La Audiencia Provincial de Murcia acogía este lunes el comienzo del juicio contra Juan José O. S., que se sentaba en el banquillo de los acusados por matar a su madre a golpes con una báscula en verano de 2020. Una mujer que, según contó en la sala el propio Juan José, le habría agredido en varias ocasiones “con una zapatilla” y también habría maltratado a su padre, fallecido en 2009.

El hombre, de 44 años de edad, está diagnosticado de esquizofrenia paranoide (aunque él asegura que no tiene eso, que es un mal diagnóstico) y por ese motivo permanece, desde que fue mandado a prisión provisional, en la enfermería de la cárcel a la que lo envió el Juzgado de Guardia el día después de ser detenido. Su víctima, de 67 años, aún se debatía entonces entre la vida y la muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos del Virgen de la Arrixaca, donde expiró al mes siguiente de ingresar.

En la sala de vistas, el sujeto ofreció un relato en el que su madre y los vecinos habrían urdido un complot para que “me deshiciera de la última contraseña” que tenía en Internet, ya que, según él, pretendían introducir en su correo algo para “enajenarlo”. El día del crimen “tenía la contraseña metida en el calcetín, tenía miedo, y me puse las botas”. Botas con las que luego patearía a su madre hasta la muerte. La báscula “la había sacado al salón, para pesarme ahí”. En esa época, contó, su madre le insultaba llamándole ‘gordo’.

Al comienzo de la vista, tras escoger al jurado, Juan José, sentado a la derecha de su abogado defensor, Mariano Bo, y vigilado por dos agentes de la Policía Nacional, escuchaba el relato de la Fiscalía. “Estamos todos absolutamente de acuerdo en que el acusado mató a su madre, no hay discrepancia”, explicó el representante del Ministerio Público. “No se trata de un crimen, se trata de una tragedia familiar y social que se pudo evitar y se debió evitar”, subrayó el fiscal, Antonio Maestre.

“Si hay algo que el derecho penal debe mejorar es su función preventiva. Sería conveniente, necesario, que también tuviéramos un mecanismo de prevención del delito, de prevención de hechos que nos conmueven como personas y como sociedad”, manifestó.

Mariano Bo, por su parte, reveló que su cliente “ha rechazado un acuerdo que le beneficiaba, pero tengo que respetar su decisión”. El letrado recordó que “se produce un abandono de la medicación dentro del contexto de covid” y de ahí el “episodio puntual”, en referencia al crimen. “Él es la persona que llama al 112 y confiesa en ese momento”, resalta el letrado.

La declaración del acusado

A continuación, llegó el turno del procesado. La magistrada Concha Roig le preguntó si quería declarar y él se mantuvo en silencio unos minutos. La jueza entonces le recordó sus derechos y dialogó con él, para explicarle, por ejemplo, qué era un jurado y por qué estaban ahí. Juan José apuntó entonces que “es complicado hacer un discurso” sobre lo que aconteció. 

El fiscal tomó la palabra: “Juan José, ¿le puedo llamar Juanjo?”, preguntó al acusado. “Llámeme por mi nombre completo”, contestó él. A la cuestión de cómo se llevaba con su madre, dijo que tanto ella como su padre “eran personas de un mundo que se había acabado, se negaban a aceptar eso, estaban insatisfechos con la vida que les había tocado, con el mundo actual”. Durante todo su relato, arremetió en múltiples ocasiones contra sus vecinos, a los que acusó de hacer ruido a propósito para perturbarle. “Había gente que se dedicaba a hablar de nosotros”, insistió.

“Nosotros cuando llegamos de Torrevieja a Murcia, no entendíamos a la gente, ni cómo se relacionaban. Vivimos muy a disgusto, con muchas incomprensiones, incluso malidicencias”, comentó, para añadir que nunca se sintieron cómodos en Santiago el Mayor.

“Yo tuve puntos de fricción con mi madre, el trato habitual era correcto. Era una mujer, yo lamento decir esto, con un tabaquismo atroz; bebía habitualmente, se encontraba muchas veces ebria. Me pegaba manotazos, me gritaba”, fue desgranando el acusado, que se definió como “una persona afable: pero no quiero gente en mi vida que se entrometa en ella”.

“Mi padre sufrió un maltrato muy marcado por mí madre”, llegó a decir. “Sufrió muchos maltratos”, insistió. “Mi madre bebía y de repente perdía los papeles: a mi padre lo insultaba y no sé muy bien por qué”, aseveró, para insistir en que su progenitora bebía en exceso. “Mi padre iba para cura”, comentó luego.

