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Las espartanas de Ibiza, una melé de sororidad

Este sábado a las diez de la mañana las doce jugadoras del Sant Josep Rugby Club se suman al 8M con una jornada para promocionar este deporte que, aseguran, puede practicar todo el mundo. Da igual la edad y la complexión.

Las doce jugadoras, en el campo de Sant Josep.

Las doce jugadoras, en el campo de Sant Josep. / Marcelo Sastre

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Ibiza

"Es nuestro momento". Están sudadas. Cansadas. Algo despeinadas. Y felices. Sobre todo están felices. Es como se sienten Camila, Caro, Cathe, Elisa, Erica, Izzie, Jess, Lorena, Maira, Niki, Paula (Pollito), Sonia y Tanit, las doce integrantes del Sant Josep Rugby Club cuando están en el campo. No les queda otra que entrenar de noche (los lunes y los miércoles a partir de las ocho y cuarto) para poder combinarlo con sus obligaciones diarias: trabajo, familia... Pero da igual. Esas prácticamente dos horas de entreno, seguidas, cómo no, de un tercer tiempo de risas y confidencias, les dan la vida.

Una alegría que quieren que muchas otras mujeres de Ibiza descubran. Por eso este sábado han organizado una jornada de puertas abiertas en el campo en el que juegan, el Carnes March, ubicado en Sant Llorenç. Una jornada en la que todo el mundo podrá descubrir el rugby, el deporte que las ha atrapado, de la mano de las doce espartanas que integran el equipo sénior femenino, que surgió hace apenas un año. "La escuela nació en 2022, el equipo sénior comenzó en el último año", explica Sonia Calleja, presidenta del equipo. La jornada de este sábado comenzará a las diez de la mañana, con lo que se conoce como "tag familiar", que no es otra cosa que practicar este deporte pero sin contacto. Por eso puede participar toda la familia. Niños y adultos. Una actividad que organizan junto al Formentera Rugby Playa y que precederá al partido de rugby seven.

La intención es facilitar el acceso a este deporte, minoritario en las Pitiüses, sobre todo entre las chicas. Y para que aquellas a las que les guste este deporte no se encuentren con algunas de las trabas con las que se encontraron varias de ellas de pequeñas. Explican, por ejemplo, la situación con la que se encuentran las jugadoras que no han cumplido aún los 16 años. "En sub16 juegan en equipos mixtos y sienten que no se las aprecia como a sus compañeros de equipo chicos", indica Calleja. No es algo que les suene extraño: "En equipos sénior y en otros deportes también pasa que no se valora tanto al equipo femenino como al masculino".

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Un momento del entreno de este lunes. / Marcelo Sastre

Doce espartanas

En estos momentos, el equipo lo forman doce mujeres. Las doce espartanas de Sant Josep. La más joven tiene 18 años y la más mayor, 41. Pero no hay límite. "Mientras puedas...", asegura Calleja, que destaca que están todas muy implicadas en la captación de talentos para el rugby femenino de la isla. En constante temporada de fichajes, vaya. "Igual estamos en un bar y la camarera nos da buena sensación y se lo proponemos", comenta riéndose. Esta redactora puede dar fe de ello. El equipo se ha ido formando así, a través del boca oreja. A la entrenadora, Lorena Ferrer Samperiz, la rescataron cuando decidieron montar el equipo. Jugaba en la universidad antes de dejarlo. "Encendimos la batseñal para que nos entrenara", recuerdan.

Y no es que les falten integrantes en el equipo. Compiten en rugby seven y eso les da un margen: son doce, a un partido se convoca a 10 y en el campo hay siete. "Es muy intenso", apunta la responsable del equipo. Siete mujeres por equipo dándolo todo durante los siete minutos que dura cada parte. "Hay que correr a full", destaca.

El día a día no lo pone fácil ni para acudir a los entrenos ni para desplazarse a las competiciones: "¿Siempre podemos? No. ¿Siempre queremos? Sí". "Las ganas pueden con todo. Nos hemos vuelto locas por este deporte", asegura Calleja, que destaca que las doce son "una piña". Para ellas el rugby es "terapéutico". "Las mujeres llevamos mucha carga a los hombros diariamente y el rugby lo haces por ti. Para estar con tus amigas, para correr... Engancha", destaca. Los viajes a Palma algunos sábados, para competir, también lo son: "Te olvidas de tus movidas". Los partidos son una vía de escape: "El rugby no te permite pensar en otra cosa", afirma Calleja, que confiesa que habla por su propia experiencia. Hacía yoga. Meditaba. Y no conseguía que su mente parara: "Estaba haciendo posturas y la cabeza me iba a mil".

