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Así funciona el robot que localizó el cuerpo de la mayor de las niñas desaparecidas en Tenerife

El robot submarino Liropus 2000.

La tecnología punta se puso el domingo 30 de junio al servicio de los investigadores de la Guardia Civil para desentrañar la misteriosa desaparición de las niñas desaparecidas junto a su padre en Tenerife. Entonces estaba a punto de cumplirse un mes sin noticias del paradero de Anna y Olivia y de su progenitor Tomás Gimeno. Desde el puerto tinerfeño zarpaba el buque oceanográfico con base en Vigo, 'Angeles Alvariño', en busca de pistas que ayudasen a arrojar algo de luz sobre lo ocurrido esa noche del 27 de abril. Pero pese a la complejidad de este rastreo submarino en aguas tan profundas, la misión canaria del buque vigués acaba de arrojar su primer y luctuoso resultado: el hallazgo del cuerpo de Olivia, la mayor de las niñas.

La localización del cuerpo se produjo por parte el robot submarino Liropus, que durante las últimos días ha realizado varias exploraciones, tantas como el sonar de barrido lateral dio con algo significativo y merecedor de ser izado a la superficie. Fue el caso de la funda nórdica y la botella de buceo localizadas hace unos días y que un posterior análisis confirmó que pertenecían al padre de las pequeñas.

El 'Angeles Alvariño' centró la búsqueda en un área concreta delimitada por el geoposicionamiento del móvil del padre de las niñas, de 1 y 6 años de edad. ¿Pero qué características tiene el Liporus y cómo funciona?

Adquirido por el Instituto Español de Oceanografía en 2010, este Vehículo de Operación Remota (ROV) fue fabricado por la empresa escocesa Sub-Atlantic. Valorado en cerca de 1,8 millones de euros, la institución científica española le cambió el nombre original, Super Mohawk, por el de Liropus 2000 en homenaje a un crustáceo marino. De su manejo se encarga una de las empresas punteras del sector, la viguesa ACSM, que desde sus oficinas en la calle Doctor Cadaval declinaron la petición de FARO de explicar las particulares características de la misión en Tenerife. Entre las numerosas asumidas por esta compañía figura la realizada en 2011 en la isla de El Hierro para observar la erupción del volcán submarino Tagoro en La Restinga.

Puesto de mando del Liporus y de visualización de las imágenes que capta en el fondo.

"En Canarias cerca de la costa ya hay más de 1.000 metros de fondo"

En la actualidad hay en el mundo sumergibles tecnológicamente más avanzados que el Liropus 2000. Sí destaca en la categoría de los no tripulados por la profundidad de alcance y otras prestaciones. Es capaz de llegar a los 2.000 metrosla cota máxima en el área por donde Tomás Gimeno navegó esa fatídica noche. “Eso no significa que esté muy alejado de la costa, porque en Tenerife como en casi todas las Canarias, basta con distanciarte apenas 100 metros de tierra y ya tienes 1.000 metros o más de fondo, además de unas corrientes fortísimas”, razona Luis Gago, capitán del ‘Ramón Margalef’, el oceanográfico que protagonizó la misión al volcán Tagoro.

Sub-Atlantic fabricó este ROV con las especificaciones indicadas por los técnicos del instituto español. Fruto de estas aportaciones, el robot está preparado para realizar recorridos lineales en hábitats vulnerables, cañones o promontorios rocosos. Sus seis motores le permiten combinar una gran potencia y capacidad de carga para recoger muestras, además de portar seis tipos de cámaras e instrumentos de medición sin que se resienta su velocidad ni la definición de sus grabaciones.

"Lo vi operar en El Hierro y es impresionante"

Viaja dentro de una carcasa de más de dos metros de altura por un metro de ancho. Entre sí están unidos por una especie de “cordón umbilical” y a su vez toda la estructura permanece conectada a través de un cable con el buque, donde se visualizan las imágenes que va emitiendo el Liropus desde el fondo. Quienes lo han visto operar destacan la precisión de sus maniobras hasta en condiciones de mar adversas. "Vi lo que hacía en El Hierro y es impresionante", rememora el capitán Gago.

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