“Mi madre era una persona para la cual todo era indiferente”, remarcó Juan José, que habló de problemas con la comida: “Me gustaba el tofu, no como carne, intenté comprar pescado por Internet”. Hasta que alguien le cambió las contraseñas de Internet, aseguró, para hilar con que una vecina “africana” iba diciendo de él por el barrio que estaba loco. “Y no era la única persona: el vecino del Segundo también, iban diciendo barbaridades de mí”, añadió al respecto.

“Era mi propia madre la que, cada vez que accedía al frasco de la medicación, me gritaba que me la tomara”, comentó, para acto seguido hablar del ruido que hacían sus vecinos, lo cual le impedía dormir. “Hasta las tres y media de la mañana estaban dando gritos en el jardincillo de enfrente, y gritaban barbaridades”, destacó el hombre.

Juan José relató que uno de sus psiquiatras “dio una interpretación errónea, durante veinte años, él y la médica de la Seguridad Social”, ya que lo que él tenía era un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Que al final ese psiquiatra admitió que “nos hemos equivocado durante veinte años” con su diagnóstico. “Yo no tengo ningún respeto por la psiquiatría, no es ciencia en sí, es una parte de la Medicina”, comentó que le contó su psiquiatra. “Yo sabía qué ponerme en tratamiento era buscarme la ruina, porque no iban a acertar”, confesó.

Insistió en que él no puede “vivir en comunidad, con otras personas”. “He llegado a esta conclusión porque a lo largo de años ha entrado gente a mi casa que se ha adueñado de mi tiempo”, indicó Juan José. “Soy una persona a la que no le gusta estar mucho con la gente”, remarcó.

Preguntado por el día que mató a su madre, dijo que “llevaba unos días que no me dejaban dormir, pasaban cosas muy extrañas con la telefonía móvil”. “Yo no soy una persona que necesite ruido: yo no necesito de discotecas, bares... yo necesito mi espacio, mis intereses, mis lecturas y punto”, destacó. Volviendo al día del crimen, “la noche anterior mi madre se empeñaba en que borrase todos los correos electrónicos”. “Yo desconfiaba de esta actitud de mi madre: empezaba a gritarme, me decía ‘arregla eso o te ingreso’... ¿arregla el qué? Y empezaba a gritarme”.

El fiscal le preguntó a qué dedicaba el correo electrónico, si es que ahí guardaba “secretos de Estado” y Juan José afirmó que era para comunicarse con su hermana y comprar por la Red. “Nunca me gustó el Google”, precisó. “Yo temía que alguien se hubiese adueñado de las cuentas: trataban de enajenarme”. 

“Iba a hacerme una infusión esa mañana, mi madre me decía ‘gordo, gordo’”, afirmó el hombre, que ha perdido más de 40 kilos desde el día del crimen.

“Fue autodefensa y miedo”

El fiscal preguntó por qué la golpeó, cuál fue el detonante, y él dijo: “yo creo que fue una reacción de autodefensa, de miedo, mi madre no sé qué pretendía conmigo”. Cuando Maestre continuó preguntando al respecto, subrayó: “Me acojo a mi derecho a no declarar”. “Verá, yo sabía que mi madre estaba viva, pero cuando la vi en el suelo supe que las lesiones eran importantes. Yo estaba convencido de que mi madre iba a morir”.

“Yo la he matado, le he lanzado el peso y la he pateado en el suelo con las botas hasta matarla”. Estas palabras salieron de la boca del sospechoso, explicarían los policías que acudieron a su casa, llamados por él mismo, y así queda reflejado en el escrito de conclusiones provisionales de la Fiscalía, que pide para el sospechoso una pena de cinco años de cárcel, aunque deja claro que la medida ha de aplicarse en “un establecimiento adecuado a la enfermedad que padece el acusado”. Esto significa que, previsiblemente, Juan José ingresará en Fontcalent.

“Sí que digo ‘señores agentes’, eso lo recuerdo. Llega la Policía y después la ambulancia”. Preguntado por si ese día se había tomado la medicación, apuntó que “procuraba respetar las doce horas”. “Mi diagnóstico no es esquizofrenia paranoide”, sentenció, y dijo que eso se lo comunicó un psiquiatra. “Les permitía cronificar el tratamiento, para hacer conmigo lo que quisieran”, consideró. 

Preguntado por cómo se encuentra ahora, resaltó que se le han administrado contra su voluntad tratamientos que no necesita y que le llenan “la mente de tonterías”. Aseguró que llegaron a inyectarle fármacos contra su voluntad. A la cuestión de sí quería a su madre, dudó y dijo: “Intenté tratarla bien. Yo siempre quise a los míos, pero he ido distanciándome de ellos. Sí que la quería, pero digamos que, en el día a día, me topaba con el muro tremendo de cuidarla, de que tuviese unos hábitos adecuados... y ella no lo hiciera”.