El lugar que guarda el pasado de Ibiza

Durante todo el día de ayer, el Arxiu Històric d’Eivissa i Formentera, ubicado en Can Botino, celebró una jornada de puertas abiertas en las que los asistentes pudieron conocer de primera mano el valor de los documentos y piezas que se custodian

Fanny Tur es de esas personas a quienes les encanta abrir las puertas de casa y mostrar a las visitas los tesoros que guarda. Porque la casa de Tur es el Arxiu Històric d’Eivissa i Formentera, del cual es directora, y ayer, en el Día Internacional de los Archivos, permaneció todo el día al pie del cañón, de 9 de la mañana a 9 de la noche -«pararé una hora para comer», apostilla- para mostrar algunas de las joyas que conserva el archivo y que nos sirven para conocer el pasado y explicar el presente de las Pitiusas.

La primera visita de la jornada es la de cuatro adolescentes que estudian primero de Bachillerato del IES Santa Maria. Son alumnos de la asignatura optativa ‘Historia y Cultura de Balears’ y acuden acompañados de su profesor, Maurici Cuesta. Tur conduce al grupo a una sala del archivo usualmente cerrada al público y donde se encuentran algunas piezas relevantes. Abre unos cajones -«de hierro galvanizado, para evitar los hongos» aclara la directora del archivo- y muestra unas láminas dibujadas y una pequeña libretita espiral guardada en una funda de plástico. Esa libretita es un pequeño tesoro.

El registro fotográfico de emigrantes pitiusos. | D.V.

Fanny Tur muestra a los estudiantes la libreta de notas del pintor Antoni Marí Ribas ‘Portmany’. / Vicent Marí

«Esta libreta perteneció al pintor ‘Portmany’, ¿lo conocéis?», los jóvenes niegan con la cabeza, «un pintor muy importante de Ibiza. Se pasaba el día junto al portal de ses Taules y en esta libreta tomaba notas, apuntes al natural, dibujos de lo que veía». En otro cajón hay más láminas: son diseños de Erwin Broner. En otra, las fotografías de la donación de Augusto Vallmitjana.

Pedazos de historia

Pero hay mucho más. Tur no oculta la emoción que le provoca esta concentración de maravillas y, con ánimo didáctico, prosigue: «Tenemos documentación de censos y estadísticas, que nos sirven para conocer cómo era la Ibiza de entonces. Hay censos de vecinos, de pobres… también tenemos la colección del antiguo Museu Etnológico de La Caixa. Hay objetos que pertenecieron a los corsarios ibicencos: armas, trabucos, pistolas, sables...».

Los muchachos asienten en silencio, intentando procesar tanta información. «Sabéis quienes eran los corsarios, ¿no?», pregunta Tur. Silencio elocuente por parte de los muchachos. «¿Habéis oído alguna vez la expresión ‘tener patente de corso’?». Y aquí ya hay risas porque, evidentemente, para ellos es una expresión marciana que no han escuchado en su vida.

Pero hay más, mucho más. Aquí encontramos algunas donaciones de la escuela Sa Graduada, como un radio antigua y la vieja biblioteca escolar: «Es muy interesante porque comprobamos que en los años de la República los niños y las niñas tenían los mismos libros de texto, pero a partir del franquismo a los chicos se les enseñaban materias como matemáticas, mientras que las chicas solo podían estudiar religión o costura. Era lo que se esperaba de las mujeres en aquella época», explica Fanny Tur.

Otra donación de la escuela Sa Graduada son dos piezas que hoy no pasarían el filtro de la corrección política ni del buen gusto: dos cabezas de cerámica que representan la cara un niño oriental y de otro de raza negra; «Son las huchas con las que los niños pedían dinero en la calle para las misiones católicas».

Dos huchas del Domund. | D.V.

Dos huchas del Domund. | D.V. / David Ventura

Hay también un objeto que es el retrato de una época: una antigua máquina de coser. «Antes, la gente se hacía la ropa en casa», explica Maurici Cuesta, «para zurcir una camisa, alargar un pantalón… incluso había una habitación solo para la máquina». Los chicos están estupefactos.

En contraste, junto a la máquina de coser, símbolo de la economía doméstica, precaria y autosuficiente previa a la era del capitalismo de consumo, encontramos también, en una vitrina, los símbolos de la pompa y el poder: la medalla y el bastón que luce el alcalde en los actos oficiales: «Dentro de poco lo tendremos que sacar para la toma de posesión del nuevo alcalde», señala Tur.

Los antepasados nos contemplan

Los alumnos contemplan también libros del siglo XVII restaurados y muchas otras piezas de incalculable valor histórico. Pero hay un libro, que les llama poderosamente la atención y que, pronto, se convierte en la principal atracción de la visita: el registro fotográfico de emigrantes.

«La humanidad siempre se ha movido», explica Fanny Tur, «ahora recibimos emigrantes pero antes éramos los ibicencos los que nos marchábamos. Durante una época el principal destino fue Cuba, después Argelia. Antes de marcharse, se hacía un registro de todos ellos, con foto, su nombre, edad y profesión. Y los tenemos aquí».

Tur abre el cuaderno, parecido a un álbum de cromos, y de la niebla del pasado emergen los rostros de unos hombres y mujeres, sombras que se convierten en seres que nos miran e interpelan. Aquí están. María Costa Riera, 51 años, emigra a Argelia. Eulalia Marí Cabanillas, de Santa Eulària, 14 años, emigra con su madre a Argelia. José Juan Juan, 15 años, jornalero, emigra a Cuba. Y estos muchachos, algunos de ellos hijos también de emigrantes, sienten que el pasado también es presente.

Fanny Tur muestra a los estudiantes la libreta de notas del pintor Antoni Marí Ribas ‘Portmany’. | VICENT MARÍ

El registro fotográfico de emigrantes pitiusos. / D.V.

«Me impresiona ver a gente tan joven que se iba sola a América buscar trabajo», comenta Adrián Francisco, uno de los estudiantes de Bachillerato. «Eran jóvenes pero tienen el aspecto de gente muy mayor», completa Erika Muñoz. Sus otros compañeros, Alexis y Laura Torrijos, asienten: «Nos ha sorprendido». Fanny Tur sonríe. Del Archivo uno siempre sale transformado.

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