mientras regresaban de una salida con sus bicis. El conductor no frenó. Se dio a la fuga e incluso hizo una peineta después de apretar el acelerador viendo el rastro de sangre que dejaba a su paso. Hoy sus mujeres, hijos, nietos y amigos lloran sus pérdidas: familias unidas en torno al Club Ciclista de Rubí. Su presidente, desolado, implora justicia. "Por ellos y por los que vendrán: la sociedad debe concienciarse y las administraciones han de ser contundentes", pide Pedro Cancio.

El Club Ciclista de Rubí está a punto de cumplir 50 años. Sus impulsores, muchos de ellos presentes en el grupo que el domingo fue víctima del atropello mortal, llevaban más de 40 años pedaleando juntos. "No es que fuéramos amigos ni compañeros, es que somos una familia, una piña. Hablábamos de bicis, de política, nos hacíamos confesiones, compartíamos alegrías... El dolor hoy es enorme", explica Cancio.

El grupo no solo salía cada domingo a hacer rutas de entre 100 y 80 kilómetros. También compartían vacaciones haciendo largas travesías por toda España, comidas familiares y encuentros de todo tipo. Este lunes por la mañana, desde las puertas del club ciclista, Cancio no dejaba de hablar con los medios de comunicación. "Necesitamos que contéis lo que ha pasado para que la gente se conciencie: los ciclistas somos los más vulnerables pero los más criminalizados, esto ha de cambiar".

A punto de llegar a casa

El domingo, el grupo salió a pedalear a las 7.30 de la mañana. Era la salida 25 que hacían este año, programada desde hacía meses. Fueron hasta Molins de Rei, Martorell y llegaron hasta la urbanización Casablanca, en Gelida, justo antes de Sant Sadurní d'Anoia. Allí pararon a tomar algo, comentar la jugada para coger fuerzas y volver de nuevo al ruedo. De allí se dirigieron a Martorell, hasta que se encontraron con el conductor que les arrolló en la carretera que sube hasta Castellbisbal. "Estábamos a 15 kilómetros de casa".

"Yo iba un kilómetro más adelante con otro compañero, quien lo vio fueron los ocho que iban detrás. Iban pegados a la cuneta, por el carril de la derecha. El coche que bajaba invadió el carril contrario y se metió hasta dentro. El que iba primero salió ileso, pero Miguel Moya, que iba segundo, murió en el acto", relata Cancio. "Luego, el coche apretó el acelerador y los compañeros vieron como sacaba la mano por la ventana, haciendo la peineta", sigue. Después llegaron las ambulancias e incluso un helicóptero del SEM. "Al momento", precisa el presidente. "Esto no fue un accidente, fue un crimen. Si no lo haces con mala intención paras el coche, tratas de ayudar, pero ese hombre huyó y se regodeó", explica Cancio con los ojos enrojecidos.

Pedro Cancio, presidente del Club Ciclista Rubí, y compañero de los dos ciclistas arrollados en Castellbisbal, este lunes en Rubí.

Dos vidas dedicadas a la bici

Un compañero del club ciclista sigue en el hospital en estado crítico. "Tiene fracturas en la cabeza, por todo el cuerpo, pero su mujer dice que podría mejorar", confía Cancio. José María de la Torre Miguel Moya fallecieron en el accidente. "Eran dos buenísimas personas, enamorados del deporte y del ciclismo". De La Torre tenía 72 años. Conocido también en el club de atletismo de Rubí, era un deportista de alto nivel. "Hacía maratones, hacía poco había dejado de competir", explica su amigo. Nacido en Jaén, llegó a Rubí en 1962 para trabajar en una fábrica del polígono industrial.

Moya, de 66 años, era un enamorado del ciclismo. Desde los 14 años, consagró su vida a este deporte. "Era nuestro referente: el que más sabía. Había competido de juvenil, fue entrenador, ganó campeonatos y hacía cuatro años que había dejado las competiciones de veteranos. Siempre ayudando, dando consejos y seguridad". El presidente, cuando piensa en la familia de ambos, rompe a llorar. "Yo estoy a punto de ser abuelo, y Moya también. Hacíamos bromas siempre de nuestros nietos que iban en camino. Pero él ya no lo verá, me tocará hacer de abuelo por los dos", cuenta entre lágrimas.

Contra la impunidad

Cancio pide que los conductores no salgan impunes después de asaltar a los ciclistas. "Esta vez hemos sido nosotros, pero cada fin de semana hay desgracias similares". "La gente conduce bebida, embiste a los ciclistas, y aquí no pasa nada. Paga una sanción y en un año vuelven a tener carnet, es una vergüenza", se queja.

El hijo de Cancio baja la mirada mientras escucha a su padre. "Para ellos esto es como una religión. La bici es más que un 'hobby', es su vida. Y ahora, aunque muchos están jubilados, están tan entrenados que cuesta seguirles el ritmo. Cada domingo que salen pienso que un día me llamarán diciendo que mi padre ha muerto", sostiene el hijo. Este no es el primer accidente que vive el club ciclista. Hace 20 años, Cancio y su hijo lo sufrieron en primera persona. "Era un niñato al que su padre le había comprado un coche nuevo e iba haciendo 'rallys'. No tenía ni carnet. Embistió a mi padre e incluso aceleró cuando él estaba atrapado debajo del coche", explica. Clavícula y costillas rotas. Varios meses después, volvió a pedalear. Hasta hoy. "Nos costará volver a la carretera, pero debemos hacerlo".

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