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Día de la Conciliación

Mujeres que cuidan de sus padres: "Renunciamos a todo y se nos deja solas"

Las mujeres que tienen que abandonar sus trabajos para cuidar de sus padres denuncian la falta de ayudas y recursos públicos

Marta Torruella, cuidadora no profesional de varios miembros de su familia, en la imagen con su suegra, Montserrat.

Si conciliar la vida laboral y el cuidado de los hijos requiere hacer malabarismos, más difícil aún es atender a personas mayores que, debido a su enfermedad, necesitan ayuda para todo. Es la última e invisibilizada frontera de los cuidados, que sigue recayendo de manera informal en las familias y, sobre todo, en las mujeres. Son ellas las que, en muchos casos, tienen que renunciar a sus trabajos y su vida personal para ayudar a sus padres u otros allegados, dada la escasez de recursos y ayudas públicas.

La consecuencia de esta situación es que las cuidadoras no profesionales sufren un desgaste emocional y físico, según relatan dos mujeres que cuidan o han cuidado de sus familiares, en el Día Nacional de la Conciliación, a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.

“El sistema no contempla la vejez y te encuentras sola”

Marta Torruella. 63 años

El padre de Marta Torruella, con la cuidadora profesional que contrataron dado que él sufría parkinson y su madre estaba inmovilizada. EL PERIÓDICO

Marta Torruella (63 años, Barcelona) lleva siendo cuidadora prácticamente toda la vida. Cuando tenía 8 años, su madre sufrió una aneurisma que la dejó sin movilidad en media parte del cuerpo. Y, de los 38 a los 86 años, vivió postrada en un sillón, hasta que falleció. “Es muy duro y afecta a todos los miembros de la familia”, rememora. Además su padre padeció, durante los ocho últimos años de su vida, párkinson, y ahora su suegra sufre alzhéimer. Como ya no reconoce a los miembros de la familia y vieron que “necesitaba cuidados” que se les “escapaban de las manos”, ha sido ingresada en una residencia. 

Sin embargo, durante tres años vivió en casa de Marta porque consideraban que era la mejor forma de atenderla en su estado degenerativo. “Pero fue muy duro y agotador convivir con una persona a la que tienes que ayudar en todo y que continuamente pregunta las cosas porque no las recuerda”.

“Cuidar de un niño es maravilloso y alegre, aunque haya noches que no puedes dormir, pero hacerlo de personas mayores es muy complejo"

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Además, Marta había sido la cuidadora principal de sus padres porque, aunque tiene cinco hermanos, le viene de “fábrica” ocuparse de los demás, hasta el punto de que ha hecho de los cuidados “una parte esencial” de su vida. En el inicio de su carrera profesional, era secretaria de dirección pero la despidieron con 51 años. Como sus padres la necesitaban, decidió no buscar otro empleo, dedicarse a ayudar a sus progenitores y fundar la oenegé Associació de Cuidadors Familiars.

Antes de su retiro forzoso tenía que hacer “malabarismos” para compatibilizar su trabajo, su propia familia y el cuidado de su madre. “Iba al mediodía a darle de comer, volvía al trabajo, volvía otra vez a darle la cena, no daba a basto, era muy difícil”, rememora. Además “dejaba un poco de lado” a su propia familia “porque priorizaba” a su madre y tenía la ayuda de su marido en su propia casa. Incluso, en alguna ocasión, no se fue de vacaciones con su familia porque “lo primero” era su madre. 

Marta asegura que cuidar de un hijo es “maravilloso y alegre, aunque haya noches que no puedes dormir”, mientras que cuidar de personas mayores y enfermas “desanima mucho porque ves que no hay recursos por ningún lado, todo lo tienes que sufragar tú, lo que te desanima mucho porque te das cuenta de que el sistema no contempla la vejez y te encuentras sola”. 

“No tengo prácticamente vida propia”

Isabel Alzola. 54 años 

Isabel Alzola, cuidadora no profesional de su madre, María Ángeles Vercher, que tiene alzheimer. EL PERIÓDICO

Isabel Alzola tiene 54 años y desde hace siete años está volcada en el cuidado de su madre, María Ángeles Vercher, que tiene alzhéimer diabetes tipo 1, por lo que tiene que estar muy pendiente de su alimentación y de suministrarle la insulina. Isabel tenía un trabajo a media jornada como educadora pero tuvo que pedir una excedencia para cuidar de su madre y, de momento, no ve posible reincorporarse al mercado de trabajo.

Lo bueno de su situación es que vive con su madre, no tiene marido ni hijos, por lo que no tiene que desplazarse diariamente hasta su casa. Pero la otra cara de la moneda es la intensa “soledad” que siente porque “si cuidas con otras personas que te ayudan, es más llevadero, interaccionas con ellas, pero cuidar en soledad y con una persona en la que no puedes descargar tu frustración y con la que siempre tienes que estar con buena cara, es muy duro”.

Isabel tenía un trabajo a media jornada como educadora pero tuvo que pedir una excedencia para cuidar de su madre y, de momento, ve imposible volver al mercado laboral

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Su situación ha mejorado desde que han contratado a una profesional que vive en su casa pero como libra todas las tardes Isabel aún dispone “de poco tiempo” para ella. “Yo sigo volcada en el cuidado”, relata y rememora los tiempos en los que ayudar siete días a la semana, 24 horas al día, a su madre le impedía incluso ir al médico cuando tenía una dolencia. “Prácticamente no he tenido vida, no podía ver a mis amigos ni podía realizar actividades tan simples como ir a al peluquería”, explica.

Corresponsabilidad

Los cuidados son ahora más llevaderos pero como pagan a esta persona íntegramente con la pensión de su madre, Isabel no trabaja y no tienen otras ayudas económicas, apenas les queda dinero para ningún extra. “Tenemos para pagar la alimentación, la luz, el agua, la calefacción y poco más, no podemos ir a restaurantes y de vacaciones solo podemos ir al pueblo de mi madre”, lamenta.

Asimismo, subraya que ahora que comparte los cuidados con una profesional ha sido más consciente de que “no debería ser la familia la que cuida exclusivamente de la persona mayor”. “La familia tiene que acompañarles, dar paseos con ellos o pasar momentos juntos pero el trabajo fundamental debería ser desempeñado por profesionales”, opina.

Para “sobrellevar” mejor la situación, acude de vez en cuando a los talleres que realiza Cuidadanas, un servicio de la Fundación Mujeres de apoyo integral a cuidadoras, que le ayuda “al saber que hay personas que están pasando por lo mismo y sus estrategias para seguir adelante”. Y también le da calor que su madre reconozca que sin su ayuda, “no estaría viva”. 

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