Vestían de azul. Fue el único que dato que pudo aportar la vecina de Francisco Bonilla: "Había dos personas con él en su huerta, conversando, iban con ropa azul". El dato es importante, porque rompía su rutina: "pasaba las tardes solo y sentado a la sombra, debajo del caqui", cuenta su hermano Joaquín. También porque es la última escena que se tiene de él. Después de ese encuentro, Francisco Bonilla, un jubilado de 68 años, desapareció en Cabra (Córdoba) la tarde del 13 de abril de 2015. Aquel día había estado comiendo con otro hermano, Vicente, con quien vivía; cuando este volvió de trabajar, Francisco no estaba en casa.

"¿Qué ocurrió? ¿Qué le hicieron? ¿Dónde está? Nuestro día a día, desde hace siete años, se ha convertido en preguntar", lamenta Joaquín. A Francisco le llaman 'Kiki', hacía un año que acaba de jubilarse y estaba feliz. "Mi hermano no se fue por su propia voluntad, es lo único que sé. Y descartamos que se desorientara o le pasara algo. No tenía ninguna enfermedad". Debajo del árbol, hallaron su silla vacía, su gorra y sus gafas. Desde entonces, no hay más.

Otra imagen de Francisco, desaparecido hace siete años.

"Aquí ha pasado algo", es lo primero que pensó Vicente, su otro hermano, cuando llegó a casa y Francisco no estaba. "Como cada día, comieron juntos, 'Kiki' se quedó en la finca y Vicente se fue", cuenta Joaquín. "Cuando Vicente volvió a casa, ya eran las diez y media de la noche, porque del trabajo salía a las diez...", recuerda su hermano. "Llamó a mis hermanas: 'no, yo de 'Kiki' no sé nada…'", explica. "Lo primero que hicieron fue llamar al ambulatorio, a los hospitales… No había nadie de esas características. Fueron al olivar, por si se había caído y le había pasado algo, pero nada. Buscaron por la zona... y hasta hoy".

Fuego en una higuera

Los hermanos de Francisco interpusieron la denuncia por desaparición ante la Policía Nacional. Arrancó la búsqueda. Los agentes cercaron la zona: "estaba todo precintado", recuerda. "Policía Nacional, no pasar".

Empezaron los interrogatorios. Intentaron reconstruir los pasos que Francisco pudo dar aquella tarde. "Desde las 14:30 horas, cuando mi hermano se fue, hasta las 22:30 horas no teníamos nada", lamenta Joaquín. Una vecina afirmó que aquella tarde lo vio acompañado: "Dos personas desconocidas, sus gafas, su gorra en el sitio... No era normal".

Esa misma tarde hubo otra alerta en Cabra, "se produjo un incendio en la misma zona, algo raro. Se había quemado una higuera…", recuerda Joaquín. Aún hoy se preguntan si tuvo o no conexión. "La policía lo miró, pero tuvimos la mala suerte de que al día siguiente llovió. Nos dijeron que muchas cosas se habían perdido al llover".

Durante semanas se batieron pozos, caminos; se rastreó en las inmediaciones de la finca, de la huerta en el paraje del Cerrillo la Horca, en Cabra. No había rastro.

Se sumaron decenas de voluntarios, también clubes de ciclismo de montaña y jinetes, para acceder a zonas más complicadas. Participaron guías caninos, un helicóptero de Policía Nacional, Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil, bomberos del Consorcio Provincial y voluntarios. "No hubo rastro, no apareció nada".

"Se batieron 8 kilómetros a la redonda", afirma Joaquín. "Se anduvo muchísimo… lo que se miró algo menos fue el río. Estuvieron buscando con georradar, pero no dejaron limpiar ni cortar hierbajos. Quizá le quitó precisión, pero se batió", lamenta Joaquín.

Voluntarios y agentes de Protección Civil en la búsqueda de Francisco. Imagen de una de las batidas en búsqueda de Francisco.

Sin datos. Sin noticias. "Siete años después no hay nada y, policialmente, todo está abierto", afirma su hermano. "Investigaron a algunas personas, pero hasta el momento no han podido identificar a las dos que iban vestidas de azul", quizá claves, "que estuvieron con mi hermano esa tarde". En ello trabajan desde entonces.

"A lo mejor alguien discutió con mi hermano, se le fue la mano, y lo dejaron tirado en algún lado", lamenta Joaquín

Agentes y familia intentan reconstruir las horas previas. "Yo creo, y se lo digo a la policía también, que alguien le hizo algo". Los agentes no lo descartan, y es una de sus líneas de investigación, que se enquista, que no avanza. "Nos dicen que a ver si dan con la punta del hilo… pero no llega. Es muy duro esperar".

"A lo mejor alguien discutió con mi hermano, se le fue la mano, y lo dejaron tirado en algún lado", lamenta Joaquín. "El otro se asustaría y se fue y lo ha quitado del medio".

No fue un robo

No hay rastro, no hay pistas, no hay movimientos ni nada que lleve a Francisco. Sí ha podido probarse que detrás de su desaparición no hay un motivo económico, que Francisco no sufrió un robo. Sus cuentas corrientes siguen intactas, tal cual las dejó. En la finca no faltaba nada.

Sus familiares ruegan que nadie olvide que Francisco sigue desaparecido.

"Que no lo olviden", pide Joaquín. Su mente, la del resto de hermanos, de sus sobrinos, no se detiene desde entonces: ¿Quiénes conversaban con él vestidos de azul? Su huerta, dónde lo vieron por última vez, está en una zona muy transitable, "quizá alguien recuerde algo más que puede ser clave".

Francisco, 'Kiki', amante de su casa, de su familia, de su huerta, de su finca, de sus gatos y de los toros. Disfrutaba de su vida tranquila; descansaba, jubilado, tras muchos años de trabajo en una fábrica de orujo de la localidad. Tenía 68 años, ahora tendría 73, pero Francisco no está.

Sus vecinos, su familia, su gente le espera. "No hay día en que no pienses donde estará, donde no estará…", lamenta Joaquín, "preguntas vacías, preguntas sin respuesta".

Buscan, no descansan. "Han pasado siete años y duele como el primer día". Lo recuerdan, a diario, en su huerta: "con los gatillos que tenía allí, limpiando los olivos, le cortaba las varetas, y sembrando cuatro cosillas: patatas, tomates para luego repartirlo con la familia...". Sentado a la sombra del kaki, donde lo vieron por última vez, donde le gustaba estar.