Galardón

La arquitectura sobria de David Chipperfield se alza con el Pritzker

El británico ha firmado a lo largo de más de cuatro décadas más de cien proyectos

David Alan Chipperfield.

David Alan Chipperfield. / EP

Núria Navarro

Esta vez el Pritzker –el Nobel de los arquitectos– ha premiado la sobriedad, la discreción y el empeño en la calidad extrema. El construir menos y mejor. David Chipperfield (Londres, 1953), con oficinas en Berlín, Milán, Shanghái y Santiago, siempre se ha preferido en la periferia del 'star system'. Frente al 'efecto guau' de los británicos Richard Rogers o Norman Foster–con los que trabajó en sus inicios–, su obra habla de proteger y orientar en un mundo dramáticamente cambiante. "Mi trayectoria ha sido construida con una prudencia que siempre ha bordeado lo conservador", ha reconocido en más de una ocasión.

Pegado a la tierra

Chipperfield creció en una granja en Devon, al oeste de Inglaterra, pegado a la tierra ("quizá por eso confío mucho en lo sencillo y huyo de la circunvolución"), soñando con convertirse en veterinario. Se formó entre el Politécnico de Kingston y la Architectural Association, y empezó a trabajar en los años duros del thatcherismo. Pronto fue invitado a Japón por Issey Miyake, donde aprendió "la importancia de colocar una taza de té, la experiencia de un baño o el color de las estaciones". Volvió de Oriente como un "guardián del significado, la memoria y el patrimonio".

Intervención de Chipperfield en el Neues Museum de Berlín.

Intervención de Chipperfield en el Neues Museum de Berlín. / ARCHIVO

Esa depuración del concepto –"minimalista denso", lo bautizó el crítico Aaron Betsky; "no minimalista, preciso", prefiere el arquitecto–, junto al interés por la comprensión del contexto, le han llevado a intervenciones sutiles como los interiores del Neues Museum de Berlín –gravemente dañado tras la Segunda Guerra Mundial– y de la Royal Academy of Arts de Londres, la restauración de la Nationalgalerie de Mies van der Rohe o las Procuradurías de Venecia. Pero también con las ideas más emparentadas con la tecnología de las oficinas de Amore Pacific en Seúl o en el Museo Pompidou West Bund de Shanghái (los museos son su fuerte). "Sus edificios siempre resistirán la prueba del tiempo porque el objetivo final de su operación es servir al bien común", aseguró Alejandro Aravena, presidente del jurado del Pritzker.

Refugio en A Coruña

Con España Chipperfield tiene una relación más que profesional. Hace unos 30 años se construyó una vivienda en Corrubedo (A Coruña), asomada a los embates del Atlántico, la guarida familiar donde desconecta del ruido y los encargos, y donde recibió el anuncio del premio. Pero también son suyos el edificio Veles e Vents de València, la remodelación del paseo del Óvalo en Teruel y la Ciutat de la Justícia, que unificó 17 sedes judiciales desperdigadas por Barcelona y L'Hospitalet, proyectando un gran edificio dividido en cubos girados unos respecto a los otros e interrelacionados en una plaza pública. Hubo polémica, hubo cambió el Govern, uno de los bloques desapareció y él se quedó pasmado por la falta de diálogo con los futuros ocupantes del espacio.

La casa del arquitecto en Corrubedo (A Coruña).

La casa del arquitecto en Corrubedo (A Coruña).

A estas alturas, tras diseñar más de 100 proyectos, entre edificios comerciales, planes urbanísticos, inmuebles residenciales y proyectos para instituciones culturales, ayer se declaró "abrumado" al conocer el fallo del Pritzker, que le destacó como "un arquitecto radical en su moderación, demostrando su reverencia por la historia y la cultura". 

Chipperfield, que recibirá el Pritzker en mayo, en Atenas, donde proyecta remodelar y ampliar el Museo Arqueológico Nacional, quiso ayer dejar constancia de su imperativo moral. "Los arquitectos podemos tener un papel más destacado y comprometido en la creación no solo de un mundo más hermoso sino también más justo y más sostenible. Debemos estar a la altura y ayudar a la próxima generación a aceptar esta responsabilidad con visión y coraje", aseguró.