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Investigación

Las funestas incógnitas de un pueblo asturiano: un esqueleto y dos desaparecidas

El descubrimiento de un saco con huesos humanos resucita la inquietud por la desaparición de dos mujeres en 1984 y 1990

Las funestas incógnitas de un pueblo asturiano: un esqueleto y dos desaparecidas.

La reciente aparición de un esqueleto en Los Pontones (Asturias) ha desenterrado del olvido la crónica más luctuosa del valle de San Juan. Mientras la Guardia Civil investiga para intentar revestir con su perdida identidad los citados restos óseos, los casos de dos mujeres desaparecidas hace más de 30 años han regresado a la memoria de los familiares y allegados que siguen notando estas ausencias. Huesos sin nombre y nombres sin su humanidad corpórea integran las funestas incógnitas sin resolver del valle de San Juan.

La reciente aparición de un esqueleto humano ha suscitado un enigma que ha perturbado la habitual tranquilidad que caracteriza al valle de San Juan, en Mieres. De momento, y hasta que el informe forense determine la antigüedad y características anatómicas de los huesos, todo son preguntas sin respuestas. La Guardia Civil ha dejado abiertas “todas las hipótesis y líneas de investigación, sin cerrar ninguna de ellas”, según han confirmado fuentes del cuerpo.

A la espera de los resultados, la asociación Laxshmi para la lucha contra el crimen y la prevención ha solicitado que se abra una vía concreta de investigación. Este colectivo pide que, en cuanto sea posible, se cotejen los restos con muestran de ADN de los hijos de Hermosinda Jiménez, una vecina del valle de San Juan ya decretada muerta y que permanece desaparecida desde 1990. No es la única mujer desaparecida en el valle de San Juan en una periodo más o menos reciente. Y es que Etelvina García también desapareció, en este caso en 1984, sin dejar rastro.

Etelvina García tenía 62 años cuando desapareció. Estaba viuda. Vivía sola y apartada cuidando de una vaca y otros animales en Santo Emiliano. Decenas de personas ayudaron ya en vísperas de la llega del invierno en su búsqueda. Cerca de su casa se encontró un cinturón partido en dos y un pendiente tirado en un camino. La búsqueda con perros llegó hasta los terrenos de las minas a cielo abierto que por entonces aún mantenían algo de actividad en la zona alta de San Juan. Se inspeccionaron bosques, cuadras, cuevas y minas abandonadas, pero la infortunada viuda de Santo Emiliano nunca llegó a aparecer.

El recuerdo de Etelvina García aún permanece en la memoria de los más veteranos del valle de San Juan. Pero más presente aún sigue estando la evocación de la traumática desaparición de Hermosinda Jiménez Álvarez. En 1990 tenía 50 años y su caso generó una tremenda conmoción en esta zona de Mieres. De hecho, muchos vecinos se acordaron de esta mujer cuando el miércoles de la pasada semana aparecieron los huesos encontrados por un vecino de Los Pontones. Entre el lugar del hallazgo y la residencia de la mujer ausente hay alrededor de tres kilómetros de distancia. La familia de la desaparecida también se ha inquietado. Los hijos de Hermosinda Jiménez se hicieron en su momento pruebas de ADN. Ahora reclaman que las muestras se cotejen con los restos óseos hallados en Los Pontones.

Un sospechoso principal

Los hijos de Hermosinda Jiménez lucharon en su momento por impulsar una investigación que giró en torno a un sospechoso principal. “Estamos convencidos de que nuestra madre fue asesinada y tenemos pocas dudas sobre quien fue el autor de crimen”, explica José Antonio Crespo, hijo mayor de esta mierense y que aún guarda esperanza de poder esclarecer un suceso que nunca llegó a resolverse, en parte, por la ausencia de un cadáver.

Los responsables de la asociación Laxshmi han documentado que la última vez que se vio con vida a Hermosinda fue el 1 de febrero de 1990 en la plaza de Abastos de Mieres. “Había acudido a realizar la compra mensual”, explican los portavoces de la plataforma. Su rastro se pierde en ese mismo instante. “Una denuncia tardía entorpeció e hizo más arduo el trabajo para encontrar a Hermosinda. No sería hasta seis días después cuando su marido decidió interponer denuncia por la desaparición”, lamentan desde el colectivo.

La búsqueda de Hermosinda Jiménez también fue intensa en toda la parroquia de Santa Rosa, a unos dos kilómetros valle arriba de Rioturbio. Se movilizaron perros y el rastreo llegó hasta el pozo Polio. Ni rastro. Así, la investigación se cerró en falso, ya que la justicia dictaminó que no existía nada que diese preferencia a la teoría del crimen sobre cualquier otra eventualidad, incluyendo la desaparición voluntaria. La ausencia del cadáver marcó el procedimiento. Así, en junio de 2005 el Juzgado de Primera Instancia de Mieres inició el expediente para la declaración de su fallecimiento. “Era una mujer de carácter afable y familiar, con una personalidad fuerte. No se dejaba intimidar por nada ni nadie”, destacan sus allegados.

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