Cárcel y enfermedad mental

El riesgo de suicidio se multiplica por nueve en prisión

Una verja en el centro penitenciario de Estremera (Madrid)

Una verja en el centro penitenciario de Estremera (Madrid) / Carlos Luján EUROPA PRESS

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Madrid

Cuando una persona que no ha delinquido nunca antes ingresa en prisión, se le multiplica la tentación de quitarse la vida. Para ese presidiario novato se inicia una batalla contra la angustia y la depresión aguda; y para los funcionarios que lo van a vigilar se pone en marcha un PPS.

Con esas siglas, las del Protocolo de Prevención de Suicidios, se conoce en la profesión penitenciara uno de los instrumentos más delicados del tratamiento de presos. Y no lo es tanto por su dificultad de aplicación como por la frecuencia, tanta en España como para que el PPS se le aplique de forma habitual a cada recién ingresado si no está sometido a aislamiento. No en vano, la incidencia del suicidio es entre rejas mucho mayor que en la calle: hasta nueve veces superior.

Ha recordado el cálculo la central ACAIP-UGT, mayoritaria en las prisiones administradas por el Estado (todas menos las catalanas y las vascas). En una nota emitida con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra hoy, el sindicato considera que el fenómeno del suicidio “adquiere dimensiones alarmantes en la población penitenciaria”.

149 intentos

El tópico más extendido sostiene que una mudanza, una boda y un despido son de las experiencias más estresantes de la vida, pero ninguna de esas es tan traumática como verse encerrado por la sociedad, y forzado a convivir con personas peligrosas o a refugiarse en la soledad para evitarlas.

Es acelerante del riesgo un cóctel de “aislamiento, incertidumbre y estrés prolongado”, dice ACAIP, que recoge cifras del Instituto Nacional de Estadística para llamar la atención sobre este drama carcelario. En España, en la calle, recurren al suicidio 0,81 personas por cada 10.000; dentro de la prisión se matan 7,3 de cada 10.000.

El 2023 fue un año de especial intensidad en esta conducta. En los centros penitenciarios regidos por el Ministerio del Interior hubo 149 intentos de suicidio (conocidos), y en 2020 fueron 97. No obstante, han llegado a consumar menos internos que antes: 34 casos llevados a término frente 51 en 2020. Informes pendientes de las autopsias impiden de momento contar con el último datto, el de 2023

En este panorama, el sindicato penitenciario denuncia que en las prisiones estatales están sin cubrir más del 67% de las plazas de personal médico, en un medio, el presidio, en el que el 40% de los internos padece algún tipo de enfermedad mental; en la población general, la incidencia de los trastornos psiquiátricos des del 10%.

Catalunya, el doble

El problema es particularmente grave en las cárceles de Catalunya, donde la incidencia del suicidio se mantiene desde 2021 en 16,8 por cada 10.000. La cifra no dobla solo a la carcelaria del resto de España, también a la del resto de Europa, donde la incidencia media es del 7,1, según el informe sobre situación en las prisiones que emitió el Consejo de Europa en 2023. El número de internos que se quitó la vida en cárceles administradas por la Generalitat fue 6 el año pasado.

En estos terribleks finales no hace efecto el PPS. Entre las medidas del protocolo está doblar la atención del psicólogo del centro, hacer evaluaciones semanales y quitarle de en medio al preso cualquier objeto con el que pudiera lesionarse.

Pero esas medidas, a cargo de los vigilantes y equipos de apoyo, pueden no ser efectivas sin un complemento clave. Lo llaman “interno de apoyo”. Suele ser un veterano de confianza del personal de Instituciones Penitenciarias, al que se recurre para que “le haga sombra” al novato o al deprimido a cambio de beneficios en su vida carcelaria o mejoras en el cumplimiento de pena.

La sombra se hace, principalmente, cuando al preso en peligro no se le deja solo en ningún momento del día. Otros acompañamientos menos intensos implican estar con él en las actividades o, simplemente, compartir celda con él.

El preso de confianza suele obtener las valoraciones más favorables de las juntas de tratamiento de las prisiones. Algunos reciben incluso formación específica para ayudar en la vigilancia en este aspecto a los funcionarios.

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