DANA
El municipio valenciano de Catarroja sobrevive entre el fango: “¿Quién vendrá el lunes tras la vuelta al trabajo?”
Vecinos del barrio de Les Barraques, zona cero de la inundación, aseguran que este sábado fue el primer día que vieron militares: “Pasaron de largo”

Voluntarios en Catarroja / Fernando Bustamante
Marta Rojo
Catarroja es una inmensa alfombra de fango tras la DANA. Un fango que tiene en muchos puntos hasta un palmo de altura y que está salpicado de muebles, de coches, de electrodomésticos, ropa y hasta recuerdos embarrados que la gente de las zonas afectadas -todas- saca a la calle para desechar. Un fango, también, que este domingo se ha reblandecido de nuevo ante el agua procedente de los dragados de los garajes y bajos, que ha ido a parar sobre el lodo anterior. Catarroja sobrevive entre todo este barro de la DANA con un despliegue solidario inmenso y autoorganizado y con zonas como Les Barraques clamando porque alguien con capacidad les ayude. En los puntos más afectados tienen miedo a que el inicio de la semana reduzca la afluencia de voluntarios y se preguntan: “¿Quién vendrá el lunes tras la vuelta al trabajo”.
Este domingo, ya han entrado los bomberos y la UME, y trabajan en algunas calles sobre todo para dragar los bajos y los garajes, provocando riadas por algunas avenidas al echar fuera el agua. Pero a la maquinaria movilizado por el Estado y la Generalitat se unen decenas de personas que han decidido ayudar por su cuenta. Como Víctor, que es de l’Ollería y, antes de subirse a su máquina giratoria, se abrocha un equipo de protección individual. Se la han dado en su empresa, donde están acostumbrados a trabajar con maquinaria. “Hemos traído varias bombas de extracción de agua y una giratoria, porque lo que hace falta ahora es ayuda técnica”, asegura. Además, ha aprovechado para cargar una furgoneta con comida, que este sábado por la mañana ha dejado en el patio del CEIP Jaume I el Conqueridor.
Botas de agua y lejía
La zona de la Florida Universitaria se ha convertido en un inmenso centro logístico, operativo y solidario. Dentro de la Florida hay diversas salas destinadas al almacenamiento y la manutención de bomberos que han venido de toda España para ayudar. En una de las plantas altas del colegio, el Ayuntamiento ha habilitado el Puesto de Mando Avanzado local, con bomberos, protección civil y policía. En el patio del centro, por su parte, se despliega una cola de personas que vienen a recoger agua, comida o ropa, entre otras cosas.
Dos de ellas son Ana y Marta. Viven en una urbanización cercana a la Florida y vienen a por lejía. “Unos poquitos de nosotros tenemos agua, pero no es potable, así que la usamos para beber o para ducharnos, o más bien para hacer lavados rápidos”. Comida tienen desde ayer aunque “antes estaba complicado”. Ahora, su prioridad es desinfectar y limpiar.
Al otro lado de la cola, Felipe lleva una camiseta rosa que lo identifica como voluntario. A sus pies, se despliega un mar de botas de agua, cientos, de casi todos los tamaños. De casi todos porque, desde hace unos días, tienen problemas para encontrar entre las donaciones zapatos de más de la talla 40. “De la 38, con suerte, puedes encontrar”, le dice a una mujer que hace la cola. Varios salen del recinto al escuchar que no hay de la 40 ni tallas superiores. Una mujer repite: “No, no, yo busco de la 35, de la 35 sí que tiene que haber”. “Mucha gente está viniendo porque se le han roto sus botas, porque no tenía o porque las ha perdido por el barro y, tal y como están las calles, las necesitan”, explica Felipe. Las botas, como el resto de donaciones, llegan en unas inmensas cajas procedentes de todo el territorio. “Vamos intentando juntar los pares y darlas”, afirma.
