Lengua

La RAE sale en defensa del lenguaje claro y del "derecho a comprender"

La Academia trata de abanderar las campañas a favor de la inteligibilidad de las comunicaciones entre organismos y ciudadanos

Su director, Santiago Muñoz Molina, publica un libro para concienciar sobre la importancia de la sencillez idiomática

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE.

Santiago Muñoz Machado, director de la RAE. / EFE

Daniel G. Sastre

Cuando Chrissie Mahler, una mujer nacida en una familia pobre de Liverpool que no aprendió a leer hasta los 15 años, encabezó en su madurez una manifestación para exigir a las empresas y organismos oficiales que empleasen un lenguaje que todos los ciudadanos pudieran entender, un policía intentó disuadirla leyendo una ley de 1839 escrita de un modo ininteligible. "¿Quiere ese galimatías ['gobbledygook'] decir que nos tenemos que ir?", le respondió, burlándose, Mahler. Esa concentración de 1979, que llegaba después de casi una década en la que apenas se habían producido avances, fue un impulso definitivo para impulsar la campaña 'Plain English', a favor de un lenguaje claro.

45 años después, el movimiento está consolidado, sobre todo en la anglofonía, y existe una conciencia global sobre la importancia de que todo el mundo comprenda lo que se le quiere decir. Hasta el punto de que la administración de Obama aprobó en Estados Unidos, en 2010, la 'Plain Writing Act', una ley que exige que las agencias federales utilicen una comunicación gubernamental clara que el público pueda entender y utilizar. Un ejemplo de sus efectos está recogido en el libro 'Cómo escribir claro' (Editorial UOC), que el periodista Jordi Pérez Colomé publicó en 2011. Una carta larguísima y poco comprensible sobre el fraude en el Medicare –el sistema público de sanidad para mayores de 65 años– se convirtió, tras pasar por las tijeras redentoras la 'Plain Writing Act', en un texto mucho más manejable para todos: "Haremos dos cosas para ocuparnos de este asunto: investigaremos si fue un error o un fraude. Le diremos el resultado".

Luz contra oscuridad

¿Existe un derecho a entender las leyes y las decisiones judiciales que nos afectan? ¿Tienen las empresas que fabrican alimentos o medicinas la obligación de que los que los consumen comprendan los potenciales riesgos a los que pueden enfrentarse? ¿A qué se debe la oscuridad del lenguaje que a menudo se emplea en ciertas profesiones, o en discursos políticos? ¿Qué riesgos amenazan el avance del movimiento a favor de la inteligibilidad? Un libro publicado recientemente, 'Fundamentos del lenguaje claro' (Espasa), intenta dar respuesta a estas preguntas. Y su autor es una de las voces más autorizadas al respecto: el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, que también es un jurista de prestigio.

Antes de que Mahler se 'levantase' en los 70, Muñoz Machado sostiene que "la pacífica y persistente rebelión contra las notificaciones ininteligibles empezó en el ámbito del consumo, seguramente un día en que un ciudadano tomó alimentos o medicamentos inadecuados porque la información sobre su caducidad no era fácilmente comprensible".

Ese "derecho a comprender" que reclaman los ciudadanos es uno de los cinco "notables acontecimientos" que empujan hacia una revolución del lenguaje oficial. El resto son, en opinión del director de la RAE, la obligación de los poderes públicos de adoptar un lenguaje claro cuando se dirigen a los ciudadanos, la necesidad de no discriminar a quienes no pueden acceder a las formas ordinarias de comunicación por razón de sus capacidades intelectuales, la revolución tecnológica que se ha acelerado en el cambio de siglo y, relacionado con este último punto, la irrupción de la inteligencia artificial.

El desafío de la inteligencia artificial

Tanto Muñoz Machado como Pérez Colomé, que trabaja en 'El País', llaman la atención sobre la relación entre el idioma y la inteligencia artificial. Para el segundo, es importante que la nueva tecnología, cuyo crecimiento en los próximos años se prevé imparable, no suponga un freno o un retroceso a lo logrado hasta ahora con respecto a la claridad. "Con las herramientas de IA el lenguaje se va a volver un poco soporífero, porque producen frases bastante neutras y repetitivas, y puede haber riesgo de perder lo que se había conseguido en la implantación de un tono un poco más oral", advierte en conversación con este diario.

Al director de la RAE le preocupa en primer lugar la manera en que la irrupción de la inteligencia artificial puede cambiar el lenguaje, y la relación de la Academia, que lleva siglos dictando el canon del castellano, con esos cambios. Según él, "pueden ser el germen de ‘dialectos digitales’ que tensionen la unidad y establezcan las bases de una fragmentación del uso del idioma que la normativa académica ha logrado evitar durante más de 300 años". En opinión de Muñoz Machado, "sería un grave retroceso, desde luego, con un impacto cultural de enorme envergadura".

Para no perder el tren de todos estos movimientos, la RAE está trabajando en la publicación de una "guía panhispánica de lenguaje claro y accesible". Y también porque, si "la redundancia es ideología", como dijo el escritor George Orwell para defender una comunicación libre de jerigonzas, hay que evitar que esa simplicidad "se quiera equiparar con la ignorancia", como preocupa a Pérez Colomé. "La erudición no tiene nada que ver con hacer frases de siete líneas", añade el periodista.

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