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Momento del entrenamiento / Marcelo Sastre

Nada que ver con el rugby. Con lo que sienten en el campo. "En ese momento hay siete tías que quieren la pelota y no estás para pensar en la compra, en los hijos, en el mensaje de tu novio, en la cena... ¡Es maravilloso!", describe.

Todas ellas son conscientes de los estereotipos que aún recaen en el rugby femenino. Les han dicho "de todo" y han tenido que escuchar "cada comentario...". Mucha gente, sin conocer a fondo este deporte, no entiende que cuando se dice que el rugby es para todo tipo de personas es una afirmación real. Todo el mundo, independientemente de su complexión y sus características físicas tiene una función en el equipo. Para simplificarlo, Calleja los divide en dos: "Están las delanteras, que suelen ser grandes y fuertes, y luego las tres cuartos, que son rápidas y ágiles. Es un deporte muy inclusivo porque todas jugamos y todas tenemos algo importante que hacer".

A la espera de "las haches"

Además de los partidos, el tercer tiempo y las escapadas fuera de la isla para competir, uno de los aspectos que más disfrutan las doce del rugby de Sant Josep es ir a los colegios a que las nuevas generaciones conozcan este deporte. También están "peleando para poder entrenar bien". Ahora mismo no hay campos de juego en Ibiza con "las haches", las estructuras con la forma de esta letra y que son sus porterías: "Los campos en los que jugamos son de fútbol, nos faltan las haches", indica Calleja, que señala que, en los entrenos, no tienen más remedio que tirar de imaginación y ajustar los lanzamientos.

Otro de sus caballos de batalla: que la gente vaya a los partidos. A verlas. A animarlas. A divertirse. El campo, en Sant Llorenç, reconocen que lo pone un poco complicado. Cerca de un núcleo de población les sería más fácil atraer al público. Entienden que a algunos les de "pereza" tener que coger el coche y conducir hasta allí.

El rugby les ha cambiado la vida. Ahora es más divertida. Más risueña. Más sana. Tienen más amigas. Un sentido de pertenencia fuerte. Más energía. Experimentan la sororidad real. Tienen una red de apoyo. Y se sienten más poderosas. De ahí sus ganas de contagiar esa locura por el rugby a todas las mujeres con las que se encuentran y que les caen bien. Quieren compartir esa sensación. Y eso que el rugby les ha complicado la agenda.

Trabajo y deporte

Pero les compensa. Algunas se dedican a la hostelería y han llegado, incluso, a cambiar de trabajo para poder ir a los entrenos o los partidos. Tienen la sensación, incluso, de que "se ha alineado todo" para ello: "Para tener la vida que nos merecemos". En el caso de Calleja, cocinera, ha pasado de trabajar en la hostelería pura y dura a en un colegio, donde el horario es mucho mejor y le permite hacer otras cosas, entre ellas, dedicarse al club, donde las funciones administrativas y directivas van rotando. Si una está lesionada y no puede jugar, por ejemplo, pues durante ese tiempo se dedica a estas labores.

Esa complicidad no se da sólo entre las componentes del equipo. También con las rivales: "Nos ayudamos. Somos las novatas de la liga y las veteranas nos dan consejos, cómo colocar la melé, por ejemplo. Ahora nos dicen que estamos defendiendo genial".

Lo de escamotearle tiempo a la agenda para jugar no es algo que tengan que hacer ellas porque son aficionadas. No. A las mejores de España en esta disciplina también les pasa, explica Calleja. Ni Lucía Díaz ni Laura Delgado Bimba, explica, viven del rugby. "Tienen otros trabajos", indica la delegada del Sant Josep Rugby Club, que confiesa que ellas sólo aspiran a que este deporte no les cueste dinero.

Para ello buscan patrocinadores. Sponsors. Empresas locales que quieran fomentar el deporte femenino. También piden a las instituciones que les echen una mano, comentan las jugadoras, cuyos colores son el naranja y el azulón. Si alguien se anima, a patrocinarlas o a convertirse en una de las espartanas de Sant Josep sólo tiene que contactar con ellas a través de su perfil de Instagram o enviando un whatsapp al 666 07 33 61. No pueden prometer muchas victorias —"vamos mejorando"—, pero sí algo mucho más importante: risas. "Nos divertimos muchísimo. Estamos invirtiendo nuestro tiempo libre, si no nos divertimos no venimos", indican.n

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