Sant Antoni se vuelca con los Reyes y con sus caramelos

Los ‘portmanyins’ se volcaron para recibir con la calidez que se merecen a los Reyes Magos, que provocaron el delirio no solo con sus dos toneladas de caramelos, sino también porque repartieron peluches, pelotas y regalos.

Vídeo: Así ha sido la cabalgata de los Reyes Magos en Sant Antoni

David Ventura

David Ventura

David Ventura

«¡Tanit, ven! Que dicen que los Reyes vienen con un camión lleno de carbón». Y la pequeña Tanit se queda paralizada y, por si las moscas, obedece a su padre. Hay cosas que hay que tomarse muy en serio, y una de ellas es no hacer enfadar a los Reyes, y que quizás serán menos dadivosos si les llegan informes sobre su mal comportamiento.

Nerea y Paula, al igual que Tanit, están esperando a los Reyes en el paseo marítimo de Sant Antoni, y se están impacientando porque sus majestades llevan algo de retraso: «Mi favorito es Gaspar», comenta Nerea. Su madre, Helena Bonet Uhl, está nerviosa: «Dicen que este año tirarán también peluches y pelotas. ¡A ver qué pasa!».

Mucho más relajada está Maria José Ramon Marí. Es monitora en S’Espurna y, en otros años, le tocó trabajar en las animaciones de la cabalgata. Este año, en cambio, la disfrutará exclusivamente como madre: «Tenía ganas de venir porque a los niños les hace ilusión. Además, ahora apetece porque Sant Antoni está más iluminado. Recuerdo que, antes, las cabalgatas aquí eran bastantes tristes».

A las 19 horas, con media hora de retraso, aparecen los Reyes Magos de Oriente en la villa de Portmany, acompañados de un séquito de 150 personas -en su gran mayoría bailarinas- y de dos toneladas de caramelos blandos. Abre la comitiva un grupo de hadas iluminadas con luces leds y que anticipan la llegada del rey Melchor. En ese momento, alrededor de las carrozas donde los pajes arrojan puñados de caramelos, se despliega un ejército invisible armado con bolsas de plástico, cuyo objetivo es acaparar todos los caramelos posibles.

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El rey Baltasar apareció sorprendentemente pálido. / J.A.Riera

Un Baltasar muy pálido

«¡¡Corre!!» «¡¡Por aquí!! ¡¡Por allá!!». Padres y niños se lanzan sobre los caramelos. Unos lo hacen con un ánimo festivo y se parten de risa, pero otros se lo toman muy en serio, como si estuvieran cumpliendo una misión de altísima responsabilidad. «¡¡Peluche!! ¡¡Peluche!!», grita una muchacha ante una pequeña carroza en la que, efectivamente, reparten peluches. Su insistencia tiene recompensa, y le dan el muñeco de un tucán de color azul: «¡¡¡Ooohhh!!! ¡¡Gracias!!».

Melchor y Gaspar llegan con unas carrozas tiradas por tractores, y Baltasar lo hace arrastrado por un vehículo de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni. La llegada de Baltasar supone también una sorpresa inesperada: ¡¡Baltasar es blanco!! Algo le ha sucedido al monarca que, de camino a Sant Antoni, ha perdido súbitamente la pigmentación. Un detalle que parece no importar a los niños, cuya atención se centra en la carroza que sigue a Baltasar, en la que una figura disfrazada de hombre de jengibre lanza pelotas y juguetes, provocando el delirio. «¡Tíranos una aquí!», grita impaciente un padre.

Alberto Vallina, con sus hijos Sael y Thiago, muestran los regalos que han atrapado.

Alberto Vallina, con sus hijos Sael y Thiago, muestran los regalos que han atrapado. / D.V.

La comitiva real es modesta -apenas seis carrozas- y tardan poco más de veinte minutos en cruzar el paseo marítimo. Después atraviesan el Passeig de ses Fonts, momento que aprovechan los espectadores que antes estaban en el paseo marítimo para ver de nuevo a las carrozas y volver a hacer acopio de caramelos.

«¡¡Por aquí hay!!», dice frenética una madre. En cambio, Marcos, un niño de diez años, recoge los caramelos en silencio y con disciplina, como si tuviera una visión periférica que le permitiera detectar todas y cada uno de las chucherías. «Mira», comenta mientras abre una bolsa de plástico, «debo tener como mínimo cincuenta o algo así, pero esto no ha terminado porque creo que también dan pelotas».

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A las 19.30 horas la cabalgata real ya ha finalizado la primera vuelta y se dirige hacia el puerto, donde reyes y pajes se toman un respiro y vuelven a cargar caramelos y juguetes antes de la segunda ronda. Caminando hacia las carrozas vemos al pequeño Adam, que avanza tambaleándose, vencido por el peso de la bolsa de caramelos que está cargando y que debe pesar cuatro o cinco kilos. «De camino a casa me iré comiendo los primeros», dice, aunque admite que tiene caramelos para todo este año y también para el siguiente: «Si no me los puedo acabar daré algunos a mis hermanos y a mis padres».

Los Reyes Magos dan la segunda vuelta al pueblo y a las 20.30 se bajan de las carrozas porque deben dirigirse a la iglesia de Sant Antoni, donde les espera el obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, para realizar la ceremonia de adoración al niño Jesús. El momento en el que sus majestades deben cubrir este breve recorrido a pie es el más emocionante, ya que los pequeños aprovechan para acercarse a los Reyes, tocarles, hacerse fotos con ellos. Son momentos que los más pequeños no olvidarán en la vida.

Cuando sus majestades entran en la iglesia muchos de los asistentes empiezan a retirarse. «Hoy hay que acostarse temprano», le dice una madre a su hija. Efectivamente, es la hora de cerrar los ojos y esperar que se cumpla, un año más, la magia de los Reyes.

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