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Semana Santa en Ibiza: Tres rosas rojas para Nuestra Señora de los Dolores

Más de trescientas personas siguieron por Dalt Vila la procesión del Viernes de Dolores, con la que dan comienzo a los actos de la Semana Santa. La misa en la catedral dedicó un homenaje a los cofrades que han faltado, a los que, tradicionalmente, también se les recuerda con un detalle en la ornamentación floral de la talla cuando sale portada a hombros.

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Mira aquí todas las fotos de la procesión del Viernes de Dolores en Ibiza J. A. RIERA

El trono de la Dolorosa está decorado con flores de tonos claros. Abundan los lirios y las rosalinas, blancas o color rosa pálido. Unos cofrades, aún sin sus hábitos blancos y la capa y el fajín azul celeste, colocan los últimos ramos, a juego con el resto. Pero, a los pies de la talla, destacan tres rosas rojas, de mayor tamaño y verticalidad.

«Cada una de ellas es para recordar a un cofrade que ha faltado en el último año», detallan Neus Tur y Conchita Palau, dos de las camareras de Nuestra Señora de los Dolores. Las flores van dedicadas a Maria Prats Ribas, Manuel Pérez de la Paz y Catalina Torres Orvay que, además de nazarena, fue la modista de la cofradía durante décadas.

Además de las tres rosas rojas, se honrará su memoria con un crespón negro sobre el pendón que encabezará la procesión que inaugura la Semana Santa en Ibiza. La otra cofradía que tiene su sede en la catedral, el Santo Cristo Yacente, sigue la misma tradición pero con un ligero cambio. En su caso, el trono se decora con flores rojas cuando sale en procesión y, si destaca alguna rosa blanca, es una señal de duelo por algún cofrade.

En sus orígenes, se daba una circunstancia peculiar. La Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, fundada en 1946, «era la de los solteros». «Cuando se casaban, se pasaban el Cristo Yacente [fundada dos años antes]», recuerdan Tur y Palau. Esta costumbre se perdió con el paso del tiempo, pero los devotos de la Dolorosa mantienen intacta otra de sus tradiciones: solo un grupo de unas cuatro o cinco mujeres se encarga de vestir a la Virgen para la procesión.

Cuentan con cuatro vestidos, donados por fieles, que van alternando cada Semana Santa. El mantón que luce la imagen durante todo el año se sustituye estos días por uno especial de terciopelo y bordado con hilo de oro.

La cruz de la promesa

La mantilla blanca fue un regalo de una de las camareras de la Dolorosa que sus compañeras aún recuerdan con mucho cariño, Angelita Díaz, que regentaba la mercería delante de la iglesia de Santa Cruz. Al margen del valor sentimental, la pieza más valiosa es la cruz de diamantes que cuelga del pecho de la talla. Fue un regalo que donó hace años Margarita Tur al fundador de la cofradía, Isidor Macabich. La hija de Tur estaba enferma y, al curarse, cumplió con la promesa que hizo al encomendarse a la Virgen.

Las camareras de la Dolorosa la engalanan cada Semana Santa con uno de los muchos rosarios que les hacen llegar

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Las camareras de la Dolorosa, que este año porta tres enaguas, también la decoran cada Semana Santa con uno de los muchos rosarios que les hacen llegar. Aunque solo uno queda a la vista en su mano, el resto se coloca bajo el trono para que forme parte de la procesión.

Poco a poco, van llegando más miembros de la agrupación. No falta uno de los más veteranos, Guillermo Rodríguez, que ya no sale vestido en la procesión, pero que siempre está allí «para lo que haga falta». Él ingresó en la cofradía nada más llegar a Ibiza, hace 55 años, para continuar con la pasión que le surgió de bien pequeño en Morón de la Frontera (Sevilla). Con solo cinco años, se apuntó de monaguillo para participar en la procesión encendiendo las velas de los nazarenos.

Misa y procesión

La catedral ya empieza a llenarse con unos 200 feligreses cuando el párroco de la cofradía, Josep Lluís Mollà, comienza la misa, con el acompañamiento de la soprano Ana Molero y la pianista Eva Martínez.

Como también es tradición desde que se instauró la procesión del Viernes de Dolores, es Xacoters de sa Torre acompañan a esta cofradía. Xicu Bufí a las castanyoles, Mariano Marí con el espasí y Vicent Cardona con la flaüta y el tambor marcarán tanto el inicio de la misa como de la procesión, que sale de la catedral a las nueve de la noche.

Cerca de cuarenta cofrades, once de ellos portando la talla a hombros, descienden por Dalt Vila seguidos por más de dos centenares de devotos. Mientras la mayor parte de la comitiva desciende por el Carrer Major, un numeroso grupo agarra un atajo por el Carreró de sa Portella y toma sitio junto a la iglesia del convento de Santo Domingo.

El Cor de Puig d’en Valls, dirigido por Lina Veny y con el pianista Juanjo Díaz, honra a las imágenes con un breve repertorio.

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Allí tiene lugar uno de los momentos más celebrados y vistosos de esta procesión, cuando una treintena de miembros de la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio espera la llegada de la Dolorosa, seis de ellos portando a hombros su imagen en la cruz. Es Xacoters de sa Torre aceleran su ritmo cuando se produce el encuentro y los nazarenos de la iglesia de Santo Domingo se ponen al frente de la procesión para acompañar a sus compañeros de la catedral.

El recorrido finaliza en el patio de armas, donde ya espera otro centenar de personas mucho antes de la procesión. El Cor de Puig d’en Valls, dirigido por Lina Veny y con el pianista Juanjo Díaz, honrará a las imágenes con un breve repertorio.

Antes de que las cofradías regresen a sus respectivos templos, llega el momento más emotivo de la velada. Las tres rosas rojas de la Dolorosa se entregan a los familiares de los cofrades que faltaron.

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