Ayuda humanitaria

La ONG Ibiza al Desarrollo: «Un juguete es mucho para un niño que nunca ha tenido uno»

Ibiza al Desarrollo es una asociación que desde hace 22 años promueve proyectos en Bolivia, Angola y Perú

Dos de las cartas de agradecimiento que ha recibido la asociación. |

Dos de las cartas de agradecimiento que ha recibido la asociación. |

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

La Asociación Ibiza al Desarrollo lleva 22 años ayudando a países de Sudamérica y África desde Ibiza. Su colaboración empezó en Angola a raíz de un cura al que el director de la asociación, Julio Baleisan, conoció en un seminario y actualmente se extiende hasta Potosí, una ciudad de Bolivia que se encuentra a 4.090 metros de altura.

Donde la organización tiene un proyecto para ayudar a 500 niños y 200 madres para que, de cara a finales de año, tengan una mejor Navidad. «Por sólo 24 euros podemos hacer feliz a un niño con un regalo y a una madre con una cesta de comestibles», publicaron a principios de enero en su cuenta de Facebook.

Los mayores sin hogar que residen en La Paz, Bolivia. |

Los mayores sin hogar que residen en La Paz, Bolivia. |

La sinceridad de ese mensaje la revelan algunas de las cartas que llegan a la asociación después de que las familias reciban la ayuda: «Agradecemos a los familiares incorporados a la asociación por brindar a nuestros hijos e hijas con la colaboración que todos necesitan», escribe Aynel Matias Ibaira. «Les agradezco con mucho amor los regalos porque por primera vez recibí mi propio juguete», reconoce Josúe Marco Martinez. «Nunca se olviden de los niños porque nosotros nos sentimos muy felices de recibir nuestros regalos», reclama Mauren Tacuri Ortega.

Algunos de los niños que reciben la ayuda de Ibiza al Desarrollo. | FOTOS: IBIZA AL DESARROLLO

Algunos de los niños que reciben la ayuda de Ibiza al Desarrollo. | FOTOS: IBIZA AL DESARROLLO

Donde llega esta ayuda, las mujeres son quienes «llevan la vida», destaca el director de la asociación. «Viven de la compra y venta en la calle. Tienen algún quiosco... Pero el único trabajo que hay es extrayendo plata en la mina, que tiene 500 años», cuenta Baleisan, que sabe que en esta casi no quedan vetas: «Es un Gruyère», lamenta, refiriéndose al queso con muchos agujeros pequeños.

«Un juguete es mucho para un niño que nunca ha tenido uno»

«Un juguete es mucho para un niño que nunca ha tenido uno»

Más de 10 horas en la mina

En este entorno, son los hombres quienes trabajan en la mina, «mastican las hojas de coca y beben alcohol para aguantar, porque allí dentro no se sabe si es de día o de noche. Trabajan turnos de 10 a 12 horas», indica el director de la ONG, como ejemplo de lo «dura que es la vida» en este lugar.

La organización también conoce el caso de un niño de entre 12 y 14 años que trabajaba en la mina porque su padre falleció. «Es increíble cómo se trabaja allí. Cuando lo ves te das cuenta», relata.

Para verlo en persona y conocer dónde se destinan sus recursos, Baleisan y entre diez y doce de los colaboradores de la asociación viajan a Bolivia desde hace cuatro años. «Normalmente vamos cada dos años y la gente está muy ilusionada [...] Se puede decir que son los embajadores que verifican que el dinero llega de verdad», explica Baleisan.

Los participantes, que cada vez son diferentes y se costean el viaje, han podido adentrarse en las minas de Potosí: «Entramos casi 500 metros rectos, no es en profundidad, y vemos cómo pican con una escarpa y una maceta». También han visto las casas en las que viven muchos de los niños y mujeres a las que ayudan: «Son todas de ladrillo y sin enlucir porque si las enlucen la casa se da por terminada y tienen que pagar un impuesto», aclara el director.

Además, los viajes se aprovechan para conocer lugares de interés como el lago Titicaca, la Isla del Sol, la ciudad arqueológica de Tiahuanaco e incluso Machu Picchu, en Perú. «A la gente le vale la pena porque vamos perdiendo altura. Venimos de los 4.000 metros y Machu Picchu está a 2.400, entonces no cuesta tanto aguantar», explica Baleisan.

Sin embargo él, que con 70 años ya ha subido cuatro veces a la antigua ciudad inca, anuncia que no piensa hacerlo más, no sólo por la edad, sino también porque pasar allí el día cuesta unos 360 euros.

Debido a la altura a la que está Potosí, el director de la organización sabe que allí «cuesta respirar». Por eso antes de subir se quedan dos o tres días «en el desierto de Atacama, a 2.500 metros», para aclimatarse.

De todo lo que ven quienes viajan con la organización, Baleisan valora que, aunque «el viaje se saborea antes, durante y después, se hacen tantas cosas; la gente se queda con el agradecimiento de los niños».

Además de éste, hay otro recuerdo que marca a los viajeros: «Los abuelitos». Con esto Baleisan se refiere a otro de los proyectos que tiene la asociación en Bolivia: «Un comedor para las personas de la tercera edad que viven en la calle».

Enseñar y dar un trabajo

Este proyecto se desarrolla en La Paz, la capital administrativa del país. En este lugar, Ibiza al Desarrollo colabora con la Fundación Ichuri, que ofrece ayuda y apoyo a niños y adolescentes afectados por el maltrato infantil, y a mayores sin hogar. Esta fundación cuenta con un restaurante desde el que preparan comida para los necesitados: «Sacan a gente de la calle que tenga menos de 18 años y les enseñan a cocinar para luego darles un trabajo», aclara Baleisan.

Además, ayudan a niños con pocos recursos: «Se les compran útiles escolares y algún juguete, que se puede pensar que no es nada, pero un juguete para un niño que no lo ha tenido nunca es mucho», apunta.

Para amparar a los mayores, en cambio, la asociación ibicenca indica que «con un euro al día» pueden dar de comer a un anciano, pero son 40, según Baleisan, para recordar que la colaboración ciudadana siempre es necesaria. Afortunadamente para la asociación, en Ibiza la cooperación ha ido creciendo con el paso del tiempo: «Tengo una empresa de instalaciones y tengo involucrados a mis proveedores y mis clientes», revela Baleisan.

De hecho, tiene un grupo de Whatsapp con entre 400 y 500 personas a las que avisa sobre los diferentes eventos que organiza la asociación para recaudar fondos. Uno de ellos, el primero de este año, es un arroz de matanzas que se ha programado para el próximo 23 de febrero en el club parroquial de Santa Eulària.

De esta forma, la asociación sabe que puede conseguir hasta 12.000 euros al año y este 2025 se ha puesto el reto de alcanzar los 16.000 euros: «Creo que lo conseguiremos porque hemos crecido un poco», admite Baleisan con optimismo.

Involucrar a la gente

El director de la organización rememora sus inicios, cuando en Angola hacía falta montar una fábrica y se juntaron unos cuantos en un bar: «Conseguimos una cosa insignificante, que serían unos 500 euros, pero así empezamos», recuerda, y añade: «Después se hicieron unos gallineros y hasta una escuela para los niños» en este país africano.

En todo el tiempo dedicado a la asociación, Baleisan sabe que cuesta involucrar a la gente: «Está muy harta de que la engañen». Por este motivo, utiliza una aplicación como Whatsapp para mantener la confianza de los colaboradores.

A través de este sistema de mensajería, Baleisan envía vídeos que monta un fotógrafo internacional boliviano que ayuda a capturar las donaciones que llegan a su país: «Así la gente se da cuenta de que estamos haciendo algo», recalca.

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