Caso Abierto - Diario de Ibiza

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Una víctima de abusos sexuales “pensaba que era su culpa por no haberlo parado”

Los menores afectados y sus compañeros declaran contra el sacerdote salesiano acusado de agredirles sexualmente | Uno de los chicos “gritó en sueños: ¡No, no, por favor, no!”

El acusado toma notas durante las declaraciones de los testigos. Ramón Leiro

En la segunda jornada del juicio contra el sacerdote salesiano acusado de abusos sexuales sobre seis menores de edad –por los que la Fiscalía pide 67 años de prisión–, testificaron tres de las víctimas, algunos de sus progenitores, compañeros de estudios y de campamento en el que se produjeron los supuestos abusos, así como los monitores de las actividades. Las agresiones sexuales se habrían producido en una peregrinación a Santiago en abril de 2019 y en un campamento de verano, en Cambados, en julio del mismo año.

Los amigos de los afectados narraron cómo se habrían producido las agresiones sexuales del sacerdote y las consecuencias que estas tuvieron sobre los afectados y sobre el resto de la comunidad escolar.

Una de las víctimas “pensaba que era su culpa por no haber hecho nada para pararlo a tiempo”, narró ante el tribunal de la Audiencia Provincial la amiga de uno de los chicos afectados. El joven “llegó a un punto que no podía más”, dijo esta testigo.

“Casi no dormía”

En un emocionado relato, que tuvo que parar en dos ocasiones al sobrevenirle el llanto, esta menor explicó que su amigo “casi no dormía” por las noches, ya que “se quedaba dormido en clase, o viendo la tele con nosotros”. Relató que en una de esas ocasiones en las que al joven le venció el sueño “de repente empezó a gritar en sueños: ¡no, no, por favor, no!”, tras lo que se despertó alterado y fue calmado por su amiga.

Esta menor explicó que su amigo le explicó que se sentía “perseguido” y a preguntas de la acusación admitió que el chico sufrió brotes de pánico.

Los compañeros de los perjudicados por los supuestos abusos aseguraron que el sacerdote entraba habitualmente en el cuarto de los chicos y tocaba a alguno de ellos tanto por fuera del saco de dormir como dentro de ellos.

En el campamento, según relataron víctimas y testigos, el acusado llegó a entrar hasta en 11 ocasiones en el dormitorio de los muchachos, según los testigos.

Se cambiaron de literas e incluso las unieron “para estar más juntos, por protección”

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Narraron también cómo se cambiaron de literas e incluso las unieron “para estar más juntos, por protección”, explicó uno de los chicos. También se situaban la almohada entre las piernas para tratar de protegerse, pero aseguraron que el sacerdote retiraba con cuidado la almohada antes de cometer los tocamientos.

Este testigo, a preguntas de la acusación particular, aseguró que el acusado, Segundo C.V., era una persona “querida, admirada”, con la que “siempre nos llevamos bien”, hasta que se destaparon los supuestos abusos sexuales.

También explicaron que no denunciaron antes los casos que ya conocían porque tenían miedo a que no les creyeran. Algunos apuntaron que cuando sus compañeros se lo contaron por primera vez pensaron “que era broma, que no podía ser”.

“Vi claramente como estaba inclinado sobre él tocándole los genitales”

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Uno de los testigos afirmó que “vi claramente como (el acusado) estaba inclinado (sobre uno de los chicos) tocándole los genitales”.

Gestos de desaprobación

Mientras se sucedían los testimonios en este sentido, el acusado, de 41 años de edad, seguía la vista tomando notas de las declaraciones y en ocasiones haciendo gestos de desaprobación a las preguntas de la acusación y del fiscal. Se mostró especialmente nervioso durante la declaración de la amiga de los chicos supuestamente agredidos, hasta el punto de que llegó a retirarse la mascarilla sanitaria para tratar de comunicar algo a sus abogados, sentados en el otro lado de la sala.

El acusado llega a la Audiencia Provincial de Pontevedra flanqueado por sus abogados.

Las víctimas, aún menores, declararon a puerta cerrada tanto en la sesión de ayer como en la del martes. Los abogados de la acusación particular Francisco José Lago y Aida Blanco, explicaron que los primeros chicos en declarar fueron “contundentes en sus testimonios, sin contradicciones” y que “han sido muy valientes para denunciar estos hechos para que no le pase a otros”, ya que “es sabido por todos los que nos dedicamos a esto que una persona así, por desgracia, no se para”, añadió Aída Blanco.

Tratamiento psicológico

Una de las madres aseveró que su hijo empezó a mostrarse muy nervioso desde el momento que se produjeron estos hechos, por lo que el joven se encuentra bajo tratamiento psiquiátrico. También comenzó a engordar, dijo.

Por otra parte, la acusación particular reprocha a la congregación de los Salesianos Don Bosco de Vigo que tardase 24 horas en avisar a los padres de los hechos denunciados por los niños y que en algún caso unos progenitores se enteraron por otros de lo que había sucedido. Los monitores que testificaron ayer ante el tribunal explicaron que el protocolo que les habían dado en caso de producirse algún incidente era comunicarlo al responsable del campamento, que en este caso era el mismo denunciado.

Colegio “negligente”

“La actuación del colegio ha sido totalmente negligente”, sostiene la abogada de tres de los menores, Aída Blanco. La letrada recordó que el colegio no ha presentado denuncia, sino que fueron los padres de los chicos quienes acudieron a la justicia. El abogado de la Fundación Amigos de Galicia, Francisco José Lago, preguntó a los monitores por qué no avisaron a los padres inmediatamente, o a la Policía. Estos se justificaron en que el código de conducta del campamento decía que debían comunicarlo al responsable. Lo hicieron al día siguiente.

“Le afectaba oír el sonido de una cremallera”

Uno de los monitores del campamento que ayer declaró en el juicio, explicó que cuando un grupo de chavales acudió a él para contarle lo sucedido, los menores se veían muy afectados y algunos de ellos lloraban. Este monitor explicó al tribunal que una de las supuestas víctimas le contó que “le afectaba escuchar el sonido de una cremallera”, porque el sacerdote bajaba la cremallera de su saco de dormir para tocarle los genitales. Otro de los responsables dijo a los chavales –después de que le denunciasen estos hechos– que se iba a quedar despierto toda la noche y que gritaran o le llamasen por teléfono si el acusado volvía a entrar en el dormitorio a cometer estos actos. Fue este monitor quien una noche sorprendió a Segundo C.V. en el cuarto de los chavales y le preguntó “¿qué haces aquí?”. El sacerdote respondió que entró a mover a un chico porque estaba roncando.

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