En la pared del centro escolar, al lado de una de las ventanas, se ve un cartel que dice “Gestión-Albergue”. En el interior, trabajan Jorge Puchades y Marta Arroyo, que ahora tienen, dentro del centro, a un señor alojado. La idea, explican, no es que se queden a dormir en el centro, aunque lo pueden hacer si es necesario. El objetivo es realojarlos, como ayer hicieron con catorce personas, incluyendo a un bebé de nueve días, que lo habían perdido todo. “Las catorce personas de ayer pudieron irse a dos hoteles de València, que se han ofrecido, a Xàbia, a casas vacías que nos han dejado, o a albergues”, explica Jorge.
Les Barraques, zona cero de la destrucción
Desde la Florida, en la zona de Catarroja que linda con Albal, hasta Les Barraques, hay solo un kilómetro y medio, pero se tarda más de media hora en llegar a causa del fango y los trabajos de desagüe. Por las zonas más cercanas a la salida del municipio se ven muchas máquinas trabajando, un par de camiones del ejército cortando el tráfico y agentes de policía venidos de toda España. Preguntar por direcciones es complicado, porque las fuerzas de seguridad desplegadas vienen de muy lejos. “Mire, es que nosotros venimos de Jaén y no le podría decir”, responde un policía al preguntarle por el barrio de Les Barraques.
Pero pronto queda claro dónde está ese barrio: donde acude una riada de voluntarios. No marchan desorientados: hablan de brigadas, de repartirse en calles y de distribuir las tareas. Son la brigada de limpieza de Mislata. Como explica Cristina, jefa de brigada, se han organizado en este municipio para venir a limpiar y con la idea de ser muy productivos. “Lo que menos queremos es entorpecer el trabajo”, explica. Por eso, viajan en un autobús, son solo seis o siete personas por brigada y se estudian antes el callejero. “Lo que hacemos es venir, repartir mascarillas y lejía, limpiar y dejar los útiles de limpieza cuando nos vamos”, afirma Cristina. Luego, se centra en repartir a los voluntarios: “La brigada 1, esta calle y la siguiente, la 2, a la derecha”.
El nivel del agua no inundó las casas como en otras poblaciones, pero sí ha dejado las calles impracticables. David es un vecino de Les Barraques que asegura que el espectáculo fue dantesco: “Salía agua del suelo, salía agua del baño, todo por los aires”. El sábado fue el primer día en que vieron pasar camiones militares, “pero no se pararon”. Han podido quitar los muebles inundados de las puertas de sus casas gracias a los vecinos. “Menos mal que tienen tractores”, destaca.
A su lado vive Rosana Farinós, propietaria de la última casa antes de llegar a las vías. “Entraba el agua por los dos lados de la casa porque este es el punto más hondo de Catarroja”, asegura. Farinós se pregunta “quién está dando las órdenes y por qué se restringen los voluntarios”. “Este fin de semana ha venido mucha gente, no hay dinero para pagarlo, pero ¿quién va a venir el lunes cuando la gente venga a trabajar?”, se pregunta. “Estamos abandonados”, lamenta Rosana.
A su lado y por toda Catarroja, muchas escobas y rastrillos para orientar el agua enfangada hacia las alcantarillas. A veces, el agujero por el que debe desaguar está tapado por el fango. Por toda la localidad se escucha el sonido del rastrillar contra el suelo y la pregunta de los que ven que el trabajo es inabarcable: “Pero ¿hay salida para toda esta agua?”.
- En una analítica, ¿qué significa tener los triglicéridos altos? ¿Qué hacer para bajarlos?
- La UD Ibiza tumba al líder con una borrachera de goles
- La prensa de Reino Unido asegura que miles de turistas británicos cancelan sus vacaciones a Ibiza 'porque no son bienvenidos
- El Consell reivindica que los aviones no sobrevuelen la zona noreste de Ibiza
- Paco Jémez, entrenador de la UD Ibiza: 'Me sentiría muy triste si el domingo no hay una entrada acorde a la importancia del partido
- El ministro de Consumo, en Ibiza: 'Hay que prohibir la compra de vivienda para fines que no sean residencia habitual o alquiler asequible
- Un búho pasea por las calles Ibiza
- Dos ibicencas en los Goya