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Crímenes

"La tasa de criminalidad de un enfermo mental es casi la misma que la del resto"

El catedrático en Psiquiatría Manuel Gómez Beneyto asegura que actos como los de Noelia De Mingo «son absolutamente excepcionales»

El estigma sobre la enfermos mentales se ha acentuado en los últimos días.

La posibilidad de que un enfermo mental en tratamiento cometa un acto criminal es «excepcional». Lo dice Manuel Gómez Beneyto, catedrático de psiquiatría de la Universitat de València y exdirector de la Estrategia Nacional en Salud Mental, que pone sobre la mesa datos fríos e incontestables frente al ataque de estigmatización que sufren los enfermos mentales estos días a raíz de la recaída de la doctora Noelia de Mingo, que el pasado lunes hirió a dos personas con un cuchillo tras 25 años de internamiento.

¿Había posibilidad de prevenir las últimas agresiones de Noelia de Mingo? La respuesta es «no». Un «no» rotundo. «Es prácticamente imposible predecir con un mínimo de seguridad si una persona con una enfermedad mental va a cometer un crimen. No caben las medidas preventivas ni asegurar que la forma de hacerlo es encerrarla», asegura Gómez Beneyto, una eminencia en salud mental. «La forma de abordar el problema de la criminalidad es disponer de servicios comunitarios de salud mental bien dotados de personal cualificado, especialmente psicólogos clínicos», añade.

Noelia de Mingo, de 48 años, fue detenida el pasado lunes tras apuñalar a la cajera y a la dueña de un supermercado en El Molar (Madrid). En 2003 mató a cuchilladas a tres personas e hirió a otras cinco en la Fundación Jiménez Díaz. Fue absuelta de aquel triple homicidio por padecer esquizofrenia paranoide crónica, aunque fue condenada a 25 años de internamiento en un psiquiátrico penitenciario.

En 2017 quedó libre bajo el control de su madre octogenaria. La libertad en tercer grado estaba condicionada, entre otras cosas, a no repetir ningún acto como los que condujeron a su reclusión. Y a seguir con la medicación bajo la supervisión médica y de su progenitora.

Gómez Beneyto ofrece argumentos irrebatibles para enfrentarse a los ataques indiscriminados que hay estos días en las redes sociales hacia la médica de la que más se habla en España estos días. «Debería estar encerrada de por vida», «los enfermos mentales no deben vivir sin vigilancia» y reflexiones similares llenan los chascarrillos virtuales.

La voz de los expertos, sin embargo, ofrece una visión totalmente opuesta de la situación. Qué mejor que las estadísticas para avalarlo.

«La diferencia en la tasa de criminalidad de las personas con alguna enfermedad mental con respecto a la de la población general es prácticamente insignificante. Solo es un 3 % superior, pero si excluimos a aquellos que consumen drogas, la tasa es casi la misma. Lo que determina ese aumento de criminalidad es el consumo de otras sustancias», añade. El tratamiento farmacológico es suficiente garantía para que la peligrosidad potencial de una persona aquejada de una enfermedad mental sea la misma que la del resto de la población.

«Las personas con enfermedad mental que han cometido un acto criminal son las que no están en tratamiento, y si lo están no se están tomando la medicación. Eso que dicen algunos de que hay que encerrarlos a todos no tiene ninguna justificación, porque la inmensa mayoría no cometen crímenes», insiste el doctor Gómez Beneyto.

Noelia de Mingo acudía con regularidad al centro de salud de El Molar junto a su progenitora para sus revisiones. Fuentes sanitarias indicaron que la paciente estaba muy controlada, medicada, y que la madre nunca había alertado de que sufriera un nuevo brote. El abogado de las familias afectadas por los crímenes de 2003 había alertado de que ante situaciones problemáticas pudiese sufrir algún brote. Eso ocurrió el lunes, cuando se quedó sola en casa. Su madre, ya anciana, había salido al médico tras sufrir una caída doméstica. Noelia cogió un cuchillo cebollero de la cocina y se fue directa a un supermercado en busca de su primera víctima.

Un 1 % padece la enfermedad

La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta a más de 21 millones de personas en todo el mundo. Un 1% de la población la sufre y, por lo general, las personas que lo padecen son diagnosticadas entre los 16 y los 30 años, después de un primer episodio psicótico. Comenzar el tratamiento lo antes posible es un paso importante hacia la recuperación. La enfermedad está muy estigmatizada. Los afectados están marcados, etiquetados y atadas a esta condición. Son la diana de creencias negativas y falsas, de prejuicios, discriminación y rechazo social.

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