Entrevista
Fernando Valladares, doctor en Ciencias Biológicas: «El cambio climático mata veinte veces más personas que todos los conflictos bélicos actuales juntos»
Doctor en Ciencias Biológicas, Premio internacional Mason H. Hale de Canadá, profesor de investigación del CSIC y director del grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Además, da clases en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Gestiona los blogs ‘Ciencia crítica’ y ‘Espacio para volar’ y defiende que en la ciencia, como en el arte, hay que librarse de las ataduras.

El científico argentino de 59 años también participa en espacios de divulgación científica digitales. | DM
Pere Estelrich i Massutí
Tiene un blog titulado ‘Ciencia crítica’. ¿Puede ser la ciencia no crítica?
[Sonríe] Pues mire, desde un tiempo a esta parte se ha abierto un debate dentro de la propia comunidad científica sobre si se debe ser neutral o no o, mejor dicho, si la objetividad de la ciencia colisiona con los sentimientos y las emociones. Lo que sí está claro es que muchas veces la comunidad científica se ha alejado del resto de la sociedad, por eso, desde mi óptica quiero hacer autocrítica para mirarnos a nosotros mismos y poner en debate cómo la ciencia está encajando en el mundo, pues muchas veces, demasiadas, nos hace falta tener ese punto de análisis sobre lo que estamos haciendo y cómo lo estamos transmitiendo.

«El cambio climático mata veinte veces más personas que todos los conflictos bélicos actuales juntos» / DM
Su blog personal se llama ‘Espacio para volar’. ¿De qué es metáfora ese vuelo?
Pues de diversos conceptos. Primero de mi infancia, en la que me gustaba hacer volar cometas. Luego de una fascinación propia hacia todas las cosas que vuelan, pues como biólogo me encantan las aves y cómo gestionan la aerodinámica del vuelo. Pero también quiero referirme al hecho de volar con la mente, con los sentimientos; al hecho de crear, de hacer arte. Pensemos que el arte y la ciencia tienen mucho en común: en ambas disciplinas debemos hacer volar la imaginación y pensar, libres de ataduras.
¿Prefiere hacerse preguntas o encontrar respuestas?
Se me da mejor hacer preguntas que encontrar soluciones. Saber hacer una buena pregunta ante un reto ya te da el camino a su resolución. Y una buena pregunta, en ciencia, debe tener dos características: primero, que para ella exista una respuesta y, luego, que sea contemporánea, que ayude al presente. Las demás son retóricas, sin método. El científico debe indagar sobre cuáles son las preguntas que la sociedad necesita en cada momento. Cosa nada fácil de deducir.
‘Crisis del modelo capitalista’ es el título de una de sus últimas charlas. ¿No se ha devaluado la palabra crisis de tanto citarla?
Crisis ha habido siempre y las continuará habiendo, lo importante es dimensionarlas y priorizarlas. Hay crisis que nos van a quedar grandes porque cuestionan nuestra existencia. Y de esas no queremos ninguna, pues significaría que vamos hacia la extinción. Ahora bien, como ocurre muchas veces en una relación de pareja, después de una crisis se puede salir reforzado. Y la dinámica histórica de la humanidad ha sido esa, salir reforzado de una situación dramática. El problema es que ahora hemos creado unas súper crisis de las cuales podríamos no salir y que la ciencia está cuantificando. Son los llamados límites planetarios, los que, de traspasarlos, colapsarían la humanidad.
¿Hay solución a ese colapso?
Solución la hay, sabemos cómo pararlo, pero no parece que nos importe. Y una de las razones es la inercia del motor económico que conlleva el capitalismo, que nos está llevando al fin. Un fin que, si seguimos la tónica de todas las especies, siempre acaba llegando, aunque si podemos retrasarlo, mejor.
Y los legisladores, ¿no lo perciben así?
Mire, los políticos no se hacen las preguntas adecuadas o, en el peor de los casos, si se las hacen, las respuestas no concuerdan con su programa electoral. Por otra parte, los políticos miran siempre a corto plazo, nunca más allá de las próximas elecciones. De todas maneras, los políticos, la mayoría, han sido generados por nosotros, por una sociedad que en el fondo es muy hipócrita, que dice blanco y hace negro, que quiere cuidar el medio ambiente, pero pone la economía en primer plano, que habla de derechos humanos y mira hacia otro lado cuando se violan, etcétera. Y aquí es donde ponemos otra vez el papel crítico que debe jugar la ciencia, poniendo datos sobre la mesa, aunque sean incómodos. Y, volviendo a los políticos, bastaría con que no obstaculizaran el cambio, como hacen y harán Trump, Milei y otros de extrema derecha en el mismo Parlamento Europeo, por eso los ciudadanos debemos tomar las riendas. Y todo ello sin olvidar al sector privado, que tampoco está por la labor. Me sabe mal decirlo, pero vamos a velocidad de crucero hacia el colapso.
¿Estamos con el agua al cuello?
[Sonríe] Una frase muy común pero que define la situación. Hay, en Montreal, una escultura de Isaac Cordal que, con el título de ‘Políticos discutiendo sobre el cambio climático’, muestra unas personas, hombres, con el agua al cuello, charlando. No hay mejor metáfora para resumir lo que hemos hablado antes: políticos que no hacen nada ante una situación dramática. Y siguiendo con el símil del agua, su escasez es ya un problema global. No hay agua para tanto cava, para tanta cerveza, para tanta construcción, para tanto turismo.
¿Entonces?
Lo correcto sería asumir esa situación de emergencia, con urgencia y sin dramatismo. Incluso el propio Papa Francisco en su encíclica ‘Laudato si’, habla del cambio climático. Si la mitad de los católicos siguieran sus directrices, tendríamos el problema resuelto. Y junto al Papa, otros actores están abordando esos temas, como la ONU o incluso un grupo de millonarios americanos que pidieron un aumento de sus impuestos, seguramente no por altruismo sino porque ven que sus negocios se van al garete, pero bueno, también vale.
Volviendo a algunas de sus ideas, me encuentro con ecoansiedad.
Hace cosa de cinco años, la Sociedad de Psiquiatría Norteamericana aceptó este concepto, referido a un síndrome que produce un estado psicológico que puede llegar a la depresión o al suicidio, motivado por el hecho de ser testigo de una enorme degradación ambiental y no ser capaz de afrontarla. Yo mismo, en menor medida, a veces me he preguntado «¿para qué ser tan activista?». Entonces desconecto, me voy al campo, hago ejercicio y me evado, pero no todos pueden ni saben hacerlo.
Y, por si no le bastara con clases y conferencias, su activismo aumenta ahora con un proyecto teatral.
Cierto. Un proyecto que está casi terminado y cuyo título es ‘Zumo de remolacha’ y en el que participo como actor poco experimentado, pero al lado de grandes profesionales. Y es que pienso que también el teatro puede ser una vía para concienciar sobre el cambio climático y otros aspectos ambientales, aprovechando los mecanismos artísticos. ¿No debe el arte hacer preguntas y mover conciencias?
¿Cómo sería el mundo sin nosotros?
No lo sabemos, pero sí sería diferente. Piense que la actividad humana ha hecho intervenciones realmente trascendentes: le hemos cambiado el eje de inclinación al planeta, poco, pero algo, hemos llenado la atmósfera de basura de tal manera que cada vez es más costoso mandar satélites pues deben sortear toda la porquería espacial formada por los restos de otros satélites, estamos alterando los mares, las corrientes marinas, los vientos, estamos provocando huracanes. Todo, de una forma no voluntaria pero sí como resultado de nuestras actividades.
Una frase suya es «el futuro del planeta está pasando». Entonces, ¿no tenemos futuro?
El futuro no existe, solamente el presente, una máxima budista muy cierta y que indica que vivimos ahora lo que la ciencia había pronosticado que existiría. El futuro pronosticado se hace presente.
¿Hay esperanza?
Sí, actuemos ya, ahora mismo, al terminar esta entrevista, mañana. Nada de esperar a que lo hagan otros, no. No lo pospongamos. El retardismo es también una manera de contribuir al colapso, es letal. Cualquier acción que hagamos debe ir en el sentido de cambiar y revertir el proceso de degradación. Pues lo que pensábamos que iba a ocurrir ya está ocurriendo.
El Antropoceno, la era actual en la que el impacto de la especie humana se hace muy visible, ¿será la última que viviremos?
El planeta seguirá dando vueltas y muchas especies de animales o bacterias evolucionarán y se mantendrán vivas, ahora bien, de seguir así, el género humano desaparecerá. Con trescientos mil años de existencia, los homínidos lo hemos enredado todo de tal manera que llegaremos a nuestra desaparición como especie. No cuidamos nuestra propia casa y, si la destruimos, nosotros iremos con ella. Por poner cifras, le diré que el cambio climático mata veinte veces más personas que todos los conflictos bélicos actuales juntos, que son muchos y algunos como consecuencia de la escasez de recursos. Por tanto, el Antropoceno podría ser la última era en la que exista el Homo sapiens. Ahora bien, podríamos ser la primera especie capaz de recivilizarse antes de colapsar.
Homo sapiens o ¿deberíamos decir Homo rapax (deprador)?
[Sonríe] Se nos han puesto muchos epítetos como Homo informaticus u Homo economicus, pero el de sapiens quizás sea el menos acertado. ¿Sapiens?
Ha citado al Papa Francisco, a partir de la frase cristiana: «Si Dios cierra una puerta, abre una ventana». ¿Existe esta ventana abierta?
Soy muy de abrir ventanas. Y la nuestra está todavía abierta, pero se va cerrando. Y las decisiones climáticas de Trump y otros políticos la cerrarán aún más. Pero sí, tengo esperanza, quiero tenerla. Mientras quede alguien sobre la Tierra, la ventana no estará cerrada del todo.
Y, ¿para vivir mejor?
Vivir con menos. ¿Por qué, si necesitas una sola camiseta compras dos? Aunque el eslogan diga «dos por una», si necesitas una, no cojas dos. Pregúntate sobre si lo que compras lo necesitas realmente. ¿Por qué viajar lejos cuando no conoces tu entorno? Pequeños gestos como éstos harán que nuestro mundo sea mejor y, por consiguiente, nosotros también vivamos mejor.
Y mientras hablamos, de fondo, suena Satie.
Sí, con su melancolía propia, que también lleva a la reflexión